Mbappé falla, el campeón del mundo eliminado

El francés falló el último penalti, Francia quedó eliminada y Suiza será el rival de La Roja en cuartos. El doblete de Benzema no bastó. Heroica actuación de los suizos.

Aritz Gabilondo
As
El fútbol está lleno de historias únicas, de guiones imprevisibles, de desenlaces imprevistos. El de Bucarest entre Francia y Suiza entra de lleno en el catálogo de partidos épicos, mágicos. Tanto, que el final no pudo ser más dramático. Mbappé, la estrella por la que tanto suspiran algunos, el futbolista por el que el Madrid está dispuesto a tirar la casa por la ventana, falló el penalti decisivo y los suizos se medirán a España en cuartos. Increíble, antológico, real.

Todo lo anterior fue una sucesión de acontecimientos y piruetas, una montaña rusa de emociones con las que reconciliarse para siempre con el fútbol. Francia estuvo tocada, luego resucitada y finalmente acabó en la lona, herida de muerte como la gran campeona que es. Esta vez la combinación de su ataque prodigioso y el decisivo penalti parado por Lloris en el segundo tiempo no le fue suficiente para seguir con vida. Este equipo avasalla más que juega, golpea más que crea. Y eso, al final, tiene sus consecuencias.


Además, el cambio de dibujo de Deschamps resultó un fracaso. La defensa gala fue una pared con agujeros, pese a incorporar a un futbolista más con respecto a los anteriores partidos. Lenglet estuvo tierno, en la línea de la temporada en el Barça, y Rabiot se tuvo que desempeñar como carrilero cuando su juego no es precisamente de dos direcciones. El esquema era un calco al de Suiza, aunque mucho menos trabajado y compenetrado.

La navaja suiza funcionó, como siempre. No esperen grandes alardes de este equipo, pero sí una fiabilidad que ya quisieran muchos candidatos al título. Con España volcada sobre el televisor para saber su rival en cuartos, la primera bofetada la asestó Suiza. El incombustible Zuber colgó el balón desde la izquierda y Seferovic remató ante la indolencia de Lenglet, que le marcó con la suavidad de una esponja. Lloris tampoco pudo llegar. El gol hizo saltar por los aires las cábalas y las hipótesis.

Francia se vio por detrás en el marcador por tercer partido seguido, aunque en esta ocasión sin la red de una fase de grupos. Aquí no había comodín ni segundas oportunidades, era el momento de coger la bandera y plantarla sobre el césped para decir que Francia es la campeona del mundo. En ese disfraz de héroe se esperaba a Mbappé, que jugó más rápido que bien. Entre los muchos registros que maneja no es la pausa el que más destaque, cuando a veces las jugadas requieren pararse y pensar. Benzema sí demostró finura y Griezmann se perdió en el laberinto de piernas hasta que salió del centro.

Deschamps reaccionó rápido ante el jeroglífico. Quitó al bizcochón Lenglet y metió a Coman. Francia pasó a jugar con cuatro atrás y asumió riesgos propios de un equipo en el alambre. Estuvo antes al borde del KO, esa es la realidad, cuando Pavard cometió penalti sobre Zuber. Martínez Munuera, desde el VAR, alertó a un Rapallini que no lo había visto, pero Lloris apareció para decir que Francia también tiene portero, y de los buenos. Su parada a Ricardo Rodríguez fue clave para todo lo que vino después.

Porque Francia, empujada en lo anímico más que en lo futbolístico, encendió la maquinaria y desató una auténtica tormenta. El tornado llevó el nombre de Karim Benzema, que en dos rugidos volteó el marcador y el encuentro. Mbappé le asistió en el primero, antes de definir por encima de Sommer; el segundo, en pleno huracán, consistió en empujar un balón sobre la línea tras una estupenda internada de Griezmann.

Ya por delante en el marcador, Francia se sintió todo lo a gusto que no había podido estar antes. Hubo tiempo para las delicias, como el golazo de Pogba que se coló por la escuadra y para las carreras de Mbappé, que con espacios sí fue feliz. Se vieron en cuartos los franceses y su técnico, un error imperdonable para un conjunto que aspiraba al trono europeo.

Porque en esta Eurocopa de héroes, de protagonistas inesperados, de finales agónicos, Suiza no se entregó y obtuvo una recompensa que parecía imposible. La gesta la provocaron Seferovic y Gavranovic en los instantes finales. Nueve minutos necesitaron únicamente para mandar el encuentro a la prórroga. El cabezazo del delantero titular significó agarrarse a la épica, mientras que el derechazo desde la frontal del suplente desató definitivamente la locura -no sin susto posterior por un disparo al larguero de Coman en la última acción-.

Los planes de Deschamps saltaron por los aires, con Griezmann ya sustituido, Benzema fuera también por unas molestias y Mbappé completamente fundido, como se vio en la acción más clara del tiempo extra. Su remate, sin casi fuerzas, fue el preámbulo de lo que ocurrió en los penaltis. Todos metieron el suyo menos él. A sus 22 años, a ojos de todo el mundo, cuando Europa le reserva ya un sitio como el heredero legítimo de Messi y Cristiano, se topó con Sommer y puso un final de película a un partido para la historia.



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