Cuestionan la bioseguridad de laboratorios tras la sospecha de la fuga del COVID-19 en Wuhan
Los controles de los laboratorios donde se trabaja con virus peligrosos son débiles. Aquellos que trabajan con patógenos de diferentes tipos se clasifican de acuerdo con su nivel de riesgo biológico potencial
Pero este concepto comenzó a mutar cuando desde los Estados Unidos se afirmó que existe una versión que podría darle validez a esa premisa, apoyada por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que dio directivas a los servicios de inteligencia para apuntar sus esfuerzos en investigar los verdaderos orígenes de la pandemia en los laboratorios chinos. Lo que era un rumor, se convirtió en una posibilidad…
Las indicaciones del presidente Biden incluyen examinar la teoría de que se originó en un laboratorio en Wuhan, algo que un informe de marzo de la OMS concluyó que era “extremadamente improbable”. En sus declaraciones el presidente estadounidense indicó que se decidió a modificar su enfoque de las cosas luego de recibir un informe que calificó de no concluyente sobre los orígenes del coronavirus que había solicitado después de asumir la presidencia. Entre sus datos el documento revelaba hipótesis del proceso sobre si surgió del contacto humano con un animal infectado o de un accidente de laboratorio.
Las versiones sobre la posibilidad de que el coronavirus se haya filtrado proveniente del Instituto de Virología de Wuhan, uno de los principales laboratorios de investigación de China, ya habían surgido de boca del ex presidente, Donald Trump. Para abril del pasado año se conocieron reportes del departamento de Estado de EE.UU. que advertían sobre la preocupación en términos de bioseguridad de los funcionarios de la embajada en China.
Este país insistió en desestimar estas sospechas, aunque, en paralelo, por muchos meses no autorizó la posibilidad de investigaciones internacionales en su territorio, en tanto cuando finalmente este año los especialistas de la Organización Mundial de la Salud pudieron ingresar, elaboraron un documento conjunto que determinó que era “extremadamente improbable” que hubiera surgido de un laboratorio. A pesar de ello, algunos investigadores se sintieron escépticos en virtud a las limitaciones impuestas por las autoridades chinas para llevar adelante las investigaciones.
A la par algunos investigadores expresan su preocupación de que este debate se centre en cierta rispidez política. En la última edición de la Asamblea Mundial de la Salud, por ejemplo, los funcionarios de salud de casi 200 países estuvieron discutiendo estrategias que incluyen formas de aumentar la fabricación de vacunas y reformar la Organización Mundial de la Salud (OMS).. Pero una división entre Estados Unidos y China hará que sea más difícil llegar a un consenso sobre estos temas, dice David Fidler, investigador de salud global en el Council on Foreign Relations, un grupo de expertos en Washington DC. “Si hay un descenso del calor geopolítico entre estas dos grandes potencias, podríamos crear un espacio para quizás hacer algunas de las cosas que tenemos que hacer”, declaró.
Escape de magnitud
La bioseguridad es definida por la Red europea de información y observación del medio ambiente (Eionet) como la combinación de conocimientos, técnicas y equipos utilizados para gestionar o contener materiales potencialmente infecciosos o peligros biológicos en el entorno del laboratorio, para reducir o prevenir daños a los trabajadores del laboratorio, otras personas y el medio ambiente.
El término se ha aplicado ampliamente a una variedad de industrias durante varias décadas y sigue teniendo varios significados para diferentes públicos. En general, se acepta que el origen se remonta a casi cien años y hace referencia a ciertas prácticas agrícolas en el contexto del control de la salud del ganado. Hoy en día, el término bioseguridad se puede ver ampliamente en el entorno de laboratorios, en el contexto de la biodefensa, en todas las agencias gubernamentales y ministerios del mundo, en discusiones sobre organismos genéticamente modificados, agricultura y tecnología de la información.
Más allá de que se ponga en el centro del debate, el planeta ha experimentado lo que un virus fuera de control puede hacer a un planeta que se encuentra interconectado como nunca antes. Oficialmente, el número de muertos por COVID-19 es de 3,4 millones, aunque la OMS sugiere que de acuerdo a cómo se contabilicen las víctimas la cifra real podría rozar los 8 millones de personas o, aún más. Se supo ayer que un relevante experto en guerra biológica ha pedido a los líderes del grupo G7, integrado por países industrializados, que consideren restricciones más estrictas, advirtiendo que los laboratorios poco regulados son una puerta de entrada para los terroristas.
