Boca 91, el campeón sin corona: la historia jamás contada sobre la final que Latorre y Batistuta no pudieron jugar contra Newell’s
A 30 años de un equipo que quedó grabado en la memoria de los hinchas pese a no ganar títulos
Dirigidos por el uruguayo Oscar Washington Tabárez, aquel conjunto reunió todo lo que un campeón necesita: compromiso grupal, calidad individual, actitud, hombría, hambre de gloria, fútbol de alto vuelo y resultados.
Para tomar dimensión de lo conseguido por aquel equipo basta con comparar las estadísticas con otro que fue campeón y que también terminó invicto.
El Boca del Clausura 91 ganó más partidos (13, más 6 empates) que el que se llevó de punta a punta el Apertura 2011 dos décadas más tarde, con la conducción técnica de Julio César Falcioni (12 triunfos y 7 igualdades).
Los dos recibieron la misma cantidad de goles (6), pero el que dirigía el Maestro hizo 7 tantos más que el del Emperador (42 a 35).
En su campaña, el Boca del Clausura 91 tuvo actuaciones notables. Por ejemplo el apretado 1 a 0 ante River, por la sexta fecha, en el cual Diego Latorre colgó la pelota de un ángulo con un fuerte remate desde tres cuartos de cancha y a pocos minutos del epílogo.
También el categórico 6 a 1 sobre Racing (con Sergio Goycochea en el arco), en una mañana de domingo lluviosa en la Bombonera, donde el barro fue testigo del show del tridente compuesto por Gabriel Batistuta, Gambetita y el recientemente fallecido Alfredo Graciani. O incluso el emotivo 1 a 0 sobre Newell’s, con un cabezazo de Enrique Hrabina que hizo estremecer al coliseo Xeneize.
Aunque el equipo podía tener variantes, igual los hinchas xeneizes que disfrutaron de un equipo de alto vuelo lo pueden recitar de memoria: Navarro Montoya; Soñora, Simón, Marchesini (o Hrabina), Moya; Pico, Giunta (o Villarreal), Tapia (o Apud); Graciani, Batistuta y Latorre.
Fue una definición diferente. Se trató de la primera vez que se segmentó la temporada en dos torneos cortos. Pero ganar una rueda no representaba ser campeón como lo fue con todos los campeonatos siguientes. A mediados de 1990, el Comité Ejecutivo de la AFA acordó, y así quedó rubricado por todos los clubes participantes, que los dos ganadores de cada rueda debían enfrentarse entre sí por el título de la temporada. Entonces, ese Boca de ensueño debió disputar dos finales frente al Newell’s de Marcelo Bielsa, que se había quedado con el Apertura 90. Tan cuestionada fue esa definición que a partir del torneo corto siguiente (Apertura 91), cada seis meses se coronó un campeón.
Pero hay más. Porque esos cruces decisivos con el conjunto rosarino se disputaron mientras la selección argentina comenzaba a disputar la Copa América en Chile. Y Boca se quedó sin sus dos grandes figuras: Latorre y Batistuta fueron citados por Alfio Basile para el conjunto albiceleste. Gambetita y Batigol. Una de las mejores duplas que tuvo el club en toda su historia, y que entre ambos habían hecho 20 de los 42 goles del equipo en el torneo, no pudieron jugar las finales. Increíble. Newell’s también perdió dos jugadores importantes, aunque no tan determinantes: el mediocampista Hernán Darío Franco y el zaguero Fernando Gamboa.
Como también había quedado escrito en la AFA un año antes, aquellos equipos finalistas que tuvieran convocados a la selección iba a poder reforzarse. Así fue que Boca sumó, para jugar esos dos encuentros decisivos, a Gerardo Reinoso y al brasileño Gaúcho.
El partido de ida, el 6 de julio en Rosario, fue muy luchado. Newell’s sacó una luz de ventaja al ganar 1 a 0 con un cabezazo de Eduardo Berizzo. Apenas tres días más tarde todo se resolvió en la Bombonera. Un lluvioso y frío y feriado 9 de julio Boca buscó ante su gente coronar un semestre casi perfecto, y ponerle punto final a una década sin títulos locales.
