La vida de película de Zlatan Ibrahimovic: de ser humillado en su infancia y robar bicicletas a convertirse en el “Benjamin Button” del fútbol
A los 39 años, el delantero sueco sigue más vigente que nunca. Talentoso y rebelde, todo lo que sufrió en el seno de su familia y en “Rosengard”, el barrio marginal en el que fue criado, lo convirtió en fanático de los autos de lujo y le provocó una obsesión: encontrar siempre llena su heladera. Todos sus hitos y polémicas
Ibrahimovic, extrovertido y siempre con declaraciones altisonantes, suele aceptar que de él puede emerger la jugada más talentosa como, repentinamente, un cabezazo a un rival (como en el último derby milanés ante el Inter contra Lukaku) que lo puede hacer abandonar la cancha antes de tiempo. Lo resumió muy bien su entrenador del Milán, Stéfano Pioli, “tomalo o dejalo, él es así con sus cosas buenas y malas”.
En el último tiempo, volvió a ser noticia por haber regresado a la selección sueca tras cinco años de ausencia, al aceptar a sus 39 años la convocatoria del entrenador Janne Andersson para disputar la clasificación mundialista para Qatar 2022 y por debutar en el cine haciendo el papel del romano Caio Antivirus en la película “Ásterix y Óbelix, el imperio medio” –la quinta de la serie- dirigido por Guillaume Canet (que hace el papel de Ästerix), y con las actuaciones de Guillaume Lellouche (Óbelix) y Marion Cotillard (Cleopatra).
Ibrahimovic nació el 3 de octubre de 1981 en Malmoe y se crió en el barrio marginal de Rosengard, en el que vive un alto porcentaje de inmigrantes, muchos de ellos provenientes de Europa oriental. Su padre, Sefik, albañil y encargado de mantenimiento, es de origen bosnio-musulmán y emigró a Suecia en 1977, mientras que su madre, Jurka Gravic, católica croata de ascendencia albanesa, llegó en la misma condición. Se conocieron en Suecia.
Las condiciones socioeconómicas durante su infancia fueron muy duras y lo marcaron, desde una baja estatura, nariz larga y un ceceo que determinó que se sintiera humillado por el entorno al punto de necesitar un tratamiento con una foniatra, hasta el acostumbramiento al permanente robo de bicicletas (especialmente por las noches) desde que alguien le quitó la suya, una BMX heredada de su hermanastro Sapko (nacido en Bosnia en 1973) a la que llamaba “Fido Dido” (dibujo animado de un chico terrible con los pelos de punta). Ni su padre, casi siempre desinteresado, que acudió arremangado y con la camisa abierta para ayudarlo, logró que se la devolvieran.
Llegó a tener serios problemas por los robos. En una oportunidad, entró con un amigo a una de las grandes tiendas “Wessels”, ambos vestidos con anoraks en pleno verano y los descubrieron robándose varias paletas de ping pong. “Acabé siendo un pequeño diablillo muy hábil”, relató años más tarde. “Siempre me preguntan qué habría hecho de no ser futbolista y no tengo ni idea. Quizá habría acabado siendo un delincuente”.
“En mi casa –a la que había que subir en cuatro tramos de escaleras- no nos dábamos abrazos ni ese tipo de cosas. Nadie preguntaba ‘¿qué tal te ha ido en el día, Zlatan?’. Eso no existía. No había ningún adulto que ayudara con los deberes o que preguntara por los problemas que pudiéramos tener. Había que enfrentarse a las cosas solo. Si alguien te trataba con crueldad, no valía lloriquear. Había que apretar los dientes. Reinaba el caos, peleas y recibí una buena cantidad de tortazos. Mi madre no tenía tiempo para nada. Era limpiadora en casas, una auténtica luchadora y se dejaba la piel en el trabajo y lloraba mucho y, a veces, la acompañábamos a vaciar papeleras para ganarnos una propina. Yo la quería, aunque nos solía pegar con una cuchara de madera tanto a mí como a mi hermana Sanela (dos años mayor, una chica dura y que pintaba para gran atleta por lo que corría y mi padre presumía de ella como un pavo real”)”, escribió en su libro biográfico “Soy Zlatan”.
