Vacunas para pocos en América Latina

La región recibe dosis para inmunizar a menos del 3% de su población, mientras cuatro países acaparan casi 90% de los viales disponibles

El País

América Latina y el Caribe no tienen la cantidad de vacunas contra la covid-19 que necesitan. Hasta este viernes, la región había recibido 37 millones de dosis, que deberá repartir entre 630 millones de personas. La cifra alcanza para administrar menos de 6 dosis por cada 100 habitantes: manteniendo un criterio de dos por persona, hoy la región puede inmunizar al 2,8% de su población. En Estados Unidos, mientras tanto, casi uno de cada cuatro ciudadanos ya ha recibido la vacuna. Las desigualdades en el reparto global dibujan el mapa de las diferencias entre países ricos y pobres, como lo denunció en enero la Organización Mundial de la Salud.


“Las dos terceras partes de las vacunas han sido asignadas a los 50 países más poderosos y el 0,1% a los 50 países más pobres”, advierte Diego Tipping, presidente de la Cruz Roja Argentina. México llevó hace dos semanas el reclamo por una mayor equidad en la distribución ante el Consejo de Seguridad de la ONU. Y sumó el apoyo de Argentina, país con el que ha acordado fabricar antes de julio 250 millones de dosis en sociedad con Oxford-AstraZeneca. La producción, sin embargo, está demorada por falta de insumos. Ante la emergencia ha crecido el sálvese quien pueda, como también puede suceder en Europa.

El resultado es que la cifra total de dosis puede ser engañosa sobre la capacidad de América Latina y el Caribe para a atender a sus poblaciones, porque el 87% de las dosis están manos de solo cuatro países: Brasil (15 millones), Chile (8,6 millones), México y Argentina (4 millones). Coincide que los cuatro países integran el grupo de las cinco mayores economías de la región, con la única ausencia de Colombia. Mientras que países como Cuba (que prepara su propia fórmula) y Honduras no han recibido ni una sola dosis. Otros apenas cuentan con unas pocas miles, como Paraguay (4.000), Ecuador (73.000) o El Salvador (20.000). Las diferencias entre ricos y pobres son evidentes.

La presión interna que sufren los Gobiernos por superar a sus vecinos, sumada a la restricción actual de la oferta, han convertido en una quimera la idea de un reparto solidario de vacunas entre países. Y el modelo de compras ha hecho el resto. Basado en las lógicas del libre mercado y no en una estrategia sanitaria global, los países con vínculos comerciales aceitados han tenido más éxito que el resto. Chile ha sido el mejor ejemplo de ello: 30 tratados comerciales en vigencia y una madura cultura de negociación permitió al país andino cerrar contratos por 60 millones de dosis en tres años, de las cuales ya ha recibido casi 9 millones para repartir entre 16 millones de habitantes. “Las discusiones internas alrededor de la vacuna están enfocadas en lo local, en comparar cómo estamos en relación al vecino. Y debemos entender que el acceso a la vacuna no es solo una cuestión humanitaria, está relacionado con una estrategia exitosa contra la pandemia. De nada sirve que algunos países vacunen a la totalidad de su población si otros no han podido empezar, porque el virus seguirá circulando”, dice Tipping.

La mayoría de los países de América Latina y el Caribe hoy dependen de Covax, el mecanismo conjunto de la OMS y la Iniciativa Mundial para las Vacunas y la Inmunización (GAVI) para repartir equitativamente 281 millones de dosis. Las primeras 117.000 llegaron el lunes pasado a Colombia, un país que, como tantos otros, quedó fuera de la primera ronda de entregas por parte de los laboratorios privados. El vacío dio alas a Rusia y China para introducir sus propias vacunas en la región.