El desarrollo lo favoreció. Boca literalmente peloteó el arco defendido por Norberto Scoponi. Pero el gol se demoró demasiado. Recién a 9 minutos del final, Reinoso estableció el 1 a 0 y la final quedó igualada.
Hubo alargue, lluvia, drama, barro y penales. Y allí Newell´s, el otro gran equipo de la temporada 90/91, tuvo mejor puntería y ganó la definición por 3 a 1, gracias a un inspirado Scoponi, que le atajó los remates a Graciani y a Claudio Rodríguez. Pico malogró el último, haciendo estallar la pelota contra el travesaño. El único que convirtió fue Giunta. Para el campeón marcaron Berizzo, Llop y Zamora. Un Bielsa exultante dio la vuelta olímpica en la Bombonera.
El cierre de ese primer semestre del 91 fue agridulce para Boca. Porque fue el mejor por lejos, pero no pudo coronar. Ni en el ámbito local, ni en el internacional, donde fue uno de los grandes protagonistas de la Copa Libertadores, de la cual quedó eliminado en semifinales, después de un escándaloso partido de vuelta disputado en Santiago ante Colo Colo, en condiciones que hoy no hubieran permitido siquiera iniciar el encuentro.
“Ese equipo se fue construyendo”, comparte Diego Latorre. Y detalla: “Llegó Tabárez a comienzos del 91. Nosotros veníamos de Carlos Aimar, un entrenador con un acento puesto más en la disciplina táctica y en el orden. Y lo que le agregó el Maestro fue un equipo con jugadores en su rol, fue combinando características de jugadores en base al equipo que él quería y los jugadores que fue encontrando. Y ahí él fue muy sabio en eso. Tener jugadores complementarios, formando sociedades. En detrimento de algún futbolista y cargando de más responsabilidad a determinados jugadores (el caso de Graciani, el caso de Tapia). Con el objetivo de fomentar esta dupla que tuvimos con Bati.
El ahora comentarista de fútbol destaca el trabajo del Maestro: “En el vestuario lo seguimos a Tabárez porque tenía mucha autoridad, mucha experiencia. Teníamos un entrenador de mucha categoría. Él se fue ganando la admiración y el respeto de todos porque era muy claro en las normas de convivencia, en un momento donde Boca necesitaba eso. Y enseguida tuvo claro qué quería. Encontró rápido el funcionamiento y los intérpretes. Y además el Profe (José Herrera). Que no era solo un preparador físico que nos hacía correr y esforzarnos, sino que también jugaba con la variabilidad de los entrenamientos, con algunos ejercicios que nos ayudaban a entender rápidamente la idea del entrenador”
Carlos Heller, entonces vicepresidente del club de la Ribera (y, junto a don Antonio Alegre y el interventor Federico Polak, responsable de la reconstrucción de un club que a mediados de los 80 estaba con gravísimos problemas financieros), aporta un dato muy poco conocido. “En mi primera charla de trabajo con Tabárez, el Maestro me pide un centrodelantero. Le digo que está Batistuta, pero él me fundamenta que precisa un Nº 9 de área. Y me propone traer al uruguayo Julio Morales. Y lo trajimos. Con la desgracia de que en el primer partido del campeonato, contra Argentinos en Vélez, se rompe los ligamentos cruzados y meniscos de la rodilla izquierda. Y ahí entra Bati, que era suplente, y comienza toda su explosión.”
Según el ahora diputado nacional, el DT uruguayo fue clave para la carrera de Bati. “El Maestro le empieza a dedicar mucho tiempo a Bati. Se queda después de los entrenamientos con él y le da un consejo muy importante, para que se relaje antes de definir. ‘Nunca patee de primera, Amague siempre. Vaya para un costado o para el otro antes de patear, así el arquero se tira’. Bati empieza a hacer goles. Explota. Ganamos el torneo. Y Basile se lo lleva a la Copa América”.
