Boca se juega una final en campo Mineiro
El equipo de Russo disputa disputa mucho más que una revancha de 8° de Libertadores en Brasil.
OléGente. Lo único que le faltará al partido de este miércoles será gente. Público. Aliento. Banderas. Fuegos artificiales. Calor. Gritos de gol, de “¡uh!”, de “¡eh!”. Por todo lo demás, el espectáculo (para los neutrales, claro) pareciera estar garantizado: resultado abierto, polémicas, rachas, millones de dólares en juego y ciclos, de un lado y del otro, que pueden quedar heridos si las cosas no salen como se esperan. El Boca de Russo y de Riquelme se juega el año en 90 minutos ante Atlético Mineiro. Y puede pasar de todo.
Aunque el propio Román le haya bajado el precio, para Boca la Libertadores sigue siendo una obsesión. El mes pasado se cumplieron 14 años de la última Copa y ya ni rastros quedan de aquel equipo. Sólo la estela del 10 y la mística de Miguel, que hasta ahora no alcanzó.
El papelón que se vivió en la ida le aportó picante a una serie de por sí repleta de condimentos. El gol mal anulado a Boca por una supuesta infracción de Briasco pudo haber cambiado el mapa de la serie. Dos resultados a favor y viajar sin necesidad de convertir de visitante le hubieran dado a Boca la tranquilidad que hoy no tiene. El 0-0 lo lleva a los penales y cualquier otro empate lo deposita en cuartos, donde vienen River y Argentinos.
El tema arbitraje no será menor. Por el antecedente de la ida y por los pergaminos del uruguayo Esteban Ostojich, el árbitro de la revancha, que ya perjudicó a Boca en esta misma instancia de la Copa anterior, también en Brasil, al omitir la roja a un jugador de Inter que cortó a Villa cuando se iba al gol. Encima, al llegar a Brasil, al plantel lo demoraron en el aeropuerto con todo tipo de “pedidos”. Esto es la Copa...
Por eso, antes que nada, Boca deberá enfocarse en el partido. Revisar los errores que lo llevaron a ganar un solo partido de los últimos nueve (3-0 a The Strongest) e intentar explotar las debilidades de un rival que arrasó en la fase de grupos y sacó 16 de los últimos 18 puntos en disputa, con la salvedad que el único partido que no ganó fue ante el Xeneize en la Bombonera.
Además, tiene encendido a su goleador Hulk (viene de marcarle un doblete a Corinthians y de sumar 20 partidos al hilo) y, pese a que arrastra una molestia muscular, contará nuevamente con Nacho Fernández de entrada. El único cambio sería Dodó por Réver, y así Junior Alonso iría a la cueva.
El equipo
Russo, por su parte, apostará por los mismos 11 del partido en Buenos Aires con el único objetivo de avanzar a cuartos y consolidarse en el cargo, misión nada sencilla teniendo en cuenta la gran cantidad de bajas que sufrió el plantel y los tres titulares que no tendrá a disposición para la definición de esta llave. A las salidas de Tevez, Andrada, Capaldo, Buffarini, Mas, Jara, Zárate y Soldano, hay que sumarles las ausencias de Almendra (esguince de tobillo izquierdo), Edwin Cardona (rompió la burbuja en vacaciones y sigue de cuarentena) y Frank Fabra, que retornó al país tras su participación en la Copa América y la licencia que le dio Boca por el fallecimiento de su padre.
Así, los laterales volverán a ser Weigandt y Sandez, González será el tercer volante y arriba continuará el tridente Pavón-Briasco-Villa, que podría jugar su segundo y último partido ante Mineiro. Sí, porque Russo también podría perder a Kichán y al colombiano, por quienes se analizan ofertas desde Europa. Si Boca pasa, para cuartos recuperará a Fabra y a Cardona, podría contar con Advíncula y quizás ahí sí acelere por Borja o Roger Martínez. Si el objetivo no se cumple, el Consejo evaluará las formas y decidirá las secuelas...
Boca, que llegó a la serie de punto, plantó bandera en la ida y hasta mereció algo más que el empate sin goles. La estadística juega a su favor: de 21 mata-mata con brasileños, salió victorioso en 17, aunque nunca le tocó definir con Mineiro. Boca se juega una final. ¿Ve el horizonte?