China y Rusia agazapados: los estragos silenciosos de la pandemia en América Latina
La región enfrentó uno de sus máximos desafíos históricos con pocos recursos y escasa pericia. Más de un millón de latinoamericanos perdieron la vida, sus trabajos y su comida diaria. El próximo gran desafío y la presencia de Vladimir Putin y Xi Jinping
Pero no sólo en la región las estadísticas parecieran reírse de la realidad. En China -donde todo comenzó- los números de contagios y víctimas mortales suenan poco creíbles. En una población que duplica por mucho a América Latina, “sólo” perdieron la vida 4.640 ciudadanos y casi todos en Hubei la provincia natal del coronavirus. Es poco creíble que Beijing haya podido contener la propagación dentro de su territorio cuando se esparcía por todo el planeta. Desde el inicio del brote el 30 de diciembre de 2019 pasaron ya 531 días. Aunque no llega a ser milenaria, el Partido Comunista Chino (PCC) tiene una aceitada tradición en adulteración de estadísticas.
Esos números de ciencia ficción son los que el régimen chino que comanda Xi Jinping quiere exponer ante el mundo como un logro de gestión, con un mensaje y una intención por detrás: no hace falta un sistema republicano occidental democrático para ser eficiente tanto en economía como en política sanitaria. Para eso instruyó al aparato estatal en la última asamblea partidaria. Quiere que la diplomacia y la propaganda se aceite en el extranjero. Xi habló de “retórica” ante su atenta audiencia. En los próximos meses se verá reflejado de manera ostensible.
Esa “retórica” le preocupa sobre todo por los alcances de una nueva investigación que impulsan los Estados Unidos y la Unión Europea sobre los orígenes del coronavirus en diciembre de 2019. La hipótesis de que la génesis del Sars-CoV-2 pudo ser un accidente o descuido en el Instituto de Virología de Wuhan cobra cada vez mayor validez y de confirmarse podría provocar un fuerte dolor de cabeza para el futuro de China. ¿Habría demandas por las 3.770.000 muertes? El PCC no quiere saber nada con abrir las puertas del laboratorio, mostrar sus documentos y transparentar lo que allí ocurrió. Con esa actitud, sólo consigue multiplicar las sospechas. Recuerdos de Chernobyl.
Rusia, por su parte, continúa con su foco en la expansión. América Latina pareciera ser una distracción menor frente a los desafíos internos y vecinales que enfrenta el Kremlin. Sin embargo, los pedidos de rescate que desde el hemisferio sur se le realizan a Moscú son conmovedores... aún para alguien en apariencia imperturbable como Vladimir Putin.
Preocupado por el Ártico, el gasoducto que inquieta a Europa, Ucrania y silenciar cualquier estertor de rebeldía de Alexei Navalny y sus seguidores, Putin se da el lujo de presentar como un éxito la Sputnik V que ha comercializado como un zar del capitalismo. Los gobiernos de México y Argentina corrieron a Moscú para firmar contratos de producción y comprar al mismo tiempo millones de dosis para sus poblaciones. Le siguieron otras naciones de la región. Eso sí: en Rusia la vacuna estrella no es tan demandada. Quizás los rusos prefieran crear anticuerpos de forma natural. En Europa y en los Estados Unidos, ponen el brazo ante otras pócimas.
En ese contexto, la golpeada región latinoamericana parece haber ingresado en un viaje hacia un futuro incierto. Al largo millón de víctimas se agrega una desesperante situación económica y social de la que le costará años recuperarse. En términos laborales, de acuerdo a estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) América Latina es la más afectada en lo que va de 2021 y a la que más esfuerzo demandará salir de esta situación. Millones de puestos de trabajo se perdieron y se tardará mucho tiempo en su recuperación plena pre-pandemia. Las desigualdades se exacerbarán aún más, dice el preocupante informe.
Sin embargo, lo que más podría aumentar esa obscena diferencia es el extraño comportamiento en el que parecieran empecinarse la mayoría de los países latinoamericanos.
Cuando Perú aplaude -y vota- a un candidato de ideas supuestamente revolucionarias, de izquierdas, socialistas, progresistas y populares que se pronuncia contra el aborto, el matrimonio igualitario o el consumo recreativo de la marihuana, y el resto de la región que simpatiza condescendientemente con él celebra su arribo a la política y a lo más alto del poder, ¿qué se festeja?
¿Son iguales Pedro Castillo que, por caso, la ex presidenta socialista Michelle Bachelet? ¿En qué se parece con Lula da Silva quien aún con pecados en su historial chocó puños con Fernando Henrique Cardoso -un liberal de prestigio- en un claro mensaje contra el mesiánico Jair Bolsonaro?
Fue al presidente brasileño a quien el régimen chino le exigió dejar de lado sus críticas a Beijing como condición para que el prestigioso Instituto Butantán tuviera los activos necesarios para la producción de la vacuna SinoVac. La “sugerencia” diplomática revelada por el diario OGlobo parece haber tenido el efecto deseado. El flujo de envíos del laboratorio chino se retomó.
Juan S. González, principal asesor en Seguridad de Joe Biden para el hemisferio, fue claro al conocer la noticia: “Cumpliremos sin condiciones”, escribió en portugués en su cuenta de Twitter en referencia a la donación de millones de dosis que hará la Casa Blanca para los países de América Latina, entre los que se encuentra Brasil. Lo hará a través del mecanismo COVAX para despejar cualquier especulación política, que igualmente existirá.