Recuerda de su casa que “éramos un montón, incluidas mis hermanastras –- consumían drogas duras y las escondían en la casa- que un día desaparecieron de la familia y rompieron todo contacto con nosotros, y luego nació Alecsandar (1986), y comíamos fideos con ketchup o en casa de mi tía Hanife, que vivía en el mismo edificio”. Sus padres se habían separado cuando él tenía dos años –se casaron porque él necesitaba un permiso de trabajo- y vivían con la madre. Al padre lo veían cada dos fines de semana “y ese era el momento divertido”. Finalmente, los servicios sociales determinaron que se quedara con la custodia de sus hijos y eso desató un drama familiar hasta que ambas parten aceptaron que su madre tuviera la chance de verlos cada tanto hasta que Sanela –hoy es peluquera- se quedó con ella y él, con su padre, en 1991.
Zlatan cuenta que la única descarga de energía era jugando al fútbol en el colegio, pero que se peleaba mucho y solía dar cabezazos a los rivales –tal como siguió haciendo de profesional cuando se enoja-, y cuando llegaba a su casa, no encontraba nada de comer en una heladera completamente pelada. “Es el día de hoy que me obsesiona que en mi casa la heladera siempre esté llena, y es algo que sabe muy bien mi mujer, Helena”, le dijo a este cronista en una entrevista de 2010. “Una vez, mi hijo mayor se puso a llorar porque no había pasta y yo pensaba ‘no sabes lo que fue mi infancia, esto no es nada’”. Mientras el adolescente Zlatan revolvía los cajones, su padre, ya sin el overol de trabajo y muchas veces borracho, estaba sentado frente a la TV donde sólo veía videos de origen balcánico –es de Bijelina, Bosnia, donde padeció junto a otros musulmanes el ataque de los serbios y tuvo que huir-, especialmente peleas de boxeo, porque su tío, Sabahudim, fue un famoso pugilista de la antigua Yugoslavia - y le llegaban sus combates. Un día descubrió que si vendía todas esas latas de cerveza vacías de la casa podía conseguir una suma para comprar algún alimento.
“Para mí, la TV sueca no existía. La primera película sueca que vi fue a mis 21 años. Vivíamos en otro mundo y mis ídolos eran jugadores sudamericanos como Diego Maradona, Ronaldo o Ronaldinho. De los suecos, no sabía nada”, admitió. Su primer equipo fue el MBI (Malmoe Boll & Idrottsförening) cuando tuvo seis años y ya allí tuvo problemas en los partidos con chicos de su edad en un club que albergaba a inmigrantes y suecos, cuyos padres se quejaban de los trucos que él utilizaba y que los había aprendido en Rosengard.
Se fue entonces al Balkan. “Allí estaba cómodo porque los padres no nos decían ‘qué bien jugaste’ sino que insultaban, como a mí me gustaba. El entrenador era bosnio, había jugado en Yugoslavia y era una figura paternal para nosotros”, detalló, hasta que un día, recibió una sorpresa: su padre le dijo que si tenía condiciones debía probarse en un club más grande, el Malmoe. Tenía 13 años y se fue hacia allí en una de las tantas bicicletas robadas. Fue aceptado pero “me sentía un marciano”. Otra vez los padres de los chicos, de mayoría clase media sueca, se quejaron de sus métodos, especialmente cuando cabeceó a uno y lo mandó al hospital, aunque luego le fue a pedir disculpas. La mayoría tenía botines de primeras marcas y él, unos que compró en un supermercado y que estaban compartiendo vidriera con frutas y verduras: “Seguía siendo un exponente del barrio de Rosengard”.
