Hazard no encuentra la paz
Con Bélgica clasificada, jugó todo el partido y tuvo el gol tres veces. Finlandia resistió lo que pudo. Los goles de Hradekcy, en propia, y Lukaku niegan su sueño.
No hubo ni rastro de aquel Hazard que colonizaba el juego. Las secuelas físicas de sus lesiones deforman sus ideas y la deriva de su fútbol se agrava cada día. Tampoco alcanza el punto de inspiración mínimo para resolver situaciones de gol relativamente abordables. Hasta en dos ocasiones se perdió frente a Hradecky, titánico toda la Eurocopa.
Roberto Martínez, como había avisado, alineó a Witsel, De Bruyne y el
propio Hazard para que adquirieran el rodaje necesario ante lo que
viene. Ni la comparecencia timorata de Bélgica, desapasionada en la presión y con un ritmo bajísimo en la circulación de balón, puede deslucir la presencia de Witsel y la inventiva genuina de Kevin De Bruyne. Las
rotaciones de Roberto Martínez no tocaron a Lukaku, obsesionado con
marcar, pero se extendieron en favor del novel Doku. Respondió a las
expectativas con un punto de insolencia tan atractivo como en ocasiones
poco provechoso.
Relajada de inicio, Bélgica se topó con el cerrojazo habitual de Finlandia. Si los de Kanerva no se exponen nunca de por sí, menos lo iban a hacer cuando el empate seguramente les valía para sellar el pase. Finlandia resistió todo lo que pudo, con más coraje que orden defensivo pese al trabajo en las coberturas de Sparv y Kamara. Esta vez la acumulación de jugadores y el forro muscular no le sirvieron ante una Bélgica que espabiló sin el mayor entusiasmo.
Doku, Witsel y Trossard se acercaron al gol, pero ninguno como Hazard, tímido en las formas y fallido en la definición. Siempre al borde del abismo, Finlandia no aguantó la carga final. A Lukaku le negaron el gol por un fuera de juego milimétrico. Después Hradecky, tras un remate de Vermaelen en un córner, como más duele, se marcó en propia. Forzada a descamisarse, Lukaku encontró su premio y Hazard lo volvió a bordear. Pero no hay manera con él.