Carlos Navarro Montoya, uno de los grandes arqueros de la historia azul y oro, destaca: “Yo veo a Boca desde el año 72, cuando a mis seis años mi viejo me llevó por primera vez a la Bombonera. Y para mí hubo dos equipos que jugaron un fútbol que estaba emparentado con el buen gusto, jugaban muy bien y tenían buena técnica. El del 75, que dirigía Rogelio Domínguez, y aquel del 91 en el que yo jugué. Son los dos equipos que emparento directamente con el buen juego”.
En la charla con LA NACION, amplía: “Creo que ese equipo cumplía con todos los registros de exigencia para ser denominado como uno que juega muy bien a la pelota. Tenía muy buenos futbolistas, un gran entrenador, fue el equipo más goleador, el menos goleado, y sobre todo brindaba muy buenos espectáculos. A la gente le gustaba lo que veía y generaba placer. Por eso destaco a este equipo el del 75. Al menos de los que yo vi en cuanto a la estética y la belleza.”
“Yo me siento muy identificado con ese grupo. Porque éramos muy unidos. Éramos hombres que íbamos al frente en cualquier cancha”, reconoce Enrique Hrabina. Y agrega: “Y afuera también eh. Una vez, volvíamos en micro de un partido en Córdoba y nos tiraron piedras. Enseguida nos bajamos a correr a esos delincuentes”.
Latorre afirma que el clic fue rápido: “Desde el primer partido nos sentimos bien, y se armó una linda sintonía entre el entrenador y el plantel. Con un equipo que tenía una buena mezcla de juventud y experiencia. Porque estaban Pico, Soñora, Batistuta y yo. Y jugadores que ya tenían una trayectoria grande en el club como Giunta, Hrabina, Tapia y Graciani. Entonces se mezclaron la capacidad y la experiencia con la juventud de los chicos que veníamos con el hambre de querer comerse el mundo.”
El ciclo había comenzado dulce. Después de un 3 a 1 sobre Argentinos como visitante, el segundo partido oficial de Tabárez como entrenador de Boca fue nada menos que contra River y por la Copa Libertadores. Esa noche, en la Bombonera, se vivió una de las jornadas más recordadas de la historia azul y oro. Porque el Xeneize perdía 3 a 1 al término del primer tiempo, y logró remontarlo para ganarlo 4 a 3 sobre la hora, con una pirueta de Latorre que infló la red del arco que da al Riachuelo.
Las finales con Newell’s
La convocatoria de Diego Latorre y Gabriel Batistuta al seleccionado argentino complicaron a Boca. Y aunque con ellos tal vez la historia hubiera sido distinta, Navarro Montoya destaca el gran nivel general de ese equipo: “Obviamente que la ida de Diego y Bati a la selección fueron dos bajas sensibles, porque la verdad es que el equipo había armado varias sociedades fantásticas, incluida la de ellos. Pero fíjate que nosotros competimos de igual a igual y se dio una final muy pareja con ese gran equipo que también era Newell’s. Era tan bueno ese equipo que hasta suplantó muy bien a dos grandes solistas como eran Latorre y Batistuta. De hecho, todo se definió por penales.”
Hrabina confiesa: “Yo estaba rengo. Jugaba de 6 para disimular. Fue una decepción durísima porque habíamos ganado el torneo de manera invicta. Terminamos todos liquidados.”
“Lo que atajó Scoponi esa tarde fue infernal. Boca lo peloteó y solo pudo hacer un gol. Y perdimos por penales”, se lamenta aún hoy Heller. Y confiesa: “Ese día yo lloré en la cancha. Porque habíamos hecho un torneo espectacular. Porque ese equipo jugaba lindo en serio. Y cuando perdimos esa serie de penales, lloré. No pude contenerme. Fue una gran injusticia. Lo recuerdo y me emociono.”
Para Latorre, vivir aquello del otro lado de la Cordillera fue traumático. “Me acuerdo de haberla vivido con mucha angustia porque era algo incomprensible. Estos delirios de los torneos argentinos que permitieron que jugadores de los dos clubes finalistas se perdieran la definición de un campeonato”, recuerda Diego.