El coronel Hamish de Bretton-Gordon, un soldado devenido en académico que se ha desempeñado en diferentes cuerpos vinculados a los riesgos biológicos, como el Regimiento Conjunto Químico, Biológico, Radiológico y Nuclear de Gran Bretaña y que cuenta con experiencia en batallas químicas ocurridas, por ejemplo, en Irak y Siria, se refirió públicamente a su conocimiento en la temática: “He pasado gran parte de mi vida en lugares donde hay gobiernos deshonestos que quieren dañar a otras personas. Creo que estos laboratorios son un objetivo abierto para los terroristas y depende de nosotros hacerlo lo más difícil posible para ellos.
En situaciones precedentes se ha logrado demostrar que los controles de los laboratorios donde se trabaja con virus peligrosos son débiles. Aquellos que trabajan con patógenos de diferentes tipos se clasifican de acuerdo con su nivel de riesgo biológico potencial, de 1 a 4. Cincuenta laboratorios de todo el mundo entran en la categoría 4, entre ellos Porton Down, cerca de Salisbury, el centro de máximo secreto de Gran Bretaña para la investigación biológica y química.
Este sitio se cita con frecuencia como el estándar a imitar en bioseguridad. Los laboratorios de categoría 4 están estrictamente regulados, pero los de categoría 3 con controles más ligeros son mucho más comunes. Bretton-Gordon afirma que hay más de 3000 laboratorios de categoría 3 en todo el mundo. La mayoría de ellos está involucrada en investigaciones médicas, pero su gestión implica necesariamente manipular virus que pueden tener el peligro del COVID-19 o peor.
La amenaza biológica deberá en breve seguir pautas similares a la investigación con armas químicas que, luego de hechos concretos en combates, ha logrado ser regulada con pertinencia. La Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) se estableció en virtud de la Convención que data de 1997 e incluye a 193 países miembros. Tiene poderes para llevar a cabo inspecciones in situ para garantizar que no se estén realizando investigaciones y desarrollos ilegales. Siria se ha transformado en el exponente perfecto de que, más allá de los acuerdos, la fabricación y uso no ha sido exterminada, sin embargo se mantiene una esperanza de acción alerta por parte de la OPAQ.
El control sobre la investigación biológica
La Convención sobre Armas Biológicas (BWC), que prohíbe las armas de ese origen, se firmó en 1975. Pero un número reducido de países pertenecen a una entidad, organización que, además, ha fracasado en crear un protocolo de verificación consensuado y eficaz. Probablemente este punto se refugie en la idea de que una acción global en estos términos no hubiera tenido lugar. Ahora que el primer hecho pandémico de un virus con sospechas de haberse filtrado de un laboratorio se transformó en realidad, se espera que el tema entre en la agenda de la cumbre de líderes del G7 de este mes.
Esta bandera es enarbolada por el exjefe de la CIA, el general David Petraeus, quien en 2007 y por un año, fue el comandante de la fuerza multinacional liderada por Estados Unidos en Irak, tiempos de Saddam Hussein.
El Instituto de Virología de Wuhan, sitio sospechado de la fuga del coronavirus, ha estado trabajando con este virus en murciélagos durante más de una década. Está ubicado a pocos kilómetros del mercado húmedo de Huanan, donde surgió el primer grupo de infecciones en Wuhan. Para los nuevos informes de inteligencia de Estados Unidos no sería extraño que llegará al mercado por alguna fuga no controlada. “Esa posibilidad ciertamente existe, y estoy totalmente a favor de una investigación completa de si eso pudo haber sucedido”, dijo Anthony Fauci, el principal asesor médico del presidente Biden, al comité del Senado de Estados Unidos el 11 de mayo pasado.
China no ha permanecido en silencio. La especialista Shi Zhengli, conocida como la “Batwoman de China”, investigadora del Instituto de Wuhan, publicó un informe que revela que su equipo había identificado ocho cepas de coronavirus encontradas en murciélagos en una mina en China en 2015. El documento dice que los coronavirus de pangolines representan una amenaza más inmediata para la salud humana que los que su equipo encontró en aquél sitio.
El mundo científico se ha puesto en alerta porque, de comprobarse esta fuga, surgirían grandes implicancias para la investigación científica. También puede afectar la forma en que el mundo ve a China.