Sus compañeros trataban de ser alcanzapelotas en los partidos del Malmoe, especialmente en uno en el que jugaría el arquero del Mundial 1994 Thomas Ravelli, pero a Zlatan ni le interesaba. “Lo mío pasaba por lo que hacían Romario o Bebeto. Si algo me interesaba de Ravelli eran sus pantalones, y pensaba cómo robárselos”. Un gran momento fue cuando se le acercó Roland Andersson, que había jugado el Mundial de 1978, para decirle que comenzaría a entrenar con los mayores. El Malmoe había llegado a la final de la Copa de Campeones de Europa en 1990, pero ahora estaba en una gran crisis, a punto de descender a Segunda por primera vez en sus 64 años de vida. Debutó el 19 de septiembre de 1999 en un decisivo partido contra el Hamlstad en el que perdieron 2-1 y al poco tiempo, se consumó el presagio. Sin embargo, algo cambió en la vida de Zlatan cuando en uno de esos últimos partidos de la temporada su padre fue a verlo jugar, algo que nunca había ocurrido, al punto de que desde ese momento no dejó de hacerlo y su departamento se fue convirtiendo en un museo con los recortes de cada artículo sobre él, y dispuestos en forma prolija. Precisamente en uno de ellos se publicó una entrevista que le hizo Rune Smith, un reportero del Kvallposten, que terminó siendo un boom y cada vez se acercaban más fans suyos a verlo entrenarse.
“Me volví más arrogante porque no conocía otra cosa, y más cuando el director deportivo Hasse Borg me regaló un teléfono celular (que nunca había tenido) y me puso un estudio cerca del estadio y me otorgó un sueldo aceptable, que en lo primero que me lo gasté fue en pagar un curso para aprender a conducir porque siempre me encantaron los coches y quería tener uno y presumir”, recordó.
Borg sabía que tenía potencial y lo llevó de gira para que lo probaran en distintos clubes. Consiguió una entrevista con el entrenador del Arsenal, Arséne Wenger, quien propuso una prueba, algo que no fue aceptado porque ya sonaba humillante para un jugador de Primera, y también rechazaron las posibilidades que ofrecían el Mónaco y el Verona, pero ya el panorama era otro por más que debía jugar en Segunda. Lo habían convocado al seleccionado sueco sub-21 hasta que un día aparecieron el ojeador de Ajax, John Steen Olsen junto con el entrenador del equipo, Co Adriaanse y el experimentado director deportivo Leo Beenhakker, ex DT del Real Madrid. Lo fueron a ver a La Manga, España, a un amistoso contra el Moss noruego y le anunciaron su interés. Conocían todo sobre él, vida y obra. “Si me jodes, te joderé dos veces”, le advirtió Beenhakker.
Arreglaron un salario mensual de 17 mil euros, lo que para él significaba un salto extraordinario pero sólo se lo contó a su padre, que como tantas veces, desconfió de que esa paga fuera suficiente. Cuando lo presentaron en el Ajax, tomó champagne por primera vez en su vida, pero regresó al Malmoe por otros seis meses antes de sumarse definitivamente al club de Países Bajos. Se había comprometido con Mía, una diseñadora web, y le preguntaron qué le había regalado para la ocasión. “Nada, tiene a Zlatan”, respondió, pero rompió la relación cuando le dijeron que eso implicaba casarse.
En el Ajax ganó dos Eredivise, una Copa y una Supercopa de los Países Bajos. “No iba a locales nocturnos ni cosas parecidas, pero no me comportaba como un profesional. Para ser sincero, era un irresponsable y no comía ni dormía en forma adecuada y cuando regresaba a Malmoe hacía todo tipo de estupideces”, confesó. Sus destacadas actuaciones lo catapultaron a la selección mayor en la que debutó haciendo pareja con Henrik Larsson, que venía de ser Botín de oro de Europa con el Celtic, aunque generalmente en su lugar jugaba Marcus Allback.
