El mal momento de Boca. ¿Quién tiene la culpa de este presente? ¿Quiénes tienen la responsabilidad de una campaña que lo tiene en el puesto 24 entre 26 equipos?
Sin nadie de peso de la Comisión Directiva en aspectos vinculados al fútbol, son tres las cabezas visibles: el Consejo de Fútbol, el cuerpo técnico que lideraba Miguel Russo y el plantel. El espacio que preside Juan Román Riquelme es el que toma la decisión acerca de los refuerzos y las desvinculaciones. Fue ese equipo de trabajo el que consideró oportuno realizar a mediados de este año una limpieza profunda en el plantel.
Como una consecuencia lógica y previsible ante la agitada economía argentina, la puerta de salida fue más grande que la de entrada. Y en el cambio de figuritas Boca perdió jerarquía. Mauro Zárate y Carlos Tevez hicieron las valijas con apenas días de diferencia. En su lugar llegaron Nicolás Orsini y Norberto Briasco. Con entusiasmo y compromiso, es cierto. Pero también con la pesada obligación de adaptarse rápido a una camiseta que con frecuencia pesa más que la de otro equipo. Al exLanús, además, lo complicó una inoportuna lesión en su rodilla derecha (sinovitis postraumática con lenta evolución, dice el parte médico del club), y recién podría volver a estar a disposición a mediados de la semana próxima.
Si bien es apresurado hacer una evaluación de lo realizado por Esteban Rolón, lo cierto es que su llegada tapó a uno de los juveniles qué más entusiasmo habían generado en el primer semestre. Alan Varela ya no es la primera opción como volante central, relegado por el exHuracán y Diego González. Y cada domingo queda menos claro cómo fue que el chico perdió su lugar.
Sí son auspiciosos los arribos de Marcelo Weigandt, del peruano Luis Advíncula y el volante Juan Ramírez. El primero volvió con entusiasmo al club, luego de su paso por Gimnasia, pero perdió rápidamente un lugar entre los 11 ante el lateral peruano, que se mostró con buena técnica defensiva y con autoridad cuando se suma al ataque. El ex Argentinos juega como si se hubiera sumado a Boca hace varias temporadas y, hoy por hoy, es la única carta de rebeldía que muestra el plantel de mitad de cancha hacia adelante.
Los constantes cambios de nombres en el plantel azul y oro apuntan al otro vértice del triángulo. Porque Russo debió armar y desarmar en base a lo que tenía a disposición. Ya le había pasado con Pol Fernández, a fines de 2020, cuando era el punto más alto del equipo, e incluso con Julio Buffarini a comienzos de este año. Ahora, la sangría fue más grande.
Un dato que expone esa situación: de los once que salieron a jugar la final con Banfield en San Juan, hace exactos 7 meses, solo cuatro jugadores continúan en el plantel: Izquierdoz, Zambrano, Campuzano y Cardona.
Más allá de eso, también se dio una rotación demasiado agitada de sistemas, nombres y posiciones. En total, en cuatro fechas Russo utilizó a 26 futbolistas diferentes. En las otras dos, Battaglia utilizó a 17 juveniles frente a Banfield y San Lorenzo, a causa del aislamiento que debió pasar el plantel profesional por los incidentes tras el partido con Atlético Mineiro, en Brasil, por la Copa Libertadores.
Aquí es necesaria una pausa. Porque esos dos encuentros el equipo de la Ribera los debió afrontar con debutantes por absoluta responsabilidad de los que acompañaron al plantel a Belo Horizonte. Si Raúl Cascini no hubiera reaccionado como lo hizo en la zona de vestuarios ante una provocación tan antigua como frecuente, el plantel de Boca no hubiera roto la burbuja, en esa zona de combate que se convirtió la zona mixta del Mineirao. Tres semanas después de los hechos, en declaraciones al multimedio partidario Cadena Xeneize, Cascini les pidió disculpas a los hinchas.
Volviendo al factor Russo, hay decisiones que cuestan encontrarle fundamento. Incluso ahora, Lisandro López no comprende por qué perdió su lugar en manos de Carlos Zambrano. Y la muy saludable fórmula MVA (Medina, Varela y Almendra) dejó de ser opción.
La conferencia de prensa posterior a la derrota ante Estudiantes en La Plata bordeó lo lamentable. Porque la imposibilidad de preguntarle directamente al entrenador por cuestiones concretas en relación al presente del equipo hizo que se eligieran apenas tres preguntas light, que el DT resolvió en poco más de un minuto con tres frases. La primera fue: “Soy el primero al que le molesta perder. Hay que estar tranquilos y seguir trabajando.” La segunda: “En el primer tiempo tuvimos posibilidades, estuvimos bien. El rival, esperó, esperó, esperó. En el segundo tiempo nos costó, perdimos la intensidad y la precisión.” Y finalmente: “Los chicos siempre tienen posibilidades, tenemos que manejar los altibajos, los desniveles y buscamos lo mejor de ellos. Hay que trabajar mucho.”. Todo demasiado alejado de la realidad, que imperaba preguntas más directas y que el club optó por no elegirlas del listado que recibe vía mail. Muchas veces, decir presente en una conferencia de prensa de esta manera, no significa necesariamente asumir responsabilidades o dar la cara.
