La fiesta en el quincho de Vélez, otra muestra de poder de su barra

El cumpleaños de un barra, el disparador de un multitudinario festejo clandestino dentro del club que convulsionó Liniers y puede traer consecuencias institucionales. El cambio de cúpula entre los violentos que antecede al episodio, y su necesidad de demostrar poderío sin discreción alguna.

Gustavo Grabia, TyC

La sorprendente fiesta clandestina que se desplegó en el quincho del polideportivo de Vélez con cientos de invitados en pleno agravamiento de la pandemia de coronavirus amenaza con traer cola para el club de Liniers. No en vano circulan cada vez más videos en los que se aprecia a una multitud celebrando sin barbijos ni distancias colaborando con la segunda ola de contagios de la enfermedad, con el agravante de tratarse de un festejo organizado por la barrabrava del club, La Pandilla de Liniers, dentro de la misma institución, demostrando que allí se mueve como pez en el agua.


Los detalles que se conocen de lo sucedido encajan perfectamente en una coyuntura en la que el nuevo capo de los violentos, Eduardo Raúl Cimminelli, alias Raulo, busca demostraciones de su poderío, tales como las apretadas al primer equipo posteriores al 7-1 de Boca. El cumpleaños de Nano, uno de sus seguidores, fue la excusa perfecta para copar el campo de deportes con bullicio excesivo, shows musicales y, por lo que se pudo apreciar, muchísimo alcohol. Ni la derrota deportiva frente a Banfield, que privó al Fortín de lograr un boleto para la Copa Sudamericana 2022, fue capaz de opacar una noche de celebración a todo trapo.

Tanto fue así que una vecina de la zona acudió al 911 para denunciar los ruidos molestos que provenían del lugar. La policía llegó, pero alegó no poder comprobar la situación por no tener acceso a la institución. Sin embargo, ante las múltiples repercusiones, la Subsecretaría de Seguridad Ciudadana de CABA a cargo de Juan Pablo Sassano inició una investigación de oficio que llevará adelante la fiscal Celsa Ramírez.

Cimminelli fue quien reemplazó al histórico Pedro Paz a la cabeza de La Pandilla, entre fines de 2020 y principios de 2021. Su bautismo, en tiempos enrarecidos por la pandemia, se dio en enero, cuando ante Godoy Cruz la tribuna del José Amalfitani lució una bandera que rezaba “La banda de Raulo (más de uno se quiere matar)".

Pero lo más curioso del cambio de mando es que, desde el oficialismo -hoy feliz por la reelección de Sergio Rapisarda- y algunas comisarías zonales, fogonearon el ascenso de Raulo, apoyado por las facciones de Villa Luro y Fuerte Apache, simplemente porque lo consideraron más manejable que sus pesados rivales de Versalles, Fernando Morales y Christian Galluzzi. ¿De quiénes se trata? Nada menos que los miembros de una banda que realizaba secuestros extorsivos junto a policías de la Comisaría 44, un recordado escándalo que estalló en 2009. Galluzzi salió de prisión hace poco por un robo a mano armada y Morales sigue prófugo por violencia de género.


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