De la sonrisa de Lionel Messi al fascinante reto de Mauricio Pochettino, otro tiempo comienza en París
El crack argentino es la joya que faltaba para un plantel que en apariencia lo tiene todo; el DT, frente a un desafío enorme, fascinante y con un margen de error muy pequeño
Si bien tanto la despedida del 10 rosarino de Barcelona como su llegada a París estuvieron rodeadas por una emotividad que a los argentinos nos tocó de manera especial, la nueva situación genera interrogantes.
Uno es general y está relacionado con el destino del fútbol como negocio. La concentración de cracks en un grupo cada vez más selecto de equipos amenaza con hacer desaparecer la incertidumbre, que desde siempre ha sido uno de los grandes misterios de este juego, porque la elite se reduce más y más, y a las etapas decisivas de los torneos siempre llegan los mismos clubes. La sensación es de que no hay marcha atrás, y me cuestiono dónde está la rentabilidad cuando la desigualdad es feroz y las cajas de la mayoría de las entidades se vacían para que crezcan sólo las de un pequeño puñado.
La otra pregunta, puramente futbolística, se refiere a la capacidad de Pochettino de ejercer una de las tareas a las que un director técnico nunca debe renunciar: darles día tras día más valor a los jugadores a los que dirige. Sólo que esta vez tendrá que hacerlo con Messi, Neymar y Mbappé, lo cual es en cierto modo una dificultad: hay que estar muy preparado para ser entrenador de jugadores que serían capaces de autogestionarse.
En ese sentido, la primera obligación del técnico de PSG no es pensar en ganar la final de la Champions sino definir un equipo. Hacer suya una idea de juego y tener las dosis justas de conocimiento, espíritu docente, carisma y afecto para saber transmitirlas a las grandes estrellas con las que se sentará a la mesa. La segunda es saber ocupar el papel que le corresponde, es decir, ser entrenador y no adulador ni hincha.
El fútbol actual es más colectivo que nunca. En la participación de todos, arquero incluido, cuando se tiene la pelota, y en el esfuerzo de todos cuando toca recuperarla. Las figuras estelares suelen estar más abocadas a la creatividad y la espontaneidad, y la reunión de varias de ellas en un mismo equipo puede provocar cierta pereza a la hora de la recuperación y la defensa. Lograr el compromiso necesario para pensar y actuar en función de equipo es el reto que se le plantea en lo inmediato a Pochettino, más allá de que la categoría de los delanteros pueda definir un partido en cualquier jugada.
La ventaja con la que cuenta PSG es que posee excelentes especialistas en todas las posiciones, y tener grandes jugadores no sólo le da vuelo y virtuosismo al conjunto sino también funcionalidad, porque conocen los secretos del juego y comprenden lo que deben hacer en cada momento y en cada sector de la cancha.
En el nuevo equipo de Messi hay muy buenos laterales y centrales, y volantes de asociación como Paredes, Verratti y Ander Herrera, un jugador tácticamente inteligente que puede ser un excelente complemento para cuando el equipo se desorganice o pierda el rumbo. Está Di María, un futbolista muy disciplinado que tiene muy claro lo que significa jugar en equipo, y delanteros desequilibrantes como Neymar, Mbappé, e incluso Icardi y Sarabia. Messi se suma a todo este bagaje, con su faceta de estratega y su magia intacta.
Dicho de este modo parece fácil deducir que PSG no tendrá rivales, pero sin embargo... El fútbol, entre otras cosas, es complementación, ensamblar piezas para que todo ruede. Si Messi tiene la pelota, necesita que haya gente que le pase por detrás, que tire desmarques, que se le acerquen para tirar una pared. Y a la hora de la recuperación se requiere armonía para presionar en los momentos adecuados, respaldos, y voluntad para no desentenderse de la tarea y no cortar al equipo en dos.
Y por otra parte, el conjunto parisino jugará contra el mundo. Los futbolistas de cada equipo con el que se enfrente soñarán con actuaciones épicas y eso creará un nivel de exigencia mayor que el que imaginamos. Una exigencia que por supuesto se incrementará a medida que avancen las rondas de la Liga de Campeones y ante PSG se paren los poderosos de la Premier inglesa o Bayern, a priori los que parecen en mejores condiciones de discutirle la supremacía.
Un párrafo final para el propio Messi. Quizás demoró más de la cuenta en pegar el portazo en Barcelona; tal vez podría haber tomado la decisión hace tres o cuatro años, cuando ya había señales evidentes de deterioro institucional en el club. Pero nunca resulta sencillo salir del hogar y nadie es quién para juzgarlo. La nueva etapa lo encuentra más maduro, sereno y feliz. El éxito en la Copa América influye; también el reencuentro con su amigo Neymar. Le sale fácil la sonrisa, se vuelve a verlo contento. Messi y el glamour de una ciudad como París son el cóctel ideal para crear una de esas ilusiones futbolísticas que tanto escasean en estos tiempos. Seguir su evolución será el gran incentivo de la temporada que empieza.