Un sueño y un hueso (15:00)
Aquel efecto de las petrolibras fue perdiéndose con la entrada de capital medioriental y norteamericano en sus competidores, la mayoría con mejor palmarés. Así que este verano Abramovich le dio un segundo impulso gastando en plena pandemia casi 250 millones en futbolistas. La cosa ha funcionado a la segunda. Con Frank Lampard, una leyenda del club, no resultó. Cuando le echaron, en enero, el equipo marchaba noveno. Abramovich decidió entonces contratar a Thomas Tuchel, recién despedido por el PSG, uno de esos entrenadores de efecto inmediato, aunque, por su carácter y su nivel de exigencia, poco duraderos.
Tuchel puso al equipo del revés. Cambió el 4-3-3 por un 3-4-2-1, rescató jugadores del fondo del armario (Marcos Alonso, Rüdiger…) y remodeló el equipo de atrás hacia adelante, no se sabe si por convicción o por necesidad. Y es que los superfichajes ofensivos del verano estaban pinchando. De hecho, Abraham (12 goles) y Giroud (11), dos suplentes, estaban muy por encima de los recién llegados Werner (53 millones), Havertz (80) o Ziyech (40). El equipo marca ahora menos goles (de dos por partido ha pasado a 1,3), pero encaja una tercera parte (sólo 0,4).)
Un equipo con escudo
Tuchel ha convertido al Chelsea en un equipo impenetrable. De los 21 partidos en que le ha dirigido, en 16 no ha encajado un solo gol y ha sido capaz de ganar a Tottenham, Atlético (dos veces), Liverpool, Everton, Oporto y City. Al United le arrancó un empate. Ahora es cuarto, con buenas perspectivas de clasificarse para la Champions.
El técnico alemán es un fanático de la estadística (quiso conocer a Mathew Benham, dueño del Brentford que hizo su fortuna con una casa de apuestas, por ser una autoridad en la materia) y del método Schöllborn, que entiende los futbolistas no mejoran por repetición, sino por una adaptación a la solución de problemas. Durante su paso por la Bundesliga se hicieron famosas sus reuniones de alta carga táctica con Guardiola. Diseña entrenamientos sobre escenarios circulares o romboidales para fomentar el uso de las diagonales, convierte al futbolista en multidisciplinar y ha llegado a ordenar a sus defensas entrenarse con pelotas de tenis en las manos para que se abstuvieran de agarrar. También es obsesivo con el orden y la puntualidad. Y no oculta un carácter fuerte: "Aunque he cambiado. Hace diez años atacaba a todo el mundo. Árbitros, banquillo… Nadie estaba a salvo. Ahora me he calmado". Con el Madrid se ha enfrentado cuatro veces y no ha perdido ninguna (una victoria y un empate con el PSG, dos empates con el Dortmund).
4-3-3 o tres centrales
El Madrid encontrará, pues, una caja fuerte a su altura, porque el equipo de Zidane es un poco lo mismo. Los segundos anotadores del equipo (Vinicius, Casemiro y Asensio) llevan seis goles, una cifra ridícula. Así que lo que no tiene delante lo gana atrás. El Madrid lleva 17 partidos sin perder. En esa racha ha encajado sólo ocho goles (ninguno en los cuatro últimos partidos) y nadie le hecho más de uno por encuentro.
En esta Champions, sus principales registros están por encima de los del Chelsea. Tira más (14-11), tiene más la pelota (56%-54%), ofrece un mejor porcentaje de pase (87%-84%) y le disparan menos (8-10), pero está muy por debajo en los duelos aéreos, una fuente de problemas. En experiencia, no hay color: 30 semifinales blancas y 8 del Chelsea (sólo superó una). La historia, pues, manda al Madrid a la final de Estambul.
La vuelta de Kroos permite a Zidane componer el centro del campo de los magníficos (así los llama Florentino), algo que no ha podido hacer en los tres últimos choques, y la gran decisión está en si ordenar al equipo con el 4-3-3 tradicional o recurrir a los tres centrales. La primera opción llevaría a Nacho al lateral izquierdo, porque Mendy sigue siendo baja. La segunda metería a Marcelo en el once y le quitaría un acompañante a Benzema. Asensio, Vinicius y Hazard se disputarían la plaza. La irregularidad de los dos primeros le da alguna opción al belga, que en el Madrid sólo ha jugado nueve partidos de Champions y ha marcado un gol. El Chelsea fue su casa en los buenos tiempos. En el Madrid su libro sigue en blanco.