Con varios de los objetivos incumplidos, Falcioni sabe que ganar el clásico es una necesidad imperiosa

Con las rápidas eliminaciones de la Sudamericana y de la Copa Argentina, el derby de Avellaneda puede ser un pequeño consuelo para un técnico que no termina de enderezar el barco

El diagnóstico de Falcioni fue que había que dejar de perder. Con el incorporado Juan Manuel Insaurralde como bandera (un refuerzo que fue un acierto del DT), armó una estructura defensiva de cinco hombres y planteó la mayoría de los partidos sobre la base de cesión de protagonismo e intento de golpear para luego replegarse y esperar el final. Logró en parte su cometido: les ganó a equipos inferiores y no consiguió doblegar a los que presentaban mejor funcionamiento. Así y todo, le alcanzó para llegar a instancias finales en la Copa local y superar la fase de grupos de la Sudamericana. En cuanto al juego, lo que se vio nunca cautivó.

Copetti y Barreto disputan la pelota durante el último clásico, que terminó envuelto en controversia

Copetti y Barreto disputan la pelota durante el último clásico, que terminó envuelto en controversiaLA NACION/Mauro Alfieri

En ese primer semestre, Falcioni afrontó varios golpes emocionales durísimos, que lo sacaron del juego durante varias semanas: el Covid y el fallecimiento de su esposa.

Tras el receso, el DT tomó fuerzas y -pese a no contar con ningún refuerzo debido al pésimo estado económico en el que esta dirigencia sumió al club- se animó a un cambio de postura de su equipo. Desarmó la línea de 5 y optó por no “despreciar” la pelota. Sin embargo, los resultados fueron malos: eliminado de la Sudamericana por Santos y de la Copa Argentina por Tigre, luego de dejar una lamentable imagen, solo le queda navegar el torneo local, que si bien en cuanto a resultados no es malo, transita por el carril de la mediocridad. Y lo que asomaba como un cambio para bien en la intención de juego, volvió a foja cero. Los últimos partidos dejaron en claro que cualquier equipo que tenga en claro un plan de juego –por más simple que sea- supera a Independiente.

El desafío ante Racing implica para Falcioni un riesgo que Independiente trae por acumulación. Lleva tres caídas consecutivas ante el clásico rival de Avellaneda. Aquel 1-3 del Racing de Chacho Coudet, que luego sería campeón, en 2019; el resonante 0-1 en el Cilindro, con un Racing diezmado por las expulsiones, y el último, también derrota por la mínima diferencia, con el escandaloso penal cobrado por Mauro Vigliano. Este último partido, Falcioni no lo pudo seguir desde la línea de cal: lo vivió desde su casa, ya que estaba afectado por Covid. Días después, mientras se seguía discutiendo por el inexistente penal cobrado, declararía: “A partir de esa jugada, la tensión y el estrés que tuve me desestabilizaron. Fueron los peores cuatro o cinco días de la enfermedad”.

Julio Falcioni señala al cielo luego del partido ante Bahía, por la Sudamericana; un homenaje a su esposa, recientemente fallecida

Julio Falcioni señala al cielo luego del partido ante Bahía, por la Sudamericana; un homenaje a su esposa, recientemente fallecidaJUAN MABROMATA - AFP

La referencia a Vigliano volvió a estar en boca de Falcioni el último fin de semana, luego del empate 1 a 1 ante Platense. Visiblemente ofuscado por un par de fallos de Diego Abal que el técnico siente que perjudicaron a su equipo, se despachó: “Cada vez que Independiente intenta levantar cabeza aparecen estos arbitrajes que perjudican. Estamos acostumbrados a que nos caguen. Fue un penal clarísimo. No entiendo por qué no lo cobró. Parece que fuera a propósito. Al comienzo del partido hubo plancha de roja contra Lucas Romero. Para mí, Diego Abal no quiso cobrar el penal. Contra Racing que pongan a (Mauro) Vigliano, cualquier árbitro que nos toque va a ser lo mismo”.

Con Falcioni en funciones, Independiente jugó 29 partidos, de los cuales ganó 13, empató 8 y perdió 8 (no llega al 45 por ciento de consecución de puntos). Anotó 34 goles y recibió 22. Los números fríos no son del todo malos, pero conocido el contexto dejan un sinsabor en el simpatizante rojo.

Ante este panorama, el clásico de Avellaneda aparece como un encuentro crucial para el técnico de Independiente. No porque una derrota pueda poner en duda su continuidad, pero sí para dotar de un poco de oxígeno a un proyecto al que en pocos días se le fueron cayendo los objetivos como fichas de dominó.

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