Poco a poco comenzaron los problemas fuera de la cancha. Se enteró de que cobraba menos que sus compañeros, algo que Borg, el director deportivo del Malmoe, no le había dicho cuando arreglaron el pase. “Me habían comprado para que fuera el nuevo Van Basten y seguía cobrando una miseria”, se quejó. Ronald Koeman, su entrenador, lo mandó a su casa en uno de los entrenamientos y le dijo que no estaba dando todo lo que podía, y el plantel comenzó a dividirse en dos grupos, el que lideraba él y el que manejaba Rafael Van der Vaart. Por ese tiempo, le pidió a un periodista de la revista “Voetball International”, con el que tenía buena relación, que le aconsejara un representante. “Me dijo que podía ser la gente que llevaba a David Beckham u otro que es un mafioso pero que se maneja bien, y le dije que quería a ése. Pero no era un mafioso, sólo lo parecía y se llamaba Mino Raiola, que llevaba al brasileño Maxwell, compañero mío de equipo. Mino tampoco había tenido nada servido en bandeja, era de Salerno, del sur de Italia y cuando tenía un año sus padres emigraron a Holanda y abrieron una pizzería en la que él tuvo que limpiar, lavar platos y servir en las mesas desde pequeño hasta que luego pasó a la contabilidad y aprendió”.
El 22 de agosto de 2004, ya en su etapa final en el Ajax, marcó un gol al Breda en el que eludió a cinco defensores y al arquero y que fue comparado con el de Diego Maradona a Inglaterra en 1986. El canal de TV “Eurosport” lo eligió como “Gol del año”. Al término de esa temporada fue contratado por la Juventus en 19 millones de euros.
En el club de Turín, que venía de perder la final de la Champions League ante el Milan en 2003, tenía estrellas como Thuram, Trezeguet, Buffon o Nedved. Acababa de llegar Fabio Capello como entrenador, “alguien que no se casa con nadie”, lo definió el sueco, y que terminó colocándolo como titular, para lo que tuvo que sacrificar a un ídolo como Alessandro Del Piero, que había ganado siete Scudettos y eso provocó el enojo de los hinchas. “Un día me sentó frente a la TV y me puso el video de jugadas de Van Basten y me dijo que lo hacía acordar a él aunque jugando mejor pero con menos movimientos, porque él solía salir del área hacia los costados”, recordó.
Ganó dos títulos de Liga con la Juventus, pero se determinó que hubo fraude deportivo e hicieron descender al club a Segunda. Varios jugadores optaron entonces por marcharse: Thuram y Zambrotta, al Barcelona, Cannavaro y Emerson, al Real Madrid, Vieira al Inter. “Todos llamábamos a nuestros agentes para ver qué opciones teníamos de irnos a otro equipo”.
Ibrahimovic se fue entonces al Inter, que pagó a la Juventus 24 millones de euros por su pase y que al momento de su llegada, llevaba 17 años sin ganar un Scudetto pese a que su presidente y accionista mayoritario, Massimo Moratti, se había gastado más de 300 millones de euros en contratación de estrellas. Zlatan había estado negociando también con su rival de ciudad, el Milan, pero Ariedo Braida, el director deportivo, cometió el error de decirle que allí la estrella era Kakà y que ellos también podían convertirlo a él en una estrella. Prefirió el Inter, aunque su agente Raiola le aconsejó lo contrario.
“Moratti era amable y generoso. Daba suculentas primas luego de ganar partidos y me pareció que tenía que hablar con él porque me parecía que las primas estaban para cuando se ganan cosas importantes y que ése era un mensaje equivocado. También me pareció que para ganar algo, el plantel tenía que estar más unido, que es lo que vi en la Juventus o en el Ajax y en cambio acá, los brasileños estaban en un rincón, los argentinos en otro y el resto, en el medio. Era algo sin sentido. Les pregunté por qué estaban divididos en grupos como si fuera un colegio y muchos lo entendieron y se avergonzaron, pero costó cambiar una vieja costumbre y volví a hablar con Moratti”, desveló.
