ANÁLISIS / Nuevos Bucks para playoffs: ¿el anillo de Antetokounmpo?

La franquicia dirigida por Mike Budenholzer ofrece otra cara en temporada regular y muestra fe ciega en su proyecto: Giannis, Middleton y Holiday para años.

Albert Sancho
As
Apisonadora en temporada regular y cortacésped en playoffs. Mal de muchos, consuelo de nadie. Una tela de araña de la que, este año, deberán escapar Phoenix Suns o Utah Jazz. Dos franquicias que, según las leyes de lo previsible, no deberían estar donde están: siendo los equipos más regulares de la NBA. Los mejores hasta el momento. No solamente en cuanto a resultados; en muchos momentos, también en cuanto a juego. Entonces... ¿Por qué dudar de los Donovan Mitchell, Chris Paul, Monty Williams, Quin Snyder y compañía? Que se lo pregunten a los Giannis Antetokounmpo, Khris Middleton y Mike Budenholzer. Milwaukee Bucks lleva años chocando con el mismo muro, con uno que, al menos hasta el momento, le ha impedido apreciar las diferencias entre temporada regular y playoffs. Porque las hay y son muchas. Dos años arrasando en el curso de los 82 partidos y sucumbiendo a la hora de la verdad dan fe de ello. En el primer caso, cayendo ante unos Raptors a la postre campeones; en el segundo, ante unos Heat que se quedaron a un paso del anillo. En ninguno, en una primera ronda que, de inmediato, es sinónimo de fracaso absoluto; pero, a pesar de ello, dando la sensación, ya antes de llegar a la fase final, de que, si la franquicia era un hielo capaz de congelar a cualquiera durante los atracones de partidos anuales, los playoffs iban a ser agua caliente. Un vaso en el que ahogarse... y deshacerse.

Las diferencias entre unos y otros son notables. El juego coral, por ejemplo, que ha venido acogiendo Salt Lake City, a priori, debe tener cabida en los escenarios posteriores. Alternativas en la resolución, obligatorias ante un monstruo que castiga la monotonía, que, tras un tiro exterior que tontea con los registros históricos y acapara todos los focos, esconden mucho más. Hasta que nadie diga lo contrario dentro de la pista, los Jazz, al igual que los Suns, son un firme candidato al anillo; pero, a medida que se acerca la fecha del juicio final, las voces foráneas que los arropan con el manto de la duda son más. "¿Nos creemos a Utah?" suele ser una pregunta cada vez más recurrente. En Wisconsin están cansados de escucharla. La franquicia dirigida por Mike Budenholzer no gana un anillo desde la temporada 1970-71, cuando Oscar Robertson y Kareem Abdul-Jabbar, en su último curso como Lew Alcindor, conseguían dejar una huella que, aún a día de hoy, es única. Nadie más ha conseguido repetir. Los que más se han acercado fueron ellos mismos, bajo la propia batuta de Larry Costello, tres temporadas después. Desde entonces, algún que otro intento más, como las Finales de Conferencia de Sidney Moncrief o Marques Johnson, una década después, o las de Ray Allen y Glenn Robinson, ya en el siglo XXI. 

No tener una 'cultura ganadora', en la NBA, a pesar de ser una liga que, desde sus engranajes, lucha por la igualdad competitiva, puede ser una carga extra muy pesada. Un corsé desde el que es difícil romper una narrativa irremediablemente repetitiva. Ya lo dicen, la historia es cíclica. En la rebeldía de interrumpir el status quo, muchos han caído; pero también han triunfado muchos otros, haciéndolo algo fluido y que, dentro de su rigidez, permite inscribir nombres menos comunes. En esas están los 'Bucks de Antetokounmpo', que, de finalmente conseguir un anillo, seguramente, así serán recordados. Suele ser habitual en los guiones. Él mismo lo sabe mejor que nadie: "Si LeBron, Kevin Durant y Anthony Davis vinieran a Milwaukee sería bueno. No me interesa si soy el primer, el segundo o el tercer nombre, porque quiero ganar. Cuando te retiras, eso es lo único que recuerda la gente", aseguró antes de iniciar la temporada. Por aquel entonces, aún no era el jugador con el contrato más grande de la historia: 5 años, 228,2 millones y una declaración de intenciones.

