La “miniguerra” de Gaza que dejó todo como estaba
Tras 11 días de enfrentamientos, volvieron a triunfar los duros de ambos bandos. Ya se prepara una nueva batalla centrada en la decisión judicial sobre la propiedad de viviendas palestinas en Jerusalén del Este
Uno de los aspectos más sombríos de los enfrentamientos de las últimas dos semanas está, precisamente, en la familiaridad de los acontecimientos. Las terribles imágenes de muerte y destrucción que se suceden. Las consecuencias sociales y sicológicas que dejan una marca tras otra, particularmente en los más chicos. El Consejo Noruego para los Refugiados informó que 11 de los niños muertos por los ataques aéreos israelíes en Gaza participaban en su programa psicosocial para ayudarles a superar el trauma de la guerra. En total, murieron 228 palestinos en la Franja de Gaza, al menos 63 de ellos niños, mientras que 12 personas en Israel, entre ellas dos niños, murieron por cohetes lanzados por Hamas. Ambas partes desprecian la vida de los civiles. Pero son los niños palestinos, en su inmensa mayoría, los que han muerto, han perdido a sus padres o hermanos y han visto afectados sus hogares, escuelas y hospitales. Una vez más.
“La totalidad de nuestros logros se revelará con el tiempo…Ni Hamas ni el pueblo israelí saben todo lo que conseguimos”, dijo un Netanyahu misterioso. Aunque expuso algunos éxitos clave de la operación: la destrucción de 100 kilómetros de túneles del partido político militar extremista islámico, de la infraestructura militar utilizada para los ataques por tierra y por mar, así como el asesinato de 20 altos cargos de Hamás. “En este momento puedo decir que hemos emprendido actos audaces e innovadores, sin meternos en aventuras innecesarias”, agregó el primer ministro.
Del lado de Hamas, tampoco aparecieron banderas blancas. Una “alta fuente” de Hamas entrevistada por el periódico Al-Akhbar, editado por el Hezbolha libanés, aseguró que “seguimos de cerca los movimientos del enemigo en el barrio de Sheikh Jarrah [en Jerusalén del Este, donde varias familias palestinas se enfrentan al desalojo de sus casas]... y tenemos preparada una nueva ofensiva en caso de que los residentes de la zona sean desalojados”. Se espera para los próximos días un veredicto de la justicia israelí sobre la propiedad de viviendas entregadas en 1948 a los palestinos por la Autoridad Jordana, que en ese momento controlaba la zona.
En cuanto a la reconstrucción de Gaza, Hamas cuenta con unos 30 millones de dólares mensuales que envía Qatar en ayuda humanitaria y de los que una buena parte queda para la organización. Estados Unidos también se comprometió, como parte de los acuerdos de cese al fuego, a ayudar en la reparación de la infraestructura dañada por los bombardeos. También está la ayuda que, como se vio con el lanzamiento de misiles desde territorio sirio y libanés, llega a Hamas de organizaciones que luchan en la guerra siria. Y siempre está el apoyo militar de Irán que les provee el sistema de misiles con el que hostiga a la población israelí.
De todos modos, el mayor logro de los extremistas islámicos es el de haber enquistado un Caballo de Troya dentro de la propia sociedad israelí. Los ataques que se sucedieron entre ciudadanos israelíes, musulmanes y judíos, mientras se producían los bombardeos, dejaron una herida profunda. Por primera vez se registran estos ataques en forma masiva en las ciudades integradas. También ratificaron sus estrategias de “cuanto peor, mejor” y de mostrar cada vez más débil a Mahmud Abbas, el jefe de la Autoridad Palestina, para reafirmar que “no hay ningún socio viable para una negociación”.