Ganaron la Liga 2006/07 e Ibrahimovic hizo los dos goles finales del título 2007/08 en el último partido, cuando entró como suplente a los 13 minutos del segundo tiempo luego de haber estado dos meses sin jugar y ya parecía que perdían el campeonato. Para la temporada 2008/09, José Mourinho reemplazó a Roberto Mancini como DT. “El portugués es alguien dispuesto a dar la vida –señaló una vez- . No lo conocía y pensé que sería como Capello, un líder duro, algo que encajaba conmigo porque me gusta este estilo, pero al final estaba equivocado, al menos en parte, porque le gusta ser centro de todo y manipula a los jugadores como nadie y congeniamos al instante. Me di cuenta de que trabajaba el doble que los demás. Vive y respira fútbol las 24 horas del día. Y noté algo desde el primer momento: este tipo sabe de lo que habla”.
Ganaron el tercer Scudetto consecutivo en 2008/09, a lo que se sumó una Supercopa italiana, y Zlatan resultó máximo goleador de la temporada, algo que ningún sueco había conseguido desde Gunnar Nordhal en 1955. Su popularidad era total entre los hinchas. Aprovechó la situación para decirle a Moratti que tuviera en cuenta que en el caso de aparecer una oferta del Barcelona, su sueño era jugar allí. Se trataba del campeón de Europa y con jugadores que deslumbraban al mundo. Finalmente, para sorpresa de Mourinho, que lo quería retener y que le dijo “acordate que la Champions que viene la vamos a ganar nosotros”, la transferencia se concretó en 46 millones de euros más el pase al inter de Samuel Eto’o (cotizado en 20 millones) más una indemnización de 5 por no realizarse el pase del bielorruso Alexander Hleb; es decir que en total, el club catalán pagó 71 millones de euros, una cifra espectacular y además, algo que gustaba al sueco: había pagado un millón de euros más de lo que Real Madrid abonó por Cristiano Ronaldo.
Sin embargo, las cosas no le fueron como imaginó pese a un muy buen comienzo de la temporada 2009/10. “La primera vez que intenté encajar con ellos sentí que me hacían el vacío. Por si eso fuera poco, tuve un problema con Messi. Él era la gran estrella. Era tímido y educado, no cabía duda. Me caía bien pero yo me destacaba y había entusiasmado a los hinchas, que me habían recibido de la mejor manera. Seguramente debió parecerle a Messi que yo me había colado en su casa y que me había metido en su cama y un día le dijo a Josep Guardiola que no quería jugar por la banda sino en el centro”, recordó.
Sin embargo, en el libro “Messi”, el periodista Guillem Balagué cuenta que tras la derrota ante el Sevilla por la Copa del Rey, fue el entrenador el que resolvió hablar con Messi para sugerirle un cambio de posición: sacarlo de la punta y colocarlo de centrodelantero. Primero lo intentó con un esquema 4-2-3-1, con Messi por detrás de Ibrahimovic, pero no resultó y entonces pasó a un 4-3-3 ya con el sueco ocupando el banco de suplentes y el 4-0 al Stuttgart en el Camp Nou por la Champions League fue la confirmación del nuevo camino con dos goles del rosarino, participación en un tercero y siete goles en tres partidos. Se acercaban los enfrentamientos decisivos de semifinales ante el Inter de Mourinho, el ex equipo de Ibrahimovic. En la ida en Milán, Guardiola volvió a colocar al sueco como nueve, no funcionó (perdieron 3-1) y lo reemplazó, y lo mismo en la vuelta en el Camp Nou, en el que tampoco sirvió el triunfo por 1-0.
“Me aislaron en la delantera, ya no recibía balones. Ya no era el que marcaba goles, ése era Messi. Fui a hablar con Guardiola. La directiva me había estado presionando para que lo comentara con él y arreglara la situación. Todas las pelotas pasaban por Messi y yo no podía hacer mi juego. Tengo que ser libre como un pájaro en el campo. Soy el tipo que quiere marcar la diferencia en todos los niveles. Pero Guardiola me sacrificó. Esa es la verdad. Él me encerró allí arriba. Bien, puedo entender su situación. Messi era la estrella. Guardiola tenía que escucharlo a él. Pero ¡vamos! Yo había anotado un gol tras otro en el Barca, yo era letal, también. No podía adaptar al equipo para un solo hombre. Quiero decir: ¿Por qué me compraron entonces?”.
