La llamada que ha tumbado la Superliga
El Reino Unido fue el que peor recibió la noticia de la nueva competición. En Italia, por ejemplo, una buena parte de los aficionados de los tres equipos involucrados, apoyó la iniciativa, que se veía como una oportunidad para regresar a ser competitivos tras una década en caída libre. Entre los ingleses, en cambio, no lo celebró prácticamente nadie.
Entre el rechazo popular, que llegó a causar hasta manifestaciones por la calle (vimos lo que pasó con el autocar del Chelsea) y el miedo a devaluar un producto nacional de éxito como la Premier League, se empezaron a mover las instituciones.
Según pudo saber AS, el Gobierno se puso en contacto con los clubes ‘rebeldes’. El sentido de su mensaje fue este: no podemos impedir legalmente esta competición, pero sí podemos aprobar un durísimo impuesto sobre el lujo y sobre todo, gracias al Brexit, complicar muchísimo los trámites para los permisos de residencia de los futbolistas extranjeros.
Los equipos sabían que Boris Johnson podía hacerlo, que su amenaza era real. El primer ministro aprovechó esta batalla para aumentar todavía más su apoyo popular, ya en alza gracias a la enorme campaña de vacunación. No perdió la oportunidad que le regalaron.
Ante este peligro, el enfado popular y la guerra abierta con la UEFA, Manchester City, Liverpool, Tottenham, Manchester United, Arsenal y Chelsea decidieron que lo mejor era dar un paso atrás. Dejando a españoles e italianos solos con un proyecto que ya es imposible.