Djokovic tumba a Nadal en París y cambia la historia

El serbio fue mejor en un partidazo en el que al español le penalizó su mal día con el saque. Es la tercera vez en 17 años que pierde en Roland Garros.

Nacho Albarrán
As
Si alguien podía ganar a Rafa Nadal en Roland Garros, donde el español sólo había sido derrotado dos veces en 16 años, ese era Novak Djokovic. Porque es uno de los mejores tenistas de siempre, ahora mismo el número uno, y porque ya había conseguido vencer al grandísimo dominador del torneo hace seis años, en los cuartos de final de 2015 (el otro verdugo del balear fue Soderling, en los octavos de 2009). Este jueves, el serbio fue el mejor en un tremendo y vibrante espectáculo que levantó pasiones en vivo, en la Philippe Chatrier, y en millones de hogares por televisión. Con su victoria por 3-6, 6-3, 7-6 (4) y 6-2 en cuatro horas y 11 minutos, Djokovic da un zarpazo a la historia del tenis en casa de Nadal y se pone en posición de cambiarla, porque si vence también a Stefanos Tsitsipas el domingo en la final (su 29ª en majors) y levanta su segundo título en el torneo francés, se quedará a uno de los 20 de Grand Slam que tienen el balear, al que impide sumar el 21, y Roger Federer.

“Es el partido más grande que he jugado aquí”, dijo antes de abandonar la pista. Acababa de hacer lo que parecía imposible ante un Rafa pletórico al que le penalizó su mal día con el saque (ocho dobles faltas y malos porcentajes). Eso, ante el mejor restador del circuito, es una sentencia de muerte. No obstante, y como hace siempre, lo dio todo y regaló su magia ante un contrincante que rayó la perfección desde el 5-0 en su contra en el arranque. Tras el capítulo 58 de la mayor rivalidad del deporte de la raqueta, la más repetida, Novak domina ahora el cara a cara por 30-28 y detiene la racha de cinco victorias contra él del número tres del mundo en tierra batida.

El primer juego duro nueve minutos, todo un símbolo de la batalla que se forma siempre en sus partidos, incluso cuando uno de los dos obtiene un marcador abultado. En ese inicio hubo un poco de todo: dos bolas de quiebre para Djokovic (en la final de 2020 tuvo tres también al principio) contestadas con otros tantos saquetazos; después un par de golpes ganadores y una doble falta del español, que salió del embrollo gracias a los errores no forzados del balcánico. Defender su servicio le ayudó a entrar en trance y con drives paralelos fantásticos y una respuesta felina a las continuas dejadas e incluso a los remates de Novak, amenazó con colocarle otro rosco como el del año pasado en el mismo escenario. Sin embargo, el número uno se entonó cuando perdía por 5-0, restó mucho mejor y acortó hasta el 5-3 para aclarar que no se había ido del partido. No obstante, el parcial no se le escapó a Nadal después de aprovechar su séptima bola de set.

La buena inercia del de Belgrado se prolongó en el arranque de la segunda manga y por primera vez tomó la delantera en el marcador con un break contundente. Por desgracia para él, falló un par de derechas y Rafa le devolvió la rotura con otro potente paralelo, ejecutado con una destreza innata pero que al mismo tiempo no es casual, la había trabajado en los entrenamientos previos al choque. La historia estuvo cerca de repetirse en una secuencia parecida, con una respuesta atlética impresionante de Nadal y una pifia de bulto de Djokovic, que intentaba cambiar su juego con bolas altas y pesadas. Así aguantó el tipo y se puso con un más que interesante 5-2. Después sacó para cerrar el set y se tragó un revés cruzado agónico e increíble del campeón, que de nuevo amenazó con la rotura. Escapista profesional, Nole salvó la situación y niveló el encuentro.

Alternativas y espectáculo

Nadal también se escabulló de una situación comprometida en los primeros compases de la tercera manga para salvar dos puntos de break, pero el segundo ataque al resto del serbio no lo pudo salvar después de liarla al tirar fuera un remate bastante franco. Acto seguido, con esa raza que sólo tienen los más grandes, recuperó el terreno perdido en un turno espectacular con el que los dos asombraron a un público cada vez más entregado y que coreaba alternativamente los nombres de ambos. El esfuerzo le pasó factura a Rafa, que cedió su siguiente servicio en blanco. No lograba sacar bien y lo pagó. Cómo tampoco lo hacía Djokovic, aunque este tuvo un 30-0 con 5-4, Rafa encontró un nuevo hueco para quebrarle y supo sufrir para consolidar el quiebre con un ace pese a las diabluras que le hizo su rival. Lo celebró con rabia. “No nos vamos”, cantó el público a 25 minutos de la salida obligatoria por el toque de queda de las 23:00. Antes de que Nadal tuviera una ventaja para recuperar el mando del partido. No la aprovechó y llegó el rien ne va plus, el no va más de un desempate en el que estuvo mejor el balcánico y el español erró. No perdía dos sets en Roland Garros desde aquellos mencionados cuartos de 2015, cuando cayó en tres precisamente contra Djokovic.

Para alegría del respetable, las autoridades permitieron que el público permaneciera en el estadio. Una decisión discutible. La gente, eufórica, cantó el himno nacional francés, la Marsellesa, y el duelo prosiguió con un break de Nadal. Y con la réplica posterior de su pertinaz adversario, que golpeó, además, dos veces para poner al rey de París en una situación límite. “Rafa, Rafa…” le animaron. Pero Djokovic en esos momentos flotaba sobre la pista y había dictado el ritmo y las direcciones para fundir al manacorí, a quien la remontada se le hizo imposible. Algún día tenía que perder.

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