Según Balagué, Ibrahimovic no cuenta que fue él quien le dijo a Guardiola “el enano tiene que salir del equipo”, Martí Perarnau, en su libro “El largo viaje de Pep”, sostuvo que “es Ibra el que se autoexcluía porque no tenía la pelota, ni participaba ni cumplía las instrucciones. Y cuando tenía el balón hacía sus piruetas y no cooperaba con los demás”. Pero la relación con Messi nunca fue mala y lo considera el mejor jugador del mundo, según le explicó al diario sueco “Fotbollskanalen”. Seguramente perturbado por lo que ocurría, llegó a decirle a quien esto escribe, en 2010, que si Messi se destacaba tanto era “porque es fácil jugar teniendo al lado a Xavi y a Iniesta”.
Ibrahimovic relató entonces en su autobiografía que Guardiola dejó de hablarle y de saludarlo. “Aquella situación me hundió. No fue agradable. Tener un jefe con semejante poder que, conscientemente, no te hace caso, acaba por afectarte. Con el tiempo no fui el único que lo notó. Yo no digo que en algún sentido no sea un buen entrenador, pero debe tener problemas muy serios. No sabe tratar a personas como yo. Quizá sea algo tan sencillo como miedo a perder su autoridad. Ese tipo de cosas tampoco son tan inusuales. Hay entrenadores que tienen cualidades, pero no saben cómo tratar a los jugadores con mucha personalidad y lo solucionan excluyéndolos. En otras palabras, son unos líderes cobardes”.
Enterado de la situación, el nuevo vicepresidente del Barcelona, Josep María Bartomeu, citó a Ibrahimovic para una charla en la que le contó que el Milan estaba interesado, pero el sueco, en una táctica convenida con su agente Raiola, decidió jugar con fuego y le dijo que al único club que iría es al Real Madrid, lo que desató gran nerviosismo en el club. “Podés ir a cualquier parte menos ahí”, le dijo el presidente Sandro Rosell. De esta manera, consiguieron que los italianos pagaran mucho menos por su pase. Una vez firmado el contrato, Ibrahimovic comenzó a llamar “El Filósofo” a Guardiola ante los medios.
“Ya de entrada –recordó- me dijo que en el Barcelona ‘nos gusta tener los pies en el suelo y no venimos a los entrenamientos en Porches o Ferraris’. Asentí . No me enfadé ni le dije ‘¿Y a ti que te importa qué coche tengo?’ Y al mismo tiempo pensé ‘¿qué quiere? Qué mensaje quiere transmitirme?’ Me gustan los coches. Es una de mis pasiones y noté que sus palabras encubrían algo como ‘No creas que eres especial’. Mi primera impresión fue que el Barcelona era como un colegio, una especie de instituto. No tenía ningún problema con mis compañeros. Ninguno se comportaba como una estrella, lo que era un poco extraño. Parecían colegiales. Los mejores futbolistas del mundo agachaban la cabeza. Yo eso no lo entendía. Era ridículo. Todo el mundo hacía lo que le decían. No encajé en absoluto. Empecé a adaptarme. Me volví excesivamente majo. Era una locura. Mino Raiola, mi agente y amigo, me dijo: ‘¿Qué te pasa, Zlatan? No te reconozco’. Nadie me reconocía, ninguno de mis amigos, ni uno solo. Empecé a estar bajo de moral. Decía lo que querían escuchar y hasta llegué a pensar en dejar el fútbol hasta que no di más y exploté contra el Villarreal, cuando Guardiola me dejó jugar cinco minutos. Estaba hecho una furia y cuando me enfado, pierdo el control y es mejor no estar cerca. Regresé al vestuario sin una idea y lo encontré rascándose la cabeza y había poca gente alrededor. Le di una patada a la caja metálica donde metemos el equipamiento y salió volando unos tres metros, y le grité ‘¡no tienes huevos. Te cagas delante de Mourinho. Vete a la mierda!’. Perdí los papeles. Lo normal habría sido que Guardiola me dijera que me calmara y que esa no era forma de hablarle al entrenador. Pero no, él no es así. Es un débil y un cobarde. Se limitó a coger la caja metálica como si fuera un trabajador de la casa y se fue. Nunca comentó nada, no dijo ni una palabra.”.
