Carvajal encuentra la salida
Un gol de volea del lateral le da al Madrid una victoria al esprint. Vinicius sentó a Hazard y justificó la medida. El Betis entregó el partido cuando perdió de vista a Canales.
Hay fichajes que, por la notoriedad del afectado, el tamaño de los negociadores, la descomunal cuantía de la operación y el empleo del tiempo como si fuera pólvora se alargan más que un concilio vaticano. No se necesita explicar que por las razones expuestas el de Mbappé es uno de ellos. Casos así chupan tanta cámara que pueden llevar al público y a los equipos implicados a olvidar que mientras se discute también se juega. Y que el fútbol está construido de ilusiones pero cimentado por la aritmética. Así que el Madrid lleva tres semanas distraído, con un pie en cada mundo.
El real le llevó al Villamarín, donde Hazard empezó en el banquillo, esta vez sin lesión o convalecencia que lo justifique. Cada día es más difícil creer que no se le pasó el arroz. Ha mutado de futbolista que rompía líneas a funcionario desesperadamente lineal. Incluso para un técnico muy escrupuloso con los rangos como Ancelotti. Así que esta vez puso a Vinicius. Futbolistas como él traen lo inesperado, evitan que unos partidos se parezcan a los otros como gotas de agua y llevan público a los estadios. Vinicius figura en ese grupo aunque aún está a medio hacer y quedan dudas de si llegará a completar el puzle. Por ahí empezó el partido el Madrid. Antes del minuto 5 había sacado de pista a Pezzella. Benzema no abrochó la diablura del brasileño.
El apagón de Isco y Bale
En las mismas se vio Pellegrini, que tiró de Juanmi, el suplente que le había dado los dos puntos que llevaba el Betis en esta Liga. Tras una mala salida, su equipo equilibró pronto el juego desde la omnipresencia de Canales, un centrocampista absorbente, y la fascinación de Fekir, que fantaseó con el gol en una falta que pedía un centro y acabó en un disparo.
Así que le quitó la pelota al Madrid y redujo a cero los acontecimientos en su área. Tampoco alborotó en la ajena. En los de Ancelotti, ninguno de sus futbolistas más ocurrentes se encontró cómodo. De Isco, en zona sombreada, a Benzema, alejado del área, pasando por Bale, jugador de enormes ausencias durante los partidos. Así que quedó un Madrid en edición de bolsillo, obligado a defenderse y sin centrocampistas que pasaran a limpio su juego durante toda la primera mitad, más allá de las conducciones largas de Valverde.
Otro Madrid
Volvió del descanso un Madrid con mejor ánimo en la presión y fue más al grano. Regresó Vinicius, apareció Benzema, salió del coma Bale. Dos fueras de juego estropearon sus primeras acometidas, pero el Betis perdió la conexión con Canales y Fekir. El golpe de autoridad tuvo efecto inmediato. Una contra, provocada por un error de Juanmi, acabó con un preciso envío de Benzema voleado con contundencia por Carvajal para poner por delante a los suyos. Ese fue el efecto más apreciable del Madrid que volvió del descanso: los laterales le pusieron alas. Fue entonces cuando Ancelotti probó a Asensio, que algún día tendrá que dejar de correr el Tour del Porvenir, como interior y buscó un extremo con más vuelta, Lucas Vázquez. Esta vez quedaron justificadas las sustituciones de Isco y Bale.
Ya no hubo volantazo bético, más allá de una ocasión final de Montoya. Los que metió Pellegrini no mejoraron a los que salieron y el Madrid fue capaz de bajarle el volumen la partido con una última reforma de urgencia por la lesión de Miguel Gutiérrez. Carvajal acabó de lateral izquierdo y Lucas Vázquez, de derecho. El dato da que pensar que el equipo se ha quedado corto atrás. Todo sea por Mbappé.