El libro más temido de la Biblia: qué es el Apocalipsis y por qué el 666 es el “número de la Bestia”
Desde siempre, el final de las Sagradas Escrituras es interpretado como el anuncio de la muerte y la destrucción del mundo. Sin embargo, la lectura correcta es otra. Además, a quién identifica el Triple 6, la cifra que se asocia al diablo
Sin embargo, tanto para los judíos como para los cristianos el género apocalíptico no fue escrito para generar temor, miedo y zozobra sino esperanza. Veamos una definición de este género literario: “Se conoce como género apocalíptico a un conjunto de expresiones literarias surgidas en la cultura hebrea y cristiana durante el período helénico y romano entre los siglos II y I aC y siglos I hasta mediados del siglo II y que expresan, por medio de símbolos y complejas metáforas, la situación de sufrimiento del pueblo judío o de los seguidores de Cristo y su esperanza en una intervención mesiánica salvadora, o en el caso de la apocalíptica cristiana en la Parusía o segunda venida de Cristo.”
Es decir que no solo narra el fin de los tiempos y la llegada de Jesús, sino también narra la esperanza del pueblo de Israel en los momentos más terribles de su existencia. La palabra griega apocalipsis significa “desvelar” o “revelar.” De allí que algunas biblias denominan al libro del Apocalipsis como “Libro de las Revelaciones”. Lo que principalmente se revela en el género de la apocalíptica es el fin de la historia y la eternidad que lo seguirá, en la que se establecerá la justicia de Dios.
La literatura apocalíptica del Antiguo Testamento se escribió en tiempos de crisis, comenzando con la tiranía de Antíoco Epífanes en el 175-164 a.C., pasando por la primera revuelta judía del 66-70 d.C. y culminando con la segunda revuelta bajo Bar Kocheba en el 132-135 d.C.. En sus mensajes, los apocalípticos seguían a los profetas israelitas, que pretendían decir y explicar la palabra de Dios para los tiempos que vivían, y creían, esperaban y rogaban por el triunfo de la justicia. Lo que más nos llama la atención en estos escritos es el uso abundante e imaginativo de simbolismo, que debe ser interpretado con sentido figurado, nunca textualmente. Su lenguaje, por otra parte, es casi siempre evocativo, sugerente, connotativo y también bastante oscuro en algunos textos. Porciones de Joel, Amós, Zacarías e Isaías tienen rasgos apocalípticos, también el libro de Daniel que es para muchos el libro de la apocalíptica por excelencia.
En el Nuevo Testamento, el libro de Apocalipsis de Juan es el único documento totalmente apocalíptico. El autor del mismo se llama a sí mismo con ese nombre. “Juan a las siete iglesias que están en Asia” (Ap. 1, 4). Y de nuevo, “yo, Juan, vuestro hermano y compañero de la tribulación. . . me encontraba en la isla llamada Patmos, por causa de la Palabra de Dios” (1, 9). El vidente no da más detalles sobre su persona. Pero hay otros párrafos del Nuevo Testamento que sí se podrían clasificar como apocalípticas y son Mateo 24–25 y Marcos 13. Asimismo, algunos segmentos de las cartas a los Tesalonicenses contienen elementos apocalípticos: el apogeo del mal: 2 Tes. 2:1-4 ; Cristo desciende del cielo 1 Tes. 1:10 con la voz del arcángel y la trompeta de Dios: 1 Tes. 4:16; 2 Tes. 1:7; los ángeles lo acompañarán como ejecutores de su decreto: 2 Tes. 1:7; se tomará venganza sobre los impíos tanto gentiles como judíos: 1 Tes. 4:6; 2 Tes. 1:8, la condenación de los malos será su destrucción eterna 2 Tes. 1:9. Y cuando el mal ya reine en la tierra Cristo descenderá del cielo y matará al hombre de pecado con el aliento de su boca para luego destruirlo con la manifestación de Su venida 2 Tes. 2:8.
Los números también son simbólicos en el Apocalipsis de Juan: 3 para Dios, 4 para la naturaleza, 6 para lo incompleto y a veces lo malo, 7 para lo completo y perfecto, casi siempre bueno con la excepción de la parodia del dragón y la bestia. El 10 también es completo, el 12 señala al pueblo de Dios (12 patriarcas, 12 apóstoles, 12 tribus de Israel, 12 piedras del altar, etc…). Una multiplicación añade al significado del dígito: 144.000 es el cuadrado de 12 por el cubo de 10. Cuando las cifras son simbólicas, no deben traducirse al sistema métrico ni a otras medidas porque perderían ese significado.
