El milagro del fútbol
Boca jugó un primer tiempo horrible, peor que con Russo, pero en un segundo la historia cambió con la conexión de tres pibes de la Reserva de Battaglia. Un enganche, un extremo... ¡Y un 9! Por eso era tan necesario.
La gran expectativa por ver al Boca de Battaglia, aun con pocas prácticas encima, se basaba en una premisa: peor que el de Russo no podía jugar. Pero nunca hay que subestimar. Finalizados los primeros 45 minutos, el Boca de Battaglia atacaba igual de mal que el de Russo, no había pateado al arco y defendía peor. Era desprolijo, conservaba los mismos errores individuales (la indolencia de Fabra, por ejemplo) y se le notaban por todos lados los problemas de funcionamiento: el equipo se estiraba, dejaba huecos para la contra de Patronato y un error de Trucco lo salvó de lo que era el 1-0 para los de Paraná.
Bien pensado, sin tener en cuenta las ayudas divinas o a las imágenes paganas, era difícil ver un Boca muy distinto con jugadores tan parecidos. La verdadera magia apareció cuando cambiaron algunos nombres y cuando lo que parecía imposible se resolvió en un puñado de segundos: hermoso pase profundo de Aaron Molinas, llamado desde el banco a sacudirle la tibieza a un Boca sin ideas; diagonal, amago y desborde precioso del Changuito Zeballos, que había entrado a darle frescura a un ataque repetido y aburrido; cabezazo de pique al suelo de Vázquez, un 9.
Los amantes de las comparaciones, los que creen en una historia circular que vuelve una y otra vez, habrán visto un pase de Riquelme, un centro de Guillermo y un cabezazo de Palermo. Y no habrá dios que les cambie la mirada. Lo que pasó en realidad es que estos chicos reeditaron en Primera algo que muchas veces hicieron en Reserva con ese mismo hombre en el banco como técnico. Una explicación más simple y terrenal. ¿Magia? No, trabajo. ¿Milagro? No, realidad. Para eso están los enganches, para poner esas pelotas. Para eso están los extremos, para tirar esos centros. Para eso están los 9, para mandarla a guardar. Los 9... Esos personajes exóticos que pueden no tocar (o tocar apenas) la pelota en un partido pero que en un segundo se roban la tapa de los diarios. Por eso era tan importante poner un 9, Miguel. Por eso era tan importante traerlo, Román.
Es el principio, apenas eso. Boca necesitaba ganar porque lo había hecho solo una vez en los últimos 16 encuentros y lo hizo. Porque no había ganado en el torneo, porque estaba entre los últimos, porque los pésimos rendimientos y los malos resultados se habían comido ya a un técnico campeón. A seis minutos del final de una noche que hubiera quedado en el olvido, la Bombonera gritó. Fue el eco de ese desahogo enfurecido de Battaglia, mientras Delfino miraba resignado desde su banco. La figura del partido había sido Rossi, pero el fútbol tiene estas cosas. Un segundo cambia la historia. Ese es el milagro del fútbol.