¿Qué responsabilidad le cabe finalmente al plantel? Este mix de históricos, nuevos y juveniles exhibe un clima renovado. Pero no todos actúan con el mismo compromiso: todavía se recuerdan los insultos de Izquierdoz a Cardona, para que apure su ingreso frente a River, cuando el equipo estaba con un hombre menos en el partido por la Copa Argentina.
El actual capitán de Boca fue en La Plata otra vez la figura del equipo. Porque además de cumplir en su posición habitual, se lo vio atento a cerrar en el lateral izquierdo e incluso se sumó al ataque, parado en posición de volante derecho e incluso pisando el área en posición de 9.
Pero esa polifuncionalidad del capitán de Boca también desnudó las carencias del Xeneize. Porque si Izquierdoz debió cortar tantos ataques por la izquierda fue porque Fabra volvió al trotecito de cada una de sus excursiones ofensivas, y si debió ofrecerse como alternativa en la derecha del mediocampo fue porque Diego González y Rolón no se mostraron lo suficiente en esa zona.
Boca, además, tiene graves problemas para crear situaciones de gol. De hecho, solo anotó dos en seis fechas... y uno de ellos fue en contra.
El Big Data
Pero detrás de lo evidente se esconde lo preocupante. Y allí es donde la inteligencia artificial y el Big Data pronostican un futuro todavía más oscuro, de continuar por este camino. Hasta el momento es el segundo club que menos remates realiza por partido (8.7). A la vez, es el equipo del cual se esperan menos goles, con un alarmante coeficiente de 0.6 por partido, según datos de Opta.
A eso se le suma una grave crisis para definir: de los 39 remates totales (6,5 por partido), solo 7 tuvieron el arco como destino final (poco más de uno por encuentro). De ellos, apenas dos terminaron en gol.
Hay más: como el que estableció el 1 a 1 con Argentinos fue en contra (Miguel Torrén), el conjunto xeneize lleva 530 minutos sin saber lo que significa anotar un tanto por sus propios méritos, desde que Agustín Obando señalara el 1 a 0 parcial ante Unión, en Santa Fe, a los 10 minutos del primer partido del campeonato.
Al mismo tiempo, la derrota 1 a 0 ante Estudiantes de La Plata hizo que el club igualara su peor racha histórica en el profesionalismo, llevando ahora 10 encuentros sin conocer la victoria. El equipo que dirige Russo equilibró una serie negativa que se había producido en la temporada 1957, cuando el elenco xeneize también pasó 10 cotejos sin festejar.
Esta seguidilla negativa, en la que solamente marcó tres tantos, se inició el pasado 8 de mayo, con una derrota 0-1 con Patronato, en Paraná, por la última fecha de la etapa clasificatoria de la pasada Copa de la LPF que ganó Colón de Santa Fe.
Luego, el equipo de Russo empató 1-1 con River el clásico (gol de Carlos Tevez) y se impuso en la tanda de los penales, por la llave de cuartos de final. En la serie semifinal igualó sin goles con Racing en San Juan, pero quedó eliminado al perder en la definición con tiros desde el punto penal.
Ya en este certamen, Boca hilvanó un 1-1 con Unión en Santa Fe. Y luego empató, bajo la conducción técnica de Sebastián Battaglia, sin goles con Banfield, en el Florencio Sola.
También con la Reserva y bajo la tutela de Battaglia, el elenco xeneize perdió el clásico con San Lorenzo (0-2), pero luego igualó con Talleres de Córdoba (0-0), nuevamente con Russo sentado en el banco de suplentes.
La semana pasada, bajo un diluvio, Boca igualó 1-1 con Argentinos Juniors (gol en contra de Miguel Torrén) y anteanoche perdió en La Plata frente a Estudiantes (0-1).
En el medio estuvo el encuentro de octavos de final de Copa Argentina con River, también en La Plata, que el conjunto azul y oro terminó llevándose en la serie de penales (4-1), después de que los 90 minutos finalizaran empatados sin tantos.
Por último, aparecen hechos inclasificables. Son los casos de Edwin Cardona y Sebastián Villa. El primero eligió romper la burbuja de la que formaba parte con el seleccionado de Colombia en la Copa América e irse de vacaciones con su familia, en lugar de tomar el chárter que Boca le puso a disposición, para contar con él para los cruces con el Mineiro. El segundo renovó y mejoró su contrato en mayo pasado, donde también creció la cláusula de salida. Y tres meses después decidió retirar sus pertenencias del Predio de Ezeiza y exigir que el club lo venda a Europa.
Luego, cuestiones familiares demandaron su presencia en Colombia, donde aguarda una oferta que le permita irse de Boca y de la Argentina. Aunque en 2022 inevitablemente tendrá que volver: entonces comenzará el juicio oral que lo tiene como acusado de violencia de género contra su ahora exnovia.
Boca atraviesa una crisis futbolística muy grande. Como suele pasar, el hilo se corta por lo más delgado y Miguel Russo pagó los malos resultados con su salida. Ahora el histórico DT ya no está, pero lo más preocupante es que Boca todavía no tiene claro cómo salir.