Punto de suerte del campeón

El Atlético salva un punto en un partido que mereció ganar pero iba perdiendo y que empató al final por un gol en propia meta de un Mandi que se fue llorando.

Patricia Cazón
As
Llegó Emery al Metropolitano con traje, también negro, como si así algo pudiera pegarse, que ya eran 14 los duelos sin victoria ante el hombre del banco de al lado, el Cholo. Un Cholo al que intentó mirar de frente, en una partido que agarró, que tuvo, que fue suyo, pero se esfumó de un modo estrambótico, insospechado, mientras, en la medianoche, se escuchaba un disparo en el pie. Un Cholo que, si ganaba, se iba al parón como líder en solitario, que volvía a jugar ante su gente, otra vez, cómo se siente, 27.000 personas a grito de campeones, campeones, llenando con su voz esta larga partida de ajedrez.

El inicial plan de Emery pronto se deshizo entre las pérdidas en la salida de balón. Gerard Moreno estaba tan solo que, más que miedo, daban ganas de abrazarle. Enfrente el Atlético llenaba de energía cada brizna de hierba. Asfixiando, ahogando, comiéndose las piezas de Emery en cada balón. Estupiñán y Foyth se vieron superados pronto por el reencuentro de esa bendita pareja, Llorente-Trippier. El Villarreal sólo sentía como el partido le pasaba por encima como el juego de Jumanji. El área de Oblak era terreno inexplorado, el nuevo mundo, lejos, muy lejos. Carrasco quemaba de tanta electricidad en la bota, Correa se echaba al Atlético a la espalda en ese caos que ha convertido en excelencia, Lemar era el Lemar del hago chas y aparezco a tu lado, incontenible, rapidísimo. Si los rojiblancos no dejaban de presentarse por el área de Rulli, en un llamar constante a la puerta, el francés casi la derriba mediada la primera parte.

Remató de primeras, con el exterior, un centro atrás de Trippier. La pelota voló como una exhalación hacia la portería de un Rulli que sacó con la punta del guante, después de que el balón se estrellara en el palo e hiciera temblar el hormigón del estadio. La respuesta fue la primera vez del Villarreal por ese mundo hasta entonces desconocido: el área de Oblak. Yeremy robó un balón y le puso un lazo para enviárselo a Gerard, que lo pedía en el área. Pero no controló bien, el balón se le escapó grotesco, la jugada acabó en un ay cuando todo apuntaba al uy. El siguiente ay casi deja con diez al Cholo.

Correa fue a la disputa de un balón con los tacos por delante que dejó como un mordisco en tobillo de Albiol, que quedó dolorido en el suelo. Amarilla. Pero porque Soto Grado no recibió la llamada en su oído. Si va a la pantalla y la ve, hubiese sido roja y a la ducha. Emery logró bajar el ritmo al partido, constriñendo el espacio por dentro, bloqueando los pies a esos hombres que corrían como 300. Llorente, Trippier, Carrasco, Correa, Koke, Lemar, incansables, aporreando la hierba con redoble de tambor. Si el Atlético no llegó al descanso por delante en el marcador fue porque a menudo pecaron de solidaridad. Correa cediendo a Carrasco cuando debía picar sobre el portero, Suárez buscando paredes cuando debía tirar de primeras... O porque Trippier, sobre todo eso, cabeceó fuera, tras tocar en Mandi, esa pelota que Lemar le puso con aire de gol al llegar, al fin, de verdad, el descanso, seis minutos después del 45'.

La segunda parte volvió como si la primera no hubiera terminado. Con el gol remoloneando el área de Rulli, córner a córner. Entonces, lo inesperado. Yeremy roba un balón que acaba en el fondo de la red de Oblak tras un zapatazo de Trigueros. Emery casi rompe la sisa de su traje en el gesto de celebración. Pero le duró poco. Porque Suárez no se había dejado ver demasiado pero ahí estaba, por primera vez titular. Y erró Estupiñán en un saque de banda y aprovechó Correa para cederle atrás y sonreír mientras disparaba la bota uruguaya. Pum, de primeras, 1-1. La partida de ajedrez otra vez con el marcador en tablas.

Pero todo se había igualado, el juego, la energía, el centro del campo. Y, mientras, Suárez se iba con molestias, Savic y Giménez se hacían un lío y Yeremy, otra vez Yeremy, le dejaba la pelota limpia a Danjuma, que de un zurdazo mandaba a la lona de nuevo a Oblak. Se volcó el Atleti sobre Rulli con más corazón que piernas. Con Saúl, con De Paul, Cunha y esa palabra, Jaque Mate, sobre su cabeza. Entonces, lo inexplicable: a diez segundos del final, Mandi le entrega un balón de cabeza a Rulli que resbala y el Villarreal observa, con horror, como la pelota se introduce en su portería. 2-2. Mandi llora, Emery casi se arranca el traje. Tablas. Un punto, para ellos, derrota. Para el campeón, milagro, puntazo, tablazas.

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