Y se vuelve a ofuscar: “Fue un delirio no haber podido jugar esa final. Un equipo que fue campeón invicto, 13 ganados y 6 empatados. La delantera más goleadora, la valla menos vencida (6). Un verdadero equipo de época. Si ese equipo de sostenía en el tiempo, no sé qué hubiera pasado. Pero, como todo, se desintegró muy rápido. Bati era un jugador irremplazable. No por el nivel, sino por lo que significaba y por su rol, más allá del gol.”
Treinta años después, Heller explica aquel contexto: “No hubo manera de postergar esa final. Había un acta firmada un año antes por todos los clubes, comprometiéndonos a respetar ese acuerdo. Cuando nadie sabía quiénes iban a ser los finalistas. Incluso hay un dato más: cuando yo firmo, el técnico de Boca era Aimar y Batistuta jugaba poco y no hacía goles. ¿Cómo hacía después para patalear porque me afectaba a mí esa circunstancia?”
Latorre cuenta cómo siguieron las instancias de esa definición. “Me acuerdo que escuchamos la final en una radio portátil. Estábamos creo que en el estadio Nacional de Santiago, en un entrenamiento que Basile puso más temprano para que pudiéramos escuchar el partido. Llovía. Estábamos debajo de una tribuna Gamboa, Franco, Bati y yo. Los cuatro que no pudimos jugar esas finales. Una amargura total. Había ganado Newell’s el primer partido y Boca el segundo. Van a penales en la Bombonera. La lluvia, el barro. Después vimos todos juntos las imágenes.”
El hecho de activar los recuerdos parece acelerar el enojo de Latorre en relación a ese hecho. Como si no se hubiera dado cuenta entonces la desprolijidad organizativa y quisiera modificarlo: “En ese momento teníamos la cabeza en la Copa América, pero cuando las cosas pasan no se tiene noción. No tenés la perspectiva del tiempo. Pero fue un delirio. No poder jugar esos partidos para nosotros fue muy duro. Tranquilamente se podían haber cambiado las fechas de las finales y que se jugaran antes o después de la Copa América... Tranquilamente nos podrían haber permitido ausentarnos del primer partido del torneo para jugar esa definición y luego viajar a Chile. Solo lo explica el fútbol argentino. No tiene lógica. Y sigue no teniendo lógica.”
Heller suma un dato más. Y es que, en un puñado de semanas, además del campeonato Boca perdió a Batistuta. “Nadie sufrió más que yo toda esa situación. Porque en ese interín la explosión de Bati en Chile fue tan grande que vino a buscarlo la Fiorentina. Que ya nos había comprado a Latorre. Bati estaba en Chile y me llamaba todos los días para preguntarme qué novedades había. Negociamos con su representante, Settimio Aloisio y conseguí que nos paguen US$ 6.000.000 por la mitad del pase, que a nosotros nos había salido US$ 180.000. Además logré que me dejaran a Latorre un año y que me comprara a Mohamed y me lo prestara.”
Navarro Montoya resume lo que fue aquel Boca del 91: “Era un equipo para ganar todo. De los mejores de la historia del club. Las formas son importantes también en el fútbol, y el éxito o las derrotas no tiñen lo que generan esos equipos. Por eso se lo sigue recordando”.
Latorre coincide: “Nosotros fuimos campeones, más allá del título formal”.
El Mono se ilusiona con una reparación histórica hacia ese plantel. “Todo el mundo futbolístico, el de Boca y el que no lo fue, lo vivió como un equipo campeón. Así lo denominaron todos. Dimos la vuelta olímpica y la gente lo celebró como un título así. Pero existía en aquel momento una reglamentación que se cambió al torneo siguiente, en el cual el campeón de la temporada se definía en dos partidos finales. Pero para mi ese equipo fue campeón y creo que en algún momento habrá un reconocimiento para Boca y para Newell’s, en darle la estrella que les corresponde por haber ganado esos campeonatos.”