Chile, por su parte, se encamina a una caótica y atomizada reforma constitucional que podría terminar con un estado eficiente, ordenado y previsible -sea de la bandera ideológica que fuera- cuyas cuentas transparentes, economía pujante, moneda sólida, crédito y tasa de inflación inamovible permitieron al gobierno de Santiago acceder a millones de vacunas para inocular contra el coronavirus, por ejemplo, a más de la mitad de su población en tiempo récord.
Quizás Sebastián Piñera -ahogado en la popularidad y la premura por dar vuelta la página de un inicio dispar en el manejo de la pandemia- equivocó el proveedor mayoritario y se dejó seducir -sin cuestionar nada del régimen como condición, por supuesto- por las dosis de SinoVac, que en principio parecieran no resultar del todo eficientes y podrían explicar la cantidad de casos que vive Chile.
En el desastre, Argentina se empecina en chocar una y otra vez con sus referencias históricas y sus diagnósticos exóticos. El presidente Alberto Fernández se deshizo en elogios ante un pragmático Putin a quien le explicó las ventajas del sistema económico que impulsa su administración: “Es hora de entender que el capitalismo no ha dado buenos resultados”, dijo mientras le agradecía que le permitiera firmar un contrato millonario por las vacunas Sputnik V.
Es curioso interpretar que el capitalismo no ha dado buenos resultados cuando la principal potencia comercial e industrial -Estados Unidos- regala cientos de millones de vacunas contra el COVID-19 de probada calidad y las otras supernaciones las venden aún a sus más próximos aliados, como Rusia y China. Pareciera que algunos gobiernos prefieren ser ciegos para evitar contradecir su escala ideológica, de valores o de negocios.
Ese doble estándar está en juego en la región cuando la indignación se acalla y las alarmas no suenan ante el desbocado ataque a la democracia y los derechos humanos que Daniel Ortega está ejecutando en Nicaragua. El derrotero comenzó el pasado 2 de junio con la detención de la principal candidata presidencial, Cristiana Chamorro. La dictadura la ve como la principal amenaza en las urnas. Continuó con otras capturas quirúrgicas durante toda la semana: siete en total. Ya no quedan opositores que compitan contra el “Kim Jong-un centroamericano”, como lo llamó el senador demócrata Bob Menéndez.
No hubo, hasta el momento, una sola condena formal de algún gobierno de la región. Ni aún por parte de aquellos que se dicen paladines de las libertades individuales. ¿Será que cuando dicen que el capitalismo ya no sirve en verdad quieren decir que es la democracia la que no funciona? Esa conceptualización sería más apropiada ante los oídos de interlocutores como Putin y Xi Jinping, cada vez más cercanos a América Latina y comandantes de peligrosas autocracias. Todavía nadie se animó en América Latina a explicitarlo. Habrá que ser paciente.
Uno que no tendría rubor en decirlo es Nicolás Maduro, el todopoderoso de Venezuela que dice estar dispuesto a abrir un proceso democrático con la oposición. Sin embargo, todavía no existe una hoja de ruta para concretarlo. Noruega aún no comunicó nada. Tan poca es la vergüenza que tiene el jefe de la dictadura militar caribeña que obliga a quienes quieran vacunarse contra el COVID-19 a mostrar su pertenencia al chavismo. El “Carnet de la Patria” es condición en muchos estados y municipios. Algo que la región debería preocuparse, también, en denunciar aunque prefiera el silencio.
Mientras todo esto ocurre, Colombia ensaya una autodestrucción. A la represión desmedida del gobierno de Iván Duque se suma la intransigencia de los sectores sindicales y políticos, que parecieran querer ver al país de rodillas como la vecina nación de Maduro. El país está atravesado por la violencia hace décadas: desde narcos hasta revolucionarios marxistas. La sociedad no podría sentirse cómoda en ese contexto, aún cuando marginales saquen provecho del desmanejo estatal.
Ecuador, con Guillermo Lasso como flamante presidente, pareciera querer mostrarse como un estado moderado y basado en decisiones racionales. Lenín Moreno le sacó de encima -o al menos eso pareciera- el lastre que representaba el correísmo. Pero dejó un desafío amazónico a su sucesor. Un tendal de penuria social que el ex banquero deberá resolver. Sus primeras medidas parecieran volcarse por políticas que apuntan a corregir lo hecho en materia sanitaria: una vacunación masiva de la población para salvar vidas y poner en funcionamiento de inmediato la economía. Lo hace rodeado de mujeres en los principales ministerios, algo inédito para la región.
A la falta de educación provocada por la pandemia -y entorpecida por la mayoría de los gobiernos- la pobreza extrema y el hambre son las mayores amenazas a las que se enfrentarán los países del subcontinente americano en el futuro inmediato. ¿Con qué tipo de sistema político querrán salir del abismo? ¿Qué experimento económico querrán implementar? ¿Buscarán sus espejos en Putin y en Xi? ¿Intentarán con el Socialismo del Siglo XXI? Todo puede ocurrir en una América Latina que durante la pandemia parece haber perdido la razón además de más de un millón de vidas.