La “miniguerra” encontró fuera de guardia a la Casa Blanca. Estados Unidos, con su ayuda de 3.800 millones de dólares al año a Israel, tiene una enorme influencia sobre el gobierno instalado en Jerusalén. Biden tenía otras prioridades en el comienzo de su administración y no esperaba ocuparse de Medio Oriente hasta más adelante. Ni siquiera había nombrado a un nuevo embajador. Tuvo que improvisar. Con la ayuda del egipcio Abdel Fattah el-Sisi logró el cese al fuego después de protagonizar una escena ya muy vista: dejó que Israel terminara su trabajo de destrucción de los túneles y las lanzaderas de misiles de Hamas para luego aparecer presionando a Netanyahu con un llamado en el que le dijo que esperaba una “significativa desescalada” de los combates para el final del día. Los militares israelíes se tomaron otras 24 horas para aceptar la tregua.
Biden y “Bibi” Netanyahu se conocen desde que el israelí era el segundo secretario de la embajada en Washington y el estadounidense un joven senador con un interés particular en la política internacional. Pero la relación es complicada. Lo demuestra la dedicatoria de una foto que Biden le envió a Netanyahu: “Bibi no estoy de acuerdo con ninguna maldita cosa de las que dices, pero te quiero”. A finales de 2019, durante una sesión de preguntas y respuestas con votantes, el entonces candidato Biden calificó al premier israelí de “contraproducente” y de líder de “la extrema derecha”. Pero también acusó a los líderes palestinos de “fomentar” el conflicto y “provocar a todos los que son judíos.” Y sugirió que algunos en la izquierda estadounidense dan a la Autoridad Palestina “un pase en blanco” cuando critican a los líderes israelíes.
Netanyahu tuvo una relación notablemente buena con el ex presidente Donald Trump, a quien agradeció muchas veces por trasladar la embajada de Estados Unidos a Jerusalén desde Tel Aviv y por mediar en la normalización de las relaciones entre Israel y los vecinos del Golfo, Bahréin y Emiratos Árabes Unidos, así como con Marruecos y Sudán. Biden llevó a cabo una estrategia más tradicional de una diplomacia “silenciosa e intensiva”. El enfoque refleja el estilo de trabajo del presidente y la amarga experiencia de la administración Obama, por la que Netanyahu mostró tanto desprecio, lo que finalmente llevó a Estados Unidos a negarse a vetar una votación histórica de la ONU que exigía el cese de los asentamientos en los territorios ocupados. Pero “el entusiasmo incondicional de Trump por Netanyahu, y los regalos que le entregó, debilitaron a los palestinos y envalentonaron al primer ministro israelí”, escribió un analista en The Guardian.
De todos modos, Biden va a tener que esforzarse para consensuar la política internacional con su partido. La creciente influencia de los demócratas progresistas en el Congreso y la energía del movimiento Black Lives Matter están aportando un renovado apoyo a la causa palestina. También, muchos miembros de la comunidad judía estadounidense, especialmente las generaciones más jóvenes, son cada vez más críticos con las políticas de Netanyahu.
Esta última escalada demostró, una vez más, que la violencia seguirá yendo y viniendo hasta que se aborden los problemas de fondo. El avance constante de los colonos judíos y los nuevos asentamientos cambian los hechos sobre el terreno para que un Estado palestino viable parezca cada vez menos posible. El confinamiento en Gaza y en los barrios de los propios ciudadanos israelíes de origen palestino, sólo fomentan el hambre y el odio que Hamas utiliza para mantener a su propia población como rehenes de sus aventuras político-militares.
En Washington y varias capitales europeas se habla de una iniciativa radical para atacar el problema: dejar de lado la fórmula largamente consensuada de “dos estados igualitarios” y en convivencia pacífica para centrarse en algún tipo de “organización federativa” en la que ambos pueblos tengan la autonomía necesaria para convivir en el mismo territorio. Obviamente, una fórmula rechazada de plano por los duros de uno y otro lado, pero que podría ser discutida al máximo nivel si los moderados mayoritarios se recuperan y retoman el poder. Biden podría acompañarlos en ese camino.