El mapa de la interna: Boca Brandsen vs. Boca Ezeiza
La renuncia de Pergolini expuso a un club dividido en dos. De hecho, la sede donde se entrena el plantel se maneja de manera autónoma y los dirigentes deben pedir permiso para entrar. Acá, los detalles.
Olé"Acá estamos, en la sede Boca Brandsen. Cada vez más contra el arco del Riachuelo. Y pidiendo la hora". La frase, bien futbolera, refleja cómo se vivió en las oficinas de la Bombonera el día después del estallido por la renuncia de Mario Pergolini como vice 1°. Pero también hace una descripción de lugar. O más bien, una división territorial. El mensaje es claro: habla de un club fraccionado en dos, más allá de sus estructuras y de las funciones.
De un lado, opera el Boca Brandsen (805), con Jorge Ameal a la cabeza, ahora ya sin su viejo compañero de fórmula y apuntado por haberle "soltado la mano". Del otro, el Boca Ezeiza, con Juan Román Riquelme, su Consejo y todas las figuras históricas (desde Giunta a Serna). En el medio, claro, hay mucho más que 31 km de distancia por las autopista 25 de mayo y Riccheri.
De entrada, una aclaración: este mapa político no significa que Ameal y Riquelme estén peleados y/o distanciados. Pero sí muestra los dos polos de poder. Uno cada vez más disminuido, prácticamente desacreditado. El otro, cada vez más avasallante y dominante. Porque ahí se concentra la actividad principal del club: el fútbol. Porque es la residencia del ídolo máximo y dueño del voto popular. Pero también, porque esa base de operaciones funciona de manera independiente, con reglamento propio. Es un búnker impenetrable, incluso para los propios miembros de la CD.
-¿Qué hacés acá, Mario?
-¿Cómo qué hago? Soy el vicepresidente del club.
En Boca confirman que este diálogo fue el primero que empezó a resquebrajar la relación entre Pergolini y el Consejo. Fue entre el vice 1° y Raúl Cascini, justamente en la sede Boca Ezeiza. La figura lo dice todo: el ex volante, campeón del mundo en el 2003, pero hoy empleado del club, le marcaba la cancha nada menos que a una de las máximas autoridades de la institución. Fue una señal. Bajo su propia ley, los hombres de Román sólo reconocen a su propio jefe: Román. Y ahí, en su territorio, nadie más manda, nadie más es cacique, nadie puede entrar sin permiso.
¿Nadie? "El presidente, sí, Pero no va nunca. Porque sabe que no quieren que esté allá. Después, el dirigente que pretenda ir a Ezeiza, tiene que pedir autorización", le contaron a Olé sobre la orden que bajaron desde el Centro de Entrenamiento de Boca. Pasó hace muy poco con un directivo vinculado a una de las áreas sociales y culturales. Se mandó por su cuenta, pero cuando llegó a la puerta del predio, ni sus credenciales de dirigente le sirvieron para ingresar. Entrada rechazada. Tampoco el llamado que hizo a presidencia modificó la cuestión. "Volvete, evitemos problemas", fue la respuesta.
Desde Ezeiza aseguran que esa política se tomó para evitar ciertas irregularidades que se dieron en la gestión anterior. "Antes, al predio de Ezeiza entraba y salía cualquiera. Dirigentes o allegados se metían en el lugar donde estaban los jugadores, pedían fotos, que les firmaran camisetas. Era un despelote. Y lo mismo en el vestuario de la Bombonera. Incluso, llegó a faltar indumentaria. Eso ya no pasa más. Ahora los jugadores se enfocan en lo que tienen que hacer. Y si falta algo, sabemos quiénes están a cargo", justifican el candado.
Lo concreto es que en las oficinas de la Bombonera funciona la parte institucional del club. Sin embargo, claro, desde ahí se quejan de los manejos independientes y de la falta de comunicación que hay con Ezeiza. "Es algo que vamos a tener que mejorar. Y que la salida de Pergolini expuso. No hay vínculo, prácticamente. Como si fuéramos dos clubes", insisten desde Brandsen. En ese sentido, también se quejan de la ocupación de áreas y de la reubicación de personal afín.
En efecto, en la otra pequeña sede que tiene el club, el Complejo Pedro Pompilio, trabaja otra parte del personal administrativo que se encargaba del fútbol, pero que ahora casi no tiene presencia en Ezeiza (sólo en Inferiores) ni injerencia alguna en el papeleo o la logística. Para eso, Riquelme sumó a su viejo representante: Daniel Bolotnicoff. Y también incorporó a la base de Ezeiza a uno de los responsables del departamento de legales, quien tuvo una dura discusión con Ameal en uno de los últimos viajes del plantel al Interior. La queja: haberse mudado de sede.
En el Centro de Entrenamientos, entonces, se administra todo: el papelerío del fútbol profesional y juvenil, la indumentaria (a cargo del Chelo Delgado, mano derecha del 10), los nuevos contratos, las salidas y las incorporaciones de jugadores. Y ahora, también, uno de los motivos que eyectó a Pergolini: un nuevo canal de comunicación para mostrar el día a día en el predio. Mientras, esperan por otra decisión trascendente en la vida deportiva pero también institucional: tener en poco tiempo el manejo absoluto del presupuesto del fútbol, algo que todavía está en veremos.
En el Boca Ezeiza, entonces, viven las figuras. Las actuales y también las del pasado. El fútbol del club. La sede que tiene en un arco al Boca Brandsen. La que concentra la rama menos poderosa pero que debe sostener saneado al club, con un presidente cada vez más debilitado, ya sin su principal ladero y desautorizado por varios de sus pares. Al fin de cuentas, el único Boca compacto, consistente, armónico, es el que no tiene paz.