Alaba, un chispazo de historia
El fichaje del Real Madrid entregó el gol del primer triunfo de Austria en una Eurocopa ante la inspirada Macedonia del Norte. Pandev también agrandó su leyenda.
Se dirigían los ‘flashes’ de entrada hacia Alaba, por su liderazgo en Austria. Y, sobre todo, por el invento del seleccionador austríaco, Franco Foda, de situarlo no en el lateral ni en la medular, tampoco propiamente como central, sino de líbero. Versatilidad que ha resultado decisiva en su fichaje por el Real Madrid tras una vida en el Bayern. Y que en este caso, debió de imaginar Foda, sería de utilidad para proteger a los centrales, para iniciar las jugadas de Austria y para sorprender a Macedonia con un 3-5-2, con el mismo dibujo que el idolatrado Angelovski.
Y, aunque el juego de los espejos no deparaba ninguna superioridad para los centroeuropeos –se apoderó del orden la medular macedonia, comandada por el levantinista Bardhi, inspiradísimo–, sí encontraron una grieta recurrente a la espalda de Alioski. Y en aprovecharla se empleó a fondo Sabitzer, el talento del Leipzig, quien envió un pase al segundo palo que Lainer entendió a la perfección para batir al rayista Dimitrievski. Y para dedicárselo a Christian Eriksen, con el mensaje ‘Stay strong’ escrito en una camiseta. Era el minuto 18 y Austria se las prometía felices, con su primer gol en el primer tiempo de un gran torneo desde España-82.
Pandev, 37 años y dos décadas y una semana en su selección, anotaba a placer un gol ya legendario: el primero de Macedonia del Norte en un gran torneo y el segundo de un jugador de mayor edad en la historia de la Eurocopa, tras el de Ivica Vastic, curiosamente austríaco, en 2008.
Se puso precioso el encuentro, que se definió entre la psicología, el desgaste físico y lo táctico. Como la enmienda de Foda en la segunda mitad, con unos cambios que dieron aire a Austria y pudieron neutralizar las embestidas de una Macedonia empujada por Bardhi hasta donde aguantó el mediocampista y su selección. Entre Gregoritsch y Arnautovic, quienes acababan de entrar, obligaron a Dimitrievski a realizar su enésimo paradón. Hasta ahí le duró encendido el interruptor de las redenciones al guardameta.
Porque en el tramo final impusieron los austríacos su mayor experiencia –es su tercera Eurocopa, segunda consecutiva–, su fondo físico o, simplemente, su mejor ocupación de los espacios. En la que incurrió Alaba al liberarse de los grilletes de la defensa para irrumpir cual extremo por la izquierda para servir en bandeja el 2-1 a Gregoritsch.
Y el de Arnautovic, que no había sido titular porque salía de una lesión de muslo, pero que no se ha olvidado de marcar ni de hacer amigos, ni siquiera jugando en China, como los de su polémica celebración en el tanto de la sentencia, con la zaga rival ya descompuesta. Mucho más festiva fue la de la selección de Austria al completo nada más finalizar el encuentro. No es para menos: es su primer triunfo en una Eurocopa. Y el primero en un gran torneo desde el Mundial de Italia-90.