Causas y consecuencias: ¿por qué River no puede mostrar su superioridad ante Boca?
La tendencia de 2021 se repitió en La Plata. Por qué hoy se le dificulta lo que antes le costaba tan poco.
Olé"No tenemos que cambiar nada de lo que venimos haciendo en estos últimos partidos, que ha sido muy bueno”.
River no escuchó a Gallardo. O no logró, de mínima, replicar en La Plata aquella indicación que el deté había brindado públicamente luego del empate ante Huracán. La pauta de MG había sido clara al proyectar el superclásico: replicar las demostraciones de vigor y contundencia que habían propiciado las victorias ante Argentinos (Libertadores), Unión y Lanús (LPF).
Una idea que no resultó tan simple de desarrollar, a punto tal que esos fueron los grandes déficits de su equipo en el empate -con eliminación incluida- ante un Boca dócil en ofensiva pero estructurado para inhabilitar los procesos creativos rivales.
Se entiende, entonces, que en el cuerpo técnico del Muñeco se haya quedado la sensación de insatisfacción por no haber capitalizado las situaciones de gol y el propio potencial implícito del equipo para dejar fuera de todos los frentes de competencia a un rival que acabó avanzando de ronda sin haber pateado al arco durante los 90 minutos. Y que en los penales hizo negocio para validar la teoría del cambio de paradigma desde la llegada de Riquelme al poder y de Russo al banco. Una que en River consideran una especie de posverdad instalada prematuramente pero que no deja de generar inquietud. No tanto por la estadística -no registra caídas en los noventa minutos, tampoco victorias- sino por lo conceptual.
Porque River estuvo lejos de plasmar su teórica superioridad. En la práctica le faltó la autoridad de antaño. Le ocurrió en el Único, cuando no logró sacarle rédito a las situaciones generadas, pero también en la Bombonera en el primer cruce del año, cuando pagó en cotización blue las fallas de Paulo Díaz y de Rojas, quien acabaría signado por el reto del Muñeco por su falta de “malicia” para frenar a Tevez. Pero esa carencia tiene una explicación de base.
Lo que ya no tiene y que se extraña
El Muñeco ya no cuenta en los extremos del equipo con aquellos jugadores que solían potenciarse en los Súper: Díaz y Martínez están consolidándose aunque no están en el nivel que mostraron Maidana, Funes Mori o Pinola; Álvarez y Romero tienen potencial pero no lograron imponer su jerarquía como en otros tiempos supieron hacerlo Pratto, Scocco o el Pity Martínez.
Y aunque en el mediocampo sí hay equivalencias entre Ponzio y Enzo Pérez, y que De La Cruz puede desestabilizar con gambeta y potencia, también se hace evidente la ausencia de recambio de jugadores consolidados para ocupar posiciones determinantes o de titulares cerebrales e incisivos como Palacios y Nacho Fernández o, más atrás en el almanaque, Kranevitter, Sánchez o Pisculichi. Y, limitado desde las variantes por el proceso de recambio o por las bajas (ocurrió en mayo en el clásico que cayó en pleno brote de coronavirus), pierde recursos de respuesta.
Le cuesta sostener los niveles de tensión y de concentración de, por ejemplo, los clásicos de 2014, 2015 o 2018, como así también marcar la diferencia a través de ese plus extraordinario que inclinaba la balanza anímica: el penal de Barovero a Gigliotti, el gol de Pratto sacando del medio, el bombazo de Quintero en Madrid. Este equipo debe construir su propia mística clásica explorando sus máximos recursos. Queda un clásico más, al menos, en la era Gallardo: el de octubre podría ser el último si el DT no renueva en diciembre. La última chance de volver a ser Súper.