También debemos entender en esta simbología al famoso 666, el número de la bestia. No debemos olvidar que no existían los números como hoy los conocemos y las cifras eran escritas con letras, lo que nosotros llamamos “números romanos. Por tanto la cifra 666 es DCLXVI. Este acrónimo vendría a significar: Domitius (o Domitianus) Caesar Legatos Xti Violenter Interfecit, que traducido es: “Domicio (o Domiciano) César mató vilmente a los enviados de Cristo”. Domicio es el nombre del emperador Nerón antes de ser adoptado por el emperador Claudio como hijo suyo. La cifra apunta a Nerón o al emperador Domiciano, famosos ambos por sus persecuciones a los cristianos y es signado como el Anticristo. Después en la historia llegaron muchos más que podrían encajar como “el anticristo” dada la monstruosidad de las atrocidades que cometieron contra la humanidad: Hitler, Stalin, Mao, y acá en América Latina también tuvimos los nuestros: Pinochet, Videla, Galtieri, etc…
Siguiendo con los números, el Apocalipsis contiene series del número 7 a lo largo de todo sus escritos. Las más notorias se encuentran por la relación que guardan entre sí los tres septenarios de sellos, trompetas y copas.
Los 7 sellos: Los primeros cuatro sellos originan a los famosos jinetes. Tengamos en cuenta que el número 4 representa a toda la Creación, por lo que las plagas se extenderían entonces por toda la Tierra. Los sellos 5 y 6 originan cataclismos. Después del sexto sello se da una visión de esperanza y con el séptimo sello comienza el siguiente septenario: las trompetas, y con ellas en realidad todo el resto del libro, que concluye con la visión final de la Nueva Jerusalén que veremos más adelante.
El septenario de las trompetas comienza con una visión celeste de confianza, después se tocan las trompetas, acompañadas de cataclismos. Luego de la sexta trompeta, viene una visión de esperanza. Al tocarse la séptima trompeta, hay un cántico de victoria.
El septenario de las copas aparece un poco después. De nuevo, comienza con una visión celeste de anhelo de gozo. Después las copas se derraman en libación, acompañadas de cataclismos. Luego de la sexta copa, aunque sumergido en un ambiente de derrota, viene una promesa de esperanza. La conclusión de este septenario, luego de derramar la séptima copa, comienza con la presentación de la prostituta de Babilonia, pero poco a poco pierde poder y concluye con la visión gloriosa del final del libro.
No debemos olvidar una muy famosa imagen que se nos plasma en este libro “la mujer vestida de Sol y la luna bajo sus pies”, leemos en Apocalipsis 12:1-2: “Apareció en el cielo una señal grandiosa: una mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Está embarazada y grita de dolor, porque le ha llegado la hora de dar a luz.” Para muchos estudiosos de la Biblia, esta mujer simbolizaría a la Iglesia naciente. Para los católicos sería una prefiguración de la Virgen María.
Si realizamos un listado de este género en la Biblia, lo podemos encontrar, más allá de lo citado anteriormente, en:
El libro de Daniel: Daniel 1-12
El denominado apocalipsis del libro de Isaías: Isaías 24-27; 33; 34-35.
Varios pasajes del libro del profeta Ezequiel: Ezequiel 2:8-3; 3:38-39.
Pasajes del libro del profeta Zacarías: Zacarías 12-14.
Pasajes del libro del profeta Joel: Joel 2.
El llamado “Discurso Escatológico” en los evangelios: Mc 13, Mateo 24, Lc 21.
Pasajes de las Cartas de San Pablo: 1Tesalonicenses 4:13-5:11; 2Tesalonicenses 2.
Y el Apocalipsis según san Juan.
Lamentablemente, escuchar el término “Apocalipsis” nos suena a horror, muerte, destrucción y espanto. Pero este género, como dijimos al comienzo, busca un “final feliz” por decirlo de un modo coloquial. Leemos como todo termina bien para los buenos en Apocalipsis de Juan 21:1-7: “Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y el mar no existe ya. Y vi a la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia que se adorna para recibir a su esposo. Y oí una voz que clamaba desde el trono: ‘Esta es la morada de Dios con los hombres; él habitará en medio de ellos; ellos serán su pueblo y él será Dios-con-ellos; él enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte ni lamento, ni llanto ni pena, pues todo lo anterior ha pasado.’ Y el que estaba sentado en el trono dijo: ‘Ahora todo lo hago nuevo’. Luego me dijo: ‘Escribe, que estas palabras son ciertas y verdaderas’. Y añadió: ‘Ya está hecho. Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tenga sed yo le daré de beber gratuitamente del manantial del agua de la vida. Esa será la herencia del vencedor: yo seré Dios para él y él será hijo para mí.’
Podemos leer en final en Apocalipsis 22: 16-20: “Yo, Jesús, he enviado a mi ángel para decirles lo que se refiere a las Iglesias. Yo soy el brote y el descendiente de David, la estrella radiante de la mañana. El Espíritu y la esposa dicen: ‘¡Ven!’ Que el que escucha diga también: ‘¡Ven!’ El que tenga sed, que se acerque; y el que lo desee, reciba gratuitamente el agua de la vida… El que da fe de estas palabras dice: ‘Sí, vengo pronto.’ Amén. Ven, Señor Jesús.”
Como vemos, es alegría y esperanza en un mundo que será renovado lo que genera la literatura apocalíptica. Pero como lo he dicho en otras oportunidades; la alegría de una nueva humanidad, la esperanza del fin del mal no genera dividendos en los guionistas y escritores de películas. Así que para ellos, el género de la apocalíptica será nada más que muertos saliendo de los sepulcros, desesperados para tragar todos los cerebros posibles y hacer crecer sus billeteras.