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El dueño absoluto de Boca

A Pergolini se le agotó rápido la paciencia: harto de lidiar con el destrato y el mando supremo e inapelable de Román, se fue y dejó en evidencia la crisis institucional que sufre Boca.

Es posible que la salida de Mario Pergolini de Boca no se note. Al menos, en proporción al revuelo que armó su decisión de renunciar. El vice primero del club influía poco y nada en el día a día del club y tal vez ése sea el motivo por el cual decidió alejarse. No pudo encargarse de la reforma del estadio -como se había anunciado al principio- y ni siquiera dejaron que se ocupara de la comunicación. De lo contrario, jamás habría permitido que el zoom se cortara en la primera conferencia de Russo por usar la versión gratuita -¿ni diez dólares podía pagar Boca?- o que saliera a destiempo una revista institucional con declaraciones viejas del técnico, y mucho menos habría permitido que el club le enviara al Atlético Mineiro una carta desprolija, maleducada y llena de errores -escrita vaya uno a saber por cuál de los cráneos iluminados que componen el Consejo de Fútbol.


Pensar que Pergolini renunció por la vía de comunicación paralela que significaba la nueva cuenta de Instagram (@Bocapredio) es cuanto menos ingenuo. Se fue, en cambio, cansado del destrato -el mismo que sufren desde los empleados hasta el plantel de fútbol- y sin ánimo de tolerar un día más al comando que copó Ezeiza transformándolo en un club de amigos que dirige los destinos del club a voluntad y sin rendir cuentas. Porque Ameal es el presidente de derecho, pero todos saben que en Boca manda Román. El es el presidente de facto -de hecho- que digita todo (el fútbol es todo en Boca) con la certeza que le da haber ganado las elecciones. No le hizo falta estar en la fórmula presidencial sino apenas figurar en la lista para que los hinchas de Boca se tiraran de cabeza a sus pies de ídolo eterno.

Ameal sabía desde el día en que lo convocó que esto iba a ser así. Pergolini probablemente también, y la diferencia radica en el límite de tolerancia. El de Mario se agotó rápido, mientras que Ameal soñó demasiado tiempo con esto como para dejarlo escapar en poco más de un año de gestión errante. Hay que ver, ahora, cuánto aguantan los demás miembros de Comisión Directiva, algunos enfrentados con el presidente: no habría que descartar más renuncias.

Boca vive una crisis institucional seria que nadie puede maquillar. Mucho menos Ameal con su discurso fuera de la realidad. Ojo: no es que el presidente vive en el limbo y no se da cuenta de lo que pasa. Elige vivir así. Bajo el paraguas protector y el mando inapelable de Riquelme, el hombre que lo llevó a la presidencia. El hombre que hoy, ocupe el cargo que ocupe, es el dueño absoluto de Boca.

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