“Me di cuenta, aún más, del agujero negro en el que había estado en el Barcelona. Fue como si me hubieran tenido encarcelado y después me hubieran recibido con una fiesta al otro lado de los muros de la cárcel. Sentí en todas partes que el Milan me había estado esperando, que querían que me hiciera cargo del equipo. Iba a conseguir que volvieran a ganar trofeos. Esa sensación me encantó”, relató.
Aún con todos estos problemas en el Barcelona alcanzó a ganar la Supercopa de España, el Mundial de Clubes y la Liga Española en 2009/10 y la Supercopa de España en agosto de 2010 antes de marcharse al Milan y ser recibido por una multitud ya en el aeropuerto de Linate, al punto de que por primera vez tuvieron que ponerle un guardaespaldas. El magnate Silvio Berlusconi había tirado la casa por la ventana y se conformó un plantel con jugadores como Zambrotta, Nesta, Ambrosini, Gattuso, Pirlo, Seedorf, Inzaghi, Robinho y Pato, con un joven entrenador como Massimiliano Allegri, que venía de una muy buena temporada con el Cagliari y en el mercado de invierno se sumó Antonio Cassano.
Para Ibrahimovic fue un año complicado, en el que se fue dando cuenta de los cambios físicos. Ya no era aquel jugador habilidoso sino uno más fuerte y potente y más de resolver en los últimos metros. Fueron campeones al final, cuando regresó de una larga sanción por una de sus reacciones después de una expulsión en una temporada marcada por sus duelos mano a mano con Chiellini, de la Juventus, y su ex compañero Materazzi, del Inter. También ganó la Supercopa de Italia y se quedó una temporada más, la 2011/12, en la que fue el goleador, cuando fue contratado por el PSG francés en uno de los grandes golpes de talonario del ahora millonario club francés, sostenido con fondos qataríes.
En el equipo de la capital francesa se habló de una dura pelea con el uruguayo Edinson Cavani (desmentida por los dos) pero su paso fue arrasador, con cuatro títulos de Liga consecutivos, dos Copas de Francia, tres Copas de Liga, tres Supercopas, tres veces goleador de la Liga y máximo goleador de la historia del club con 156 en 180 partidos; y en una temporada, con 40 goles, superando los 39 que había marcado Carlos Bianchi en la temporada 1977-78.
En 2016/17 se reencontró con Mourinho en el Manchester United, con el que ganó la Community Shield, la Copa de la Liga y la Europa League. “Hemos ganado muchos trofeos gracias a Ibracadabra” –dijo, cuando se acabó su etapa en el PSG, y agregó que “si bien Zlatan hay uno solo, sin Ibra será muy difícil pero no imposible” y que “no creo que puedan cambiar la Torre Eiffel por mi estatua. Llegué como un rey y me voy como una leyenda”
Ya en Manchester, le preguntaron qué delanteros estaban en la mejor forma y respondió que Lukaku, y Sergio Agüero. Le consultaron cómo no se mencionó a sí mismo. Aseguró entonces que “Los leones no se comparan con los humanos” y contó que usa el pelo largo “porque mi fuerza está en el pelo, como Sansón”.
Luego de jugar para los “Diablos Rojos” de Manchester tuvo una experiencia en Los Ángeles Galaxy, donde fue dirigido por Guillermo Barros Schelotto y llegó siendo el jugador mejor pago de la historia de la Major League Soccer. Al marcharse tras un año y medio, escribió en sus redes sociales “vine, miré, conquisté. Para los fanáticos del Galaxy, querías Zlatan, te di Zlatan. De nada. La historia continúa. Ahora vuelvan a ver beisbol”, y regresó al Milan, donde aún juega a los 39 años.
