Inglaterra se desinfla

Escocia rasca un empate en Wembley y todavía puede estar en octavos de final. Gareth Southgate estuvo escaso de ideas y muy lento con los cambios.

Alberto Muñoz
El gol se paga caro en la Eurocopa, y, por mucha intensidad que se le ponga desde las gradas y sobre el campo, un partido de fútbol en el que no se mueve el marcador se hace bola. Difícil de tragar como un mal filete. Ayudó la salsa de que fuese la reedición del primer partido de la historia de las selecciones, y la pasión con que se vive cualquier Escocia — Inglaterra, pero ambos tienen mucho trabajo por delante, pese a que los norteños británicos, que nunca han pasado la fase de grupos de un gran torneo, seguro que ven en este empate una victoria inesperada.

Southgate, frío como un témpano, lento en los cambios y espeso en las ideas, no está sabiendo sacar todo el jugo a una de las mejores generaciones de la historia del país, y preocupa especialmente lo perdido que está Harry Kane, que fue incluso sustituido cuando su equipo necesitaba desesperadamente un gol.

El ‘derbi británico’ dejó a las claras desde el primer momento que lo de hoy era más que un partido. Y no hizo falta que pitase Mateu para darse cuenta, porque lo de pitar los himnos no pasa solo en España. Ni se respetó el de Inglaterra ni tampoco el de Escocia. Eso sí, los jugadores dieron una lección de sintonía y de unidad hincando juntos la rodilla contra el racismo, una causa con la que también se hermanaron las aficiones. Y hasta ahí las camaraderías y las discusiones ajenas al fútbol.

A los cuatro minutos el Ché Adams ya dejaba a las claras que no lo iban a poner fácil. A los once, Stones respondía con un cabezazo espectacular a la escuadra tras rematar un córner completamente solo en el corazón del área. Esa emoción tensionada se palpaba en cada jugada, en cada intento de los Three Lions de romper la testarudez escocesa en defensa y en cada aventura de la Tartan Army en busca de superar sus limitaciones de cara a gol.


Inglaterra no tuvo un juego tan fluido como contra Croacia, pero fue mejor. Escocia sí mejoró la imagen que se vio contra la República Checa, pero no le dio más que para tirar una vez a puerta en todo el partido. Pese a la emoción trasladada desde las 22.500 gargantas que había en las gradas, el partido tampoco llegó a ponerse feo, y a eso ayudó el que llevaba el silbato.

En la BBC, tras una amarilla a McGinn por pasarse con las protestas, lo contaron así: “El colegiado es Antonio Miguel Mateu Lahoz, árbitro español que dirigió la final de la Champions League, quien no parece que vaya a dejar pasar una sola tontería”. Eso sí, se comió un posible penalti de Robertson sobre Sterling del que no le avisaron desde el VAR por no ser un error claro y manifiesto.

En la segunda mitad, con la misma tónica, Reece James tuvo que sacar un balón sobre la línea, y esa fue la primera señal de alarma clara de que Inglaterra necesitaba un cambio que Gareth Southgate parecía no estar siendo capaz de ver. Ni Kane, que está desaparecido, ni Sterling, que fue de más a menos, ni Phillips, que no fue el mismo que contra Croacia, parecían ser capaces de desatascar el encuentro. Y el único que tenía las llaves, Phil Foden, fue el primer sustituido.

Kane fue el siguiente, pero Inglaterra nunca dio una sensación real de ser capaz de llevarse el partido, y en los 90 minutos apenas fue capaz de disparar una vez entre los tres palos, igual que los escoceses. En la jornada final, y con el resultado del otro partido del grupo, tanto a República Checa como a Inglaterra, ambos con cuatro puntos, les vale con un empate para clasificarse, aunque la posición importa. El segundo de este grupo jugará contra el primero del de España, mientras que el primero se enfrentará al segundo del grupo de la muerte compuesto por Francia, Alemania y Portugal.

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