Hay que respetar la camiseta
Boca dejó una muy mala imagen en Paraná, aun con el atenuante de los pibes, los suplentes y los que volvían. Faltaron ideas, actitud, trabajo. El prestigio no se regala. Nunca.
Hay un millón de atenuantes. Javi García -el mejor- atajaba en Boca por segunda vez desde su vuelta. Rojo volvía de un desgarro y del Covid. A Campuzano el coronavirus le dio el tiempo libre suficiente como para retocarse la cabeza aunque sólo por afuera. El Pulpo González reaparecía luego de casi cuatro meses de inactividad por lesión. Giampaoli, Valentini y el Equi González hacían su debut absoluto en Primera. Sández apenas tiene unos minutos de experiencia. La defensa fue en un momento tres cuartas partes Reserva. Esta es una formación sin pasado ni futuro, de coyuntura, un rejuntado random. Pero así y todo, no se puede jugar tan mal.
¿Es un drama la derrota? No en términos de resultado, Boca no necesitaba los puntos porque ya estaba clasificado. Sin embargo, el partido fue algo más que un dolor de ojos: "Estoy recaliente, ésta es una imagen que no podemos dar porque jugamos en uno de los equipos más grandes del mundo y siempre hay que salir a ganar". Eso dijo Franco Soldano con la camiseta todavía transpirada de correr sin encontrar una pelota. ¿Una reacción desmedida? ¿Una calentura del momento? No tanto.
Todos aquellos atenuantes ya mencionados son eso: atenuantes. Pueden aligerar las pretensiones, las expectativas. Pero lo de Boca fue un horror injustificable. Llegó por primera vez a los 37 minutos del primer tiempo, suponiendo que se pueda considerar llegada a un centro de Obando para un cabezazo de Maroni. Y después hubo poco más: un tiro cruzado del mismo Obando, un cabezazo también suyo en el final. Russo armó un 4-1-4-1 excesivamente cauteloso teniendo en cuenta el contexto y el rival (Patronato, uno de los peores equipos del torneo; primer triunfo oficial en su historia contra Boca). El equipo careció de protagonismo, de ideas, de ambición, de un mínimo trabajo... Para eso no hay excusas. Que no se conozcan no explica, por ejemplo, la indolencia de Maroni (el técnico se la pasó gritándole que se hiciera cargo), o que Soldano no tenga una chance de gol, o que Zeballos -uno de los chicos con más rodaje- sea una ilusión latente que siempre se esfuma. No se entiende, tampoco, el desconcepto en el gol: una salida intempestiva de Campuzano a presionar, con una línea de fondo que ni hizo el intento de acompañar achicando hacia adelante. Eso no tiene que ver con la falta de rodaje del colombiano ni con la juventud de la zaga.
Podrá decirse que Boca pensó mucho más en el martes que en esta última fecha de la primera fase. Que no valía la pena arriesgar a nadie, salvo a los que necesitaran minutos de continuidad (Buffa, Fabra, Capaldo). El partido que realmente importa es el que se viene, contra Santos, para no seguir complicando una clasificación que parecía clarita y que se nubló con la derrota apática en Guayaquil, otra actuación que no se corresponde con los colores ni con la historia. Titulares o suplentes, pibes del club o grandes que llegan para cumplir un sueño, hay algunas cuestiones que no se negocian: la actitud que reclama la camiseta. Dejar la piel, siempre. Estar a la altura. Hay un prestigio que cuidar, un nombre que es enorme en todo el mundo. Por favor, no le falten el respeto.