Un extraño llamado Gareth Bale

El extremo galés pasa inadvertido en la concentración en Bakú. Tiene cuatro plantas de un hotel a su disposición. No hay hinchas reclamándole ni apenas medios siguiéndolo.

Aritz Gabilondo
As
Escondido detrás de un centro comercial en pleno centro de la ciudad y rodeado por un muro de piedra, la selección de Gales tiene su refugio en Bakú, la capital de Azerbaiyán. A diferencia de la mayoría de selecciones que decidió alojarse en su país y viajar a las sedes sólo para los partidos, los galeses optaron por la opción más clásica de concentrase en una ciudad para toda la primera fase. La elegida fue Bakú, donde jugarán dos de sus tres primeros partidos.

Hay pocos motivos que hagan ver que allí, en el corazón de la capital azerí, pasa sus días durante la Europa una estrella tan rutilante como Gareth Bale. Nadie está a las puertas para pelear por un autógrafo. Nadie hace guardia para fotografiar su autobús. Tampoco hay un exceso de prensa que siga a una selección modesta como la galesa, aunque conviene recordar que fue semifinalista en 2016. Apenas cubren los entrenamientos las agencias y los medios galeses. No hay extranjeros ni locales.

Ni siquiera los miembros de seguridad dan la sensación de estar especialmente preocupados por lo que les atañe. La FA galesa ha montado una carpa con la que tener a mano todas las facilidades que requieran sus futbolistas. Ahí se puede ver trabajar a Bale a lo lejos, en la bicicleta estática, antes de saltar al césped a entrenarse junto a sus compañeros. En la misma carpa hay una pantalla de televisión gigante y unos sofás para relajarse después de los entrenamientos. Finalizada la sesión, Bale sonríe relajado en uno de ellos mientras habla con miembros del staff. Es difícil encontrar un lugar más tranquilo para él que allí.

Tampoco los azeríes a los que se les pregunta por Bale reaccionan con un gran ímpetu. O no saben quién es o no tienen conocimiento de que vaya a estar cerca de ellos durante estos días. Gales ha encontrado el contexto idóneo para pasar desapercibido, algo que Bale reclamaba y más en este verano en el que no está claro cuál será su futuro: Real Madrid o Tottenham.

El hotel de los galeses en Bakú también está perimetrado, aunque no haría ni falta. Sólo cuando aparecen los tres autobuses que llevan al equipo se intuye que allí ocurre algo. La FA decidió reservar cuatro plantas enteras con los que poder dar un buen cobijo a los miembros de su expedición y mantener la burbuja entre sus jugadores. A los futbolistas no les falta de nada. Incluso tienen una PlayStation cada uno en su habitación, además de otros muchos detalles para no moverse de allí.

No hay campo de golf a mano para Bale, aunque tampoco podría usarlo a tenor de las normas que deben cumplir los jugadores durante el torneo. Después de años sintiéndose vigilado a diario en el Madrid y el Tottenham, el extremo galés ha encontrado un remanso de paz en el que es un extraño más. Ni los taxistas más futboleros se emocionan hablando de Gareth. En Bakú es una persona más y, para la minoría que le conoce, un jugador más. Sólo en un lugar como este podría parecer un extraterrestre y no una súperestrella.

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