La paradoja de los resultados

Algo ha cambiado en Wisconsin. A la tercera va la vencida, al menos, en lo que al planteamiento de la temporada se refiere; aunque, eso también, lo dictará el inmisericorde juez de los resultados. De momento, aún sin la toga puesta, se puede negociar con él. Después de dos cursos cayendo en la misma trampa, Budenholzer ha virado su hoja de ruta. Se ha visto obligado a hacerlo, de hecho. Según Shams Charania y Sam Amick, de The Athletic, no alcanzar, como mínimo, las Finales de Conferencia, supondría su despido. Quien mucho abarca, poco aprieta, dicen. Y, con un escenario delante de todo o nada, algo similar ha debido pensar. Paradójico. Los Bucks no son líderes del Este, y eso es noticia. Y, si bien es cierto que el mapa ha cambiado, ellos también. Daryl Morey ha dado con la tecla en los Sixers: las flaquezas estaban claras y alguien como él, gurú de la estadística avanzada, no podía fallar. Con la llegada de Seth Curry o Danny Green, añadió esos satélites que el planeta Embiid (y Simmons) necesitaba. La alternativa en el perímetro que evitara que todo muriera en el juego interior, que no deja de ser uno de los mejores de la liga, eso sí. Y los Nets, son los Nets. Nada que ver con los de la temporada pasada. Y están donde dictamina la entidad de su monstruoso big-three, aunque, de momento, los momentos compartidos por los tres jinetes hayan sido ínfimos. Schrödinger.

Si el Oeste es más salvaje que nunca, el Este también ha subido un escalón. Hay tres candidatos muy claros al dominio final; pero, por detrás, asoman cabezas que a nadie gusta encontrarse en playoffs. Fantasmas recientes en Wisconsin, de hecho. Muchos actores, con revelaciones punzantes (como Knicks o Hawks) y otros papeles que se han adaptado al texto inicial. En todo ello, Milwaukee se ha camuflado entre los secundarios. Casi nadie habla de ellos. Caso similar al de los Clippers en el Oeste. En lo individual, Kawhi, a pesar de haber estado en su inverosímil línea, no ha aparecido en ninguna quiniela para el MVP; y Anteto, que lo ha hecho en algún momento, parece condenado por sus dos galardones anteriores (aunque mejore todos sus registros de la campaña pasada). Con menos focos encima, la libertad aumenta y Budenholzer ha decidido aprovecharla. Por simplificar: ahora está permitido perder. Siempre que se pueda sacar algo a cambio, por supuesto. Y eso es lo que se ha hecho, sin descartar tajantemente esa dimensión de los 82 partidos (este año, 72) que tiene que ver con las pruebas de cara a la fase final. Sin negar que, aunque se exigen resultados (si no, no se pueden llegar a poner a prueba las fórmulas), la temporada regular tiene una parte de laboratorio.

Giannis encarna el nuevo paradigma, como no podía ser de otra manera. Se están viendo más Antetos que en otros años. Acumula muchos minutos con el balón en las manos, como es normal dada la jerarquía, pero con un abanico más amplio. No todas las jugadas deben empezar, y terminar, en él. En muchas ocasiones, sigue siendo él el que, como falso base, arma los ataques estáticos; pero, sin embargo, se le está viendo durante más tiempo cerca del poste, esperando a la jugada y finalizando, o distribuyendo, desde el interior. La estadística lo corrobora. La temporada pasada, cuando estaba en pista, el 37,5% de las jugadas del equipo eran utilizadas por él; este año, el porcentaje se reduce hasta el 32,7%. Dos versiones muy marcadas que, si los Bucks quieren hacer camino en playoffs, deberán mantener. Sin ir más lejos, la utilización en demasía de la primera ha sido, hasta el momento, uno de sus principales tendones de Aquiles en las pasadas ediciones, con defensas cerradas - zonas que se atragantaban - que negaban el paso a un Giannis en modo trailer. Cuando eso pase, y como ha demostrado que puede hacer, hay que pasar al modo faro. En la retaguardia, más de lo mismo. Noche tras noche, Mike Budenholzer dibuja nuevos elementos sobre la pizarra, con una zona que no deja de alternar posibilidades, siempre marcadas por una máxima que suele mantener: proteger el aro. Un costado defensivo que, de hecho, ha ido de menos a más, a modo de metáfora.

