Cumbre y declive de Andrada
Era dueño absoluto del arco, imbatible y de Selección. Hoy Boca no lo valora, Scaloni no lo cita y él se va.
OléEra titular indiscutido, campeón y jugador de Selección, donde no lo ponían porque no había forma de sacar a Armani por sus rendimientos. Aunque en los pastos del complejo de Ezeiza, entre los propios integrantes del equipo técnico se había formado la certeza de que Esteban Andrada tenía muchas más condiciones de arquero moderno. Mejor juego aéreo, dominio de toda el área, impecable ubicación, pegada y confiabilidad con los pies.
Había llenado el arco de Boca como nadie desde Córdoba y el Pato Abbondanzieri, y se está yendo oscuramente, después de haber sido suplente en la semifinal y no haber sido llamado por Scaloni para las Eliminatorias, justo antes de la Copa América.
Lo que fue mellando su prestación hasta ceder la titularidad en Boca es lo mismo que lo distancia de la Selección. Al compás de las turbulencias internas de su club, Andrada fue perdiendo esa gran confianza en sí mismo que lo hacía proyectar tranquilidad al equipo, y en su estilo arriesgado (a veces, demasiado), la autoestima tiene que estar muy alta. Incluso recibiendo pocos goles, con muchas vallas invictas, ya no irradiaba esa seguridad que, a la vez, inhibía a los rivales.
No ayudó su conducta fuera de la cancha, su exhibición de transgresiones a los cuidados por la pandemia, exacerbados cuando él mismo se contagió y quedó varado en Ecuador, profundizándose sus asperezas con la conducción. Ya había sugerido su inclinación a irse al exterior, algo que disgusta a quien, como Riquelme, reclama deseo de pertenencia.
Y entendió bien el mensaje, cuando el equipo se jugaba ir a la final de la Copa LPF y lo dejaron en el banco. Pidió irse y se irá.
En Boca, este último escenario pesó más que los talentos demostrados por un arquero estupendo, y tampoco parece haber ningún entusiasmo por conservarlo.
Arqueros hay, pero Andrada no va a ser fácil de reemplazar.