La sequía interminable
Un Madrid superior al Milan se va de la pretemporada sin ganar por su falta de gol. Isco y Bale, que falló un penalti, mejoran y Alaba deja buenos apuntes.
Hubo un tiempo, antes de la inesperada transformación geopetrofutbolística, que Madrid y Milán fueron las dos grandes potencias mundiales. Aún lo siguen siendo en el cuadro de honor de la Copa de Europa, pero su influencia ha decaído notablemente. El Madrid, tras la pérdida de su arsenal nuclear con la salida de Cristiano, se ha mantenido a duras penas en el cartel. El curso pasado le dio para pelear la Liga hasta el último día y para alcanzar las semifinales de la Champions. Aun así pierde jugadores (Varane, Ramos) ante las nuevas grandes fortunas y espacia cada vez más sus fichajes galácticos. Al Milán le va aún peor. Sus jugadores principales son descartes de la Premier (Tomori, Giroud) y hasta del Madrid (Theo, Brahim) y su segunda plaza en la Serie A el curso pasado es la mejor en diez años. Cuesta creerlo en un club que fue paradigma del lujo y del glamour bajo el reinado de Berlusconi.
Isco renace
Ahora, Madrid y Milan son lo que parecen. Un equipo a medio hacer el blanco, con un notable vacío entre los que se baten en gloriosa retirada y los que aún no han salido del nido, y un quiero y no puedo el Milán en el principio de una reconstrucción imposible. El duelo, con un once más reconocible en el Madrid que el de hace dos semanas en Glasgow, dejó algunos apuntes que van para definitivos: Alaba ha venido para ser central irremediablemente pero él aspira a más, el 4-3-3 de Zidane sigue en vigor, Rodrygo es el joven que más cerca anda de romper el techo de cristal, Lucas Vázquez continúa siendo el fontanero de guardia, a Benzema hay que meterlo en una urna entre partido y partido, Bale e Isco están por agradar al nuevo jefe y abandonar su condición de casos perdidos, Marcelo y Jovic siguen en el mismo punto (muerto) en que lo dejaron y Pintus parece haber oxigenado al equipo. Isco presiente que el cambio de viento le sopla ahora de cola. Tuvo ratos de ese jugador influyente que hace demasiado tiempo que desapareció.
El principio estuvo sobrado de acción. En un minuto Maignan, que nunca será Donnarumma, se enredó en una salida con la pelota en los pies que el Madrid le perdonó y, de inmediato, Theo, que ha cogido vuelo en Milán, tuvo una entrada supersónica en el área blanca y estrelló en el palo su tiro sin ángulo. Aquello prometía, pero poco a poco el Madrid fue embridando el partido desde el orden de Modric, que sigue teniendo el equipo en sus manos, e Isco y la velocidad de Bale, que parece haber vuelto para cumplir su contrato, pero también con su obligación.
El penalti errado
El equipo de Ancelotti fue más en esa parte final de la primera mitad. A Isco le interceptaron una media vuelta que tenía aire de gol y Alaba, con el público austriaco de su parte, amplió su repertorio: dobló a Marcelo como lateral esporádicamente, metió un buen zapatazo lejano, resultó inquietante en los córners propios. Y Bale le dio aire a esa zurda tan desaprovechada con dos remates lejanos, mejor el primero (rechazado por Maignan) que el segundo, y un esprint/vendaval de sus primeros tiempos que Calabria detuvo por las bravas en el área. Como todo queda incompleto en la carrera del galés, erró el penalti con un disparo sin potencia ni colocación.
Como las pretemporadas están para darle al entrenador una visión panorámica de lo que dispone, Ancelotti cambió medio equipo en el descanso, Alaba y Bale entre ellos. Y estableció el ránking de canteranos: Miguel Gutiérrez y Blanco son los primeros de su lista. También lo eran para Zidane. Una mutación tan radical, sin embargo, no cambió el partido, que siguió bajo el estricto control del Madrid, ahora muy vencido a la izquierda por el vigor de Miguel Gutiérrez y Vinicius. Antes de dejar paso a Odegaard, Modric mandó un gran tiro al larguero. Esa propensión a resolver de lejos vuelve a sacar a la superficie la gran tara del Madrid: ausente Benzema, el área provoca alergia en el resto. No dispone de centrocampistas con llegada (Casemiro fue el segundo goleador del equipo el curso pasado) y Jovic y Mariano, que se repartieron los minutos, no abandonan su condición de invisibles.
El Milan fue muy a menos. No le reactivaron los cambios y sólo un disparo de Brahim, que obligó a una enorme estirada de Lunin, otra vez en figura, creó cierta inquietud. El carrusel final de cambios trastornó definitivamente el duelo, que ya no fue de nadie. El público pasó el rato haciendo la ola, Ancelotti dándole vueltas a la sequía anotadora y Florentino esperando noticias de París, por si el gol, como los niños, viene de allí.