Dar un paso atrás para coger impulso. Esa es la premisa. Premeditada de inicio, obligatoria con el transcurso natural de la temporada. Las lesiones, de las que no se ha salvado ninguna franquicia, han hecho que Jrue Holiday se pierda 12 partidos hasta el momento. En su ausencia, Milwaukee sufrió, con la peor racha de la temporada: cinco derrotas seguidas. Anteto se ha perdido otros 10, con récord positivo para la franquicia (6-4), pero con huella en la faceta productiva. Los Bucks, en cuanto a eficiencia, empeoran cuando no está. Con Giannis se juega mejor, como es obvio; pero sin él también hay vida. Sin ir más lejos, la franquicia de Wisconsin ha jugado más del 40% de sus minutos sin su estrella, según datos de Steve Aschburner, fruto tanto de la baja como de la nueva rotación. "Es importante que, ya sea Jrue, Brook, Khris, Donte, o cualquier otro, haya mucha confianza en el vestuario y mucha fe en lo que pueden hacer y en lo que podemos hacer colectivamente", ha asegurado el nuevo Budenholzer. Pese a todo, los Bucks se mantienen terceros y en el top 10 tanto en el rating ofensivo como en el defensivo, donde debe estar todo aquel que se precie a ser serio aspirante. Y hay partidos en los que, aunque no esté claro el resultado, Giannis no disputa los minutos decisivos. Cuando lo ha hecho en todo su esplendor, además, con el back to back frente a los Nets como ejemplo más reciente, no se ha perdonado: frente a Brooklyn y Sixers, en Wisconsin presumen de un 6-1 en su historial. Van por detrás, pero, en los duelos directos, dejan claro que bien podría ser de forma distinta. No gana el que se mantiene más tiempo en el punto más alto, sino el que llega al apogeo en el momento oportuno; aunque nada asegura llegar.

Millones sin marcha atrás

Lo ha dejado claro en multitud de ocasiones y, aunque su juego lo parezca inferir, Giannis no es un jugador que ansíe protagonismo. Su única necesidad es ese anillo que no quiere postergar eternamente. Los mejores quieren jugar con los mejores, eso es ley de vida y, actualmente, los Nets son un claro ejemplo. La rotación de Milwaukee ha cambiado considerablemente este año. Khris Middleton mantiene ese peculiar título que se conoce como segunda espada y, para situarse a su lado, ha llegado Jrue Holiday. Junto a ellos, un Donte Divincenzo que, haciendo un poco de todo de forma entregada, ha pasado a ser titular y un Brook Lopez que, sin su hermano Robin, tiene mejor escudero. Bobby Portis, que agranda la pista y tira desde el perímetro como nunca (46,7%), acumula 20,9 minutos por partido, siendo una de las piezas más importantes de la segunda unidad y, de momento, manteniendo la cabeza en su sitio. Pat Connaughton ha reforzado su papel, mejorando en casi todos los apartados y Bryn Forbes, otro de los nuevos, ha aportado en lo que podía aportar (buena visión para las líneas de pase) y ha mejorado, algo, en lo que podía restar (la defensa). PJ Tucker, como posible última pieza (por orden de llegada, no por importancia) de una rotación de playoffs, se presenta como una pieza de fácil encaje: aporta experiencia, mejora la defensa y sigue añadiendo alternativas (de las mejores) en un perímetro muy explotado.

Una lanza que parece más sólida, sobre todo en su punta. A Giannis y Middleton, se ha sumado un tercer jugador que puede hacerse con la responsabilidad en los momentos decisivos: Holiday. El escalonamiento entre los tres en la rotación amplía los horizontes, ofrece un combo Jrue-Khris mucho más sólido para liderar en ausencia de Giannis y reduce, drásticamente, los minutos sin una 'estrella' en pista. Una apuesta que tiene mucho de ganadora, pero que en Wisconsin la han convertido en, prácticamente, un todo o nada. Si Antetokounmpo firmaba al inicio de la temporada el contrato más grande de la historia, Holiday ha aceptado (como para no hacerlo) uno de esos que sólo aparecen sobre las mesas de las superestrellas: 134 millones en cuatro años y con opción de jugador en el último. Una cuantía extraña para un jugador que sólo ha sido una vez All Star (y en 2013), pero que puede entenderse dentro del gran rendimiento que está ofreciendo y del mercado pequeño en el que se ubican los Bucks.

"Sumarlo a nuestro equipo nos ha hecho mejores en ambos extremos de la cancha. Es un defensor de élite y un jugador ofensivo impactante con la capacidad de anotar, disparar y facilitar", declaraba Jon Horst, gerente de la franquicia, tras hacerse oficial la extensión. "Es el mejor defensor de la liga en la posición de base", llegó a decir Kevin Durant sobre él. "Es el más infravalorado de la liga", Stephen Curry o Bradley Beal. A todo ello se aferran en Milwaukee para justificar el contrato y un proyecto que quiere asegurarse un anillo en los próximos años. Middleton, el otro puntal de la ecuación, está ligado hasta el año 2023 y tiene una opción de jugador en el 2024, también en valores máximos. De ejercerla, los Bucks invertirían en sus tres mejores jugadores 105 millones en el curso 2021-22, 113 millones en el 2022-23 y 120 en el 2023-24. Millones sin marcha atrás y al nivel del ansiado campeonato. ¿Tiempo suficiente para Antetokounmpo? El juez se pone la toga.

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