Jugadores vs. Consejo de Fútbol: la presión de Sebastián Villa para irse, un problema repetido en el actual ciclo de Boca
“El que no quiere estar, tiene las puertas abiertas”, es la frase del equipo que lidera Juan Román Riquelme, pero pareciera que ese mensaje actúa de impulso en los jugadores para buscar otros destinos; el colombiano presiona para viajar a Europa
Es una realidad la sensación constante que el Xeneize tiene menos que antes: a lo largo de la actual gestión, fueron más repetitivas las ganas de irse de los futbolistas que ya formaban parte del plantel que las posibilidades y esfuerzos por llegar a la entidad de la Ribera. Uno de los factores, claramente, es la economía nacional. Sin embargo, es llamativa la cantidad de jugadores que, estando en Boca, forzaron la salida incluso en momentos previos a disputar partidos importantes. Sucede ahora con Villa, en la previa de un cruce clave ante River, por la Copa Argentina; también ocurrió lo mismo con Mauro Zárate, en la antesala de una semifinal con Racing.
Sin vueltas: Villa quiere dejar Boca. Tras casi tres años en la institución, ya dejó claro el portazo que pretende después de que se fuera de la práctica del jueves envuelto en un nuevo escándalo: se despidió de sus compañeros, retiró sus pertenencias y en el entrenamiento del viernes no se presentó. Si bien se rumorea que Riquelme y sus laderos quieren hablar con el delantero, el enojo en el club no bajará con él ni con su representante: “Su agente es un pícaro. Presiona a través de la prensa y dándole órdenes al pibe”, le comentan a LA NACION desde lo alto de la directiva.
¿Dónde está el cortocircuito? El Consejo le habría prometido al extremo una venta inmediata y el jugador –y su entorno- entienden que no la están cumpliendo. Por el contrario, en el xeneize aseguran que mantienen la negociación con Brujas, de Bélgica. ¿Por qué entonces no aceptan las ofertas? “Es complicado concretarlo porque es muy poco lo que ofrecen (rondaría los 6,5 millones de dólares). El tema es que nosotros tenemos el 70% y el 30 se lo lleva Deportes Tolima”, explican desde las cercanías a Riquelme. Entonces, lo único que pretenden es una ganancia acorde a lo que esperan por el futbolista que fue catalogado por el propio encargado del fútbol profesional xeneize como “el mejor del país”.
Porque la premisa, desde el comienzo del mandato, fue que “si un jugador se quiere ir, tiene las puertas abiertas. Queremos gente que quiera vestir la camiseta”. Hasta el presidente Jorge Ameal repitió esta frase con orgullo en estos días. El mensaje evidencia la intención de que en el vestuario inflen el pecho y saquen a relucir todo su potencial. No obstante, muchos parecieran haber encontrado en esas palabras el aire y coraje suficiente para sacarse una mochila pesada de encima. El firme discurso, sino se lo fortalece desde los tratos personales o las seducciones económicas, puede pasar a ser endeble.
Imposible no remontarse a la novela Guillermo “Pol” Fernández, en la que el Consejo tenía todo acordado con Cruz Azul para estirar un año más el préstamo, pero –de repente- el volante anunció en privado que prefería retornar a México: lo colgaron varios meses pese a que el equipo seguía en competencia en la Copa Libertadores 2020. Quizás, por el mismo camino iba lo de Julio Buffarini. Y si bien no repitieron el error de separarlo, tomaron otra decisión que generó un sismo: autodestruyéndose, el club sacó un comunicado oficial para despedir al lateral seis meses antes y en el medio de los cuartos de final de aquel certamen, ante Racing. ¿Por qué? Se cansaron de ofrecerle la renovación.
Otro al que no pudieron retener fue Junior Alonso, el zaguero paraguayo por el que estaban decididos a abonar más de U$S 3.000.000 a Lille, de Francia, acción suspendida cuando el jugador se reunió y alegó problemas personales por los que debía volver a su país: a las semanas, ya estaba vestido con la ropa de Atlético Mineiro.
Los dos arqueros, Esteban Andrada y Agustín Rossi, ya habían avisado que querían irse. El segundo, por querer atajar, pero finalmente se le terminó dando al primero, que quería cambiar de aire y fue vendido a Monterrey. Y si bien no se volvieron locos por retener a Zárate, es otro de los nombres. Bien puede compararse mínimamente con la situación de Villa: el ex Vélez se levantó un día con su característico impulso (antes de que terminara el último semestre), le reprochó a Russo su poca participación, se despidió de los compañeros, retiró sus pertenencias sin más y rescindió su contrato.
Al que sí pudieron sostener en el plantel fue a Agustín Almendra. En ese sentido, Riquelme y sus laderos se manejaron con un buen procedimiento. Fastidioso por no jugar ni ser vendido o cedido, el joven no se presentó a entrenar durante cuatro meses, pero dialogaron, se entendieron y lo recuperaron: hasta que se lesionó, fue titular.
Hay otros nombres que se sostienen, pero que mostraron el deseo de dejar la institución. Por ejemplo, Cristian Pavón: si de él dependiera ya estaría en cualquier otro lugar, pero es útil ante la falta de ofertas. Boca lo quiere vender ya que en menos de un año queda libre y existe una relación llena de chispas: puso excusas para no retornar al club a tiempo, sumado a la operación de tobillos a la que se sometió.
Lisandro López, Jorman Campuzano y hasta Eduardo Salvio, confeso hincha, fueron noticia por sus pedidos de irse. Los dos primero no tienen propuestas seductoras para Boca, mientras que “Toto” sufrió la rotura de ligamentos y aún le quedan unos meses para la recuperación.
Emmanuel Mas, Leonardo Jara y Franco Soldano se fueron por bajos rendimientos, porque el propio Consejo no quiso seguir contando con ellos, pero el caso “Wanchope” Ábila tuvo una particularidad: el hecho de haber pedido que aceptaran la oferta de cesión de Minnesota, de la MLS, tuvo el detonante en lo poco considerado que era por Russo pese a sus goles. Un ejemplo de que hasta el que más quería quedarse se terminó yendo...
Boca vive alterado. Y no entiende de contextos esenciales ni de la preparación en paz de un partido importante, como el superclásico que se avecina por Copa Argentina. Mientras entre dirigentes y jugadores se responsabilizan mutuamente por la situación, la sangría lo único que hace es debilitar al plantel de Miguel Ángel Russo.