Con la selección sueca tuvo destacados partidos en lo individual pero nunca lo acompañó un equipo para ganar títulos importantes. Jugó los mundiales de 2002 y 2006 y las Eurocopas de 2004, 2008, 2012 y 2016, cuando dejó el equipo para retornar en estos días. Es el máximo goleador de todos los tiempos con 62 tantos y llegó a ganar doce veces el Guldbollen, el premio que se le otorga en su país al mejor jugador del año, diez de esas veces en forma consecutiva entre 2007 y 2016.
En 2008 fue sancionado por salir de la concentración dos días antes de un partido oficial ante Liechtenstein junto con sus compañeros Christian Wihelmsson y Olof Mellberg, para visitar un club nocturno y fueron sancionados por el entrenador Lagerback y estuvo suspendido por seis meses, luego de los cuales no quiso jugar por otros tres hasta que lo convencieron para volver.
Con 31 títulos es uno de los diez futbolistas que más ganaron y convirtió 564 goles en 942 partidos, con un promedio de 0,59 en su carrera. “¿Qué súper poderes le gustaría tener?”, le preguntaron en una oportunidad. “Ya los tengo todos. Me siento como Benjamin Button. Nací viejo y moriré joven, eso es seguro”.
“Como futbolista, eres como una naranja. El club te exprime hasta que se queda sin el jugo y después te vende. Puede que suene duro, pero es así. Forma parte del juego. Pertenecemos al club y no estamos en él para que nuestra salud mejore. Sino para ganar. A veces los médicos no saben a qué atenerse, si ver a los jugadores como pacientes o como mercancías del club. Al fin y al cabo, no trabajan en el hospital, forman parte del equipo. Podés hablar e incluso gritar que tenés dolores, Nadie conoce tu cuerpo mejor que vos mismo”, sostiene.
Casado con la modelo y economista Helena Seger (mayor que él), tiene dos hijos, Maximilian (14 años) y Vincent (13). Es cinturón negro de taekwondo, aficionado a la pesca y fanático de los coches, que colecciona. Su música preferida es el reggae “pero no lo escucho antes de los partidos porque me vuelvo muy lento. Mejor después de los partidos, para tener alegría en los festejos”. Es tanta su popularidad que la palabra “zlatanear” (dominar con fuerza) fue incluida en el diccionario sueco.
El guión de su libro “Soy Zlatan”, escrito junto al periodista David Lagercranz, fue llevado al cine con dirección de Jens Sjogren y se espera el estreno para este año y en noviembre de 2019 se quedó con el 50% de las acciones del club Hammarby IF de Estocolmo, de la Primera sueca, que pertenecía al Anchutz Entertainment Group, también propietario de Los Ángeles Galaxy, lo que provocó el enojo de los hinchas del Malmoe, que reaccionaron agrediendo a su estatua en la ciudad.
Su cuerpo está lleno de tatuajes con distintos significados, como nombres de niños que sufren de hambre como consecuencia de guerras, pobreza o desastres naturales como apoyo al programa Mundial de Alimentos. También tiene escrita la frase “Sólo Dios puede juzgarme” y pez Koi, símbolo del budismo. En su brazo derecho “que representa a la fuerza” tiene tatuados a los hombres de su familia, y en el izquierdo, “más cerca del corazón” a las mujeres.
En 2007 financió la construcción de una cancha de fútbol con césped artificial, e iluminación en su barrio original de Rosengard, en Malmoe y contó que alguien le envío una foto del puente Annelund, en las afueras. “Recordé que fue allí donde a mi padre le robaron y le agujerearon un pulmón, cerca de allí está el túnel por el que corría aterrorizado hacia la casa de mi madre, guiado por las farolas.
El puente tenía escrito la frase “Podés sacar a un chico de Rosengard, pero nunca sacarás a Rosengard de él”, y llevaba su firma.