HUNGRÍA 1-FRANCIA 1 / Griezmann evita un incendio

Un tanto del culé evita la derrota de Francia ante una gran Hungría. El liderato se les complica a los galos. Dembélé revolucionó el partido y se lesionó.

Aritz Gabilondo
As
Francia hincó la rodilla en el infierno de Budapest y se dejó dos puntos que pueden cambiarle el paso en la Eurocopa. En realidad salvó uno, pues el empate de Griezmann evitó un descalabro mayor. A punto estuvo de conseguirlo una Hungría envalentonada como nunca por los 60.000 hinchas que jugaron su papel atosigador y motivador de principio a fin.

Deschamps hizo todo lo que estuvo en su mano, pero fue insuficiente. El técnico no se dejó nada arriba y la única variación fue Digne por Lucas, que no termina de superar unos problemas de rodilla. Los galos sabían que la única manera de derribar la muralla roja de Hungría era por aplastamiento. Lo intentaron por todos los frentes y de todas las maneras.

Griezmann, más pegado a la derecha, dejó la referencia en la creación para Benzema, que formó una sociedad de lujo con Mbappé. Suyas fueron las primeras opciones, a cada cual más clara, salvadas en algún caso por Gulacsi y otras por la divina providencia. Por ejemplo, un remate de Benzema que lamió el poste cuando la portería parecía un océano para él. Decidió el golpeo con el empeine cuando requería la finura del interior. Mbappé le había puesto el lazo al pase.

Francia avasallaba, a su estilo autoritario, sin dar concesiones ni respiros. Fue un equipo industrial, una maquinaria rocosa como la del Mundial, capaz de encontrar resquicios donde la defensa húngara colocaba obstáculos. Mbappé metió el bisturí en otra acción, casi sin espacio, y se sacó un tiro que también se marchó desviado. Parecía que la defensa húngara se rompería en algún momento como un embalse, pues la tormenta francesa no arreciaba.

Pero el fútbol es tan maravilloso, tan indescifrable, tan único que quien abrió las aguas fue Hungría, con su juego básico pero quisquilloso. Una buena diagonal cuando el primer tiempo agonizaba sorprendió a Pavard y Varane, y por allí apareció Fiola para hacer el gol de su vida, no sin antes tomarse un tiempo para el disparo que pareció media vida. El Puskas Arena se vino abajo, la gente enloqueció, el griterío de los hinchas llegó a todos los rincones del país, del primero al último.

Los franceses se vieron sorprendidos, casi heridos, al saberse tan superiores y estar por detrás en el marcador. Les tocaba aguantar el contexto y amansar a las masas, que seguían enfervorecidas y lo hacían saber con su griterío en cada contragolpe, en cada balón dividido. La pieza que agitó el árbol francés fue Dembéle. Su entrada abrió a Francia y recuperó a Griezmann en su mejor cromo del dibujo, centrado y con libertad para revolotear.

Por fin el empate

Entre los dos jugadores del Barça encendieron la luz de la esperanza. El extremo remató al palo en su primera jugada, pero fue el mediapunta el que logró la difícil tarea de igualar el choque. El gol fue un castigo a la defensa húngara, firme hasta entonces. Una falta a favor se tradujo en un contragolpe tras el saque rápido de Lloris, los centrales cometieron la imprudencia de dejar botar el balón ante Mbappé y el del PSG lo aprovechó para dividir y provocar un balón suelto que empujó Griezmann, tan listo como siempre.

El empate tuvo un efecto inmediato en el marcador, pero sobre todo en el ambiente. La gesta húngara había durado mucho y, sin embargo, quedaba lo peor. Deschamps quemó sus bazas. Metió a Giroud por Benzema, poco inspirado, y probó con Tolisso por Pogba, desacertado igualmente. Quedaba un cuarto de hora de asedio, arrollador. A Hungría le empezaron a faltar las fuerzas, también la confianza que hasta entonces había derrochado.

Los últimos diez minutos fueron un infierno. Cada embestida francesa hacía temblar el estadio. Mbappé se encontró de frente con Gulacsi, que salvó de nuevo inconmensurable. Dembélé, que era un ventilador por la derecha, se lesionó, y su lugar fue casi sin tiempo para Lemar. Era sobrevivir o morir. Era aguantar a la mejor selección del mundo para celebrar un empate como la ‘victoria’ más importante en los tiempos recientes. Era Hungría volviendo a sentirse grande.



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