Una cortina de agua: el empate de Boca ante Argentinos
Detrás de un partido atípico por el campo inundado, hay problemas que Boca repite: la falta de juego y de goles, las desconcentraciones... Hay que aprovechar la eliminación a River para mejorar.
Antonio Serpa, TyCNo se puede condenar a un equipo por un partido atípico. La cancha estaba semi inundada y casi no se podía jugar. Sin embargo, el contexto influye. Boca ganó apenas un partido de 15 y ayer hizo su primer gol en los últimos 600 minutos. ¿Fue culpa de la cancha, entonces? Sí y no. Que Fabra se distraiga como se distrajo en el gol, es de todos los días, verano o invierno, bajo la lluvia o en el desierto. Que Cardona muestre en partes iguales dosis de magia en su pie derecho y de irresponsabilidad en su cabeza, también es algo normal (irresponsabilidad de todo tipo, como tomarse vacaciones en medio de la Libertadores). Que Boca no tenga juego, es algo que viene desde hace muchísimo tiempo.
Sin embargo, eliminó a River con autoridad, con los huevos bien puestos. Y había cierta expectativa por ver el resultado anímico, que en el caso de los superclásicos puede ser un despegue o un ancla. Los ocho cambios, un equipo inédito otra vez, impiden reflexiones concluyentes, aunque uno puede preguntarse por ejemplo por qué Russo modificó tanto si ahora juega una vez por semana. ¿O hay que recordarle que a Boca lo sacaron de la Copa? No parece.
Boca, por lo que se vio, sigue siendo el mismo. Duele mirar sus partidos. No tiene fútbol asociado y sigue dependiendo casi exclusivamente de la inspiración individual, que cada vez es menor como consecuencia lógica de la hemorragia de jerarquía que sufrió el plantel. Se dijo, Cardona puede cambiar el partido con una pelota. Ramírez da la impresión de poder sumar en ese sentido (apenas entró unos minutos). Pero donde antes se inspiraba Tevez, hoy juega Briasco, un muchacho que es pura voluntad pero no es 9. Y si encima Briasco va al banco y el 9 es Vázquez, el problema se agiganta. ¿Qué es Vázquez? ¿Cómo juega? ¿Es zurdo o derecho? ¿Veloz o potente? ¿Habilidoso o tronco? ¿Cabecea o tiene la cabeza para hacerse los claritos? ¿Hace sombra o es una sombra? Pero caerle al pibe es una canallada. Nadie o casi nadie en el equipo se dio cuenta de que no se podía jugar por abajo en determinados sectores (el ataque, durante el primer tiempo). Lejos de corregirlo levantando la pelota, los jugadores (Weigandt, Pavón) insistían por abajo. En el segundo tiempo fue Fabra el que, en ese mismo sector, tiraba la pelota hacia atrás peligrosamente, exponiéndose a que quedara frenada. O Licha López el que quería salir tirando pases. Lo de la fuga de cerebros no es joda. Hace unos días, Toyota hizo saber que no conseguía 200 obreros con secundario completo a los que no se les complicara leer el diario. En el fútbol, como en la vida, la inteligencia es un valor superlativo que muchas veces ocupa un lugar secundario...
A Boca, que es parte de este país, lo viene tapando el agua desde mucho antes de la lluvia de ayer. Se ve que también se le complica conseguir gente competente, más allá del sacrificio y la buena voluntad. Ah, de paso habría que preguntarles a los responsables del campo de juego -o a los dirigentes que prometieron obras faraónicas- por qué el club presentó ese papelón, un problema que se acarrea desde hace muchos años. Papelón teniendo en cuenta que la cancha de Independiente, al otro lado del Riachuelo, estaba impecable.
La eliminación a River está bárbara. Genial. Espectacular. Hasta tiene un toque místico en aquello de no haberle pateado al arco. Boca venía sufriendo al equipo de Gallardo y es bueno poner la historia en su lugar. Pero eso no es todo. Boca no puede ni va a jugar todos los partidos como contra River. Habrá rivales a los que tenga que superar en serio, a los que deba abrir con inteligencia y actitud protagónica, con esfuerzo pero también con juego. Hoy, aun con la chance viva de la Copa Argentina como vía hacia la Libertadores 2022, Boca está 22° en la tabla sobre 26 equipos. ¿Hace falta decir algo más?