Mientras el laboratorio estadounidense Pfizer ha cumplido con el 1,6% de sus contratos con la región y la británica AstraZéneca apenas el 0,26%, las entregas de la rusa Sputnik V y la China Sinopharm rondan el 5% de lo acordado. “Laboratorios como Pfizer o AstraZeneca tenían también compromisos grandes en Europa y Estados Unidos, pero las vacunas de Rusia o China no tenían esos compromisos. Los países latinoamericanos que compraron a Rusia o a China recibieron vacunas primero, porque es más fácil estar adelante en la lista de esos laboratorios que en la de los que tienen compromisos con Estados Unidos y Europa”, explica el colombiano Johnattan García Ruiz, investigador del centro de pensamiento Dejusticia y profesor de Derecho y Salud Global de la Universidad de Los Andes. “Una cosa es el cierre de la negociación y otra que el laboratorio cumpla con las entregas”, advierte.

Brasil es un buen ejemplo de los problemas relacionados con las entregas. La mayor economía de la región ha reservado 415 millones de dosis (más de la mitad con AstraZéneca), pero apenas ha recibido 15 millones para una población de 210 millones de personas. “Brasil no compró a tiempo las cantidades adecuadas”, dice Marcio Sommer Bittencourt, médico e investigador de la Universidad de São Paulo. Bittencourt achaca la demora a la impericia del Gobierno de Jair Bolsonaro, que “no aceptó la oferta de las empresas que se hicieron antes de la finalización de los estudios clínicos, creó obstáculos legales, no facilitó la adquisición de vacunas por parte de los Estados y no buscó alianzas”.

A primera vista, Brasil ha reservado más vacunas de las que necesita, pero hoy solo ha logrado vacunar al 4% de su población. “Obviamente es más difícil para un país pobre comprar vacunas, pero Brasil es un país intermedio, como Chile, Marruecos y Turquía, que están por delante en vacunación”, advierte. Brasil, lo mismo que Argentina y México, ha apostado a la producción local de vacunas, en sociedad con laboratorios internacionales. Pero Bittencourt lamenta que su país no esté desarrollando su propia vacuna contra la covid, pese a tener la tecnología necesaria. Gonzalo Vecina, expresidente de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa), recuerda que Brasil “exporta la vacuna contra la fiebre amarilla”.

El pasado 23 de diciembre, México fue el primer país latinoamericano que recibió la vacuna contra la covid-19, y al igual que Brasil está también muy rezagado por los problemas de desabasto. El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha acordado la compra de más de 234 millones de dosis de cinco vacunas diferentes, pero solo ha recibido el 1,7%. “México ha hecho lo que ha podido”, dice Mauricio Meschoulam, profesor de la Universidad Iberoamericana. Meschoulam explica que para los países de ingresos medios y bajos el margen de acción es muy reducido, porque el factor determinante en las negociaciones con las farmacéuticas es la financiación para el desarrollo de sus vacunas. De esta forma, los países ricos han pedido más vacunas de las que necesitan y los laboratorios han ofrecido más de lo que pueden producir, lo que deja al resto de Estados en el limbo.

“Estamos ante una desigualdad brutal en la distribución de las vacunas en el mundo”, dice Meschoulam, una realidad que ha servido de coartada a los gobiernos para justificar las demoras en las campañas locales. La protesta mexicana ante la ONU va en este sentido. “El Gobierno trata de explicar que ‘estamos lentos con la vacunación y quisiéramos tener más vacunas, pero mira lo que está sucediendo en el contexto internacional’”, apunta Meschoulam. Los problemas se agravan cuando disminuye el poder de compra nacional o la situación política es más frágil. Es el caso de Perú, en manos de un gobierno de transición, tras la salida anticipada del presidente Martín Vizcarra por la vía parlamentaria.

Perú ha recibido en febrero un millón de viales de la farmacéutica china Sinopharm, una compra que se vio empañada por el llamado vacunagate, un escándalo que involucra a más de 450 personas que —entre septiembre del año pasado y enero de este año— se inmunizaron irregularmente con dosis que la empresa ofreció al Gobierno peruano en agosto. El director del Centro Bartolomé de las Casas de Cusco, Carlos Herz, llama la atención sobre estos problemas adicionales, producto de la “frágil institucionalidad del Estado y la poca capacidad de gestión”: “El ineficiente aparato público hace que tengamos esta cantidad de vacunas, pero también los intereses políticos particulares añaden un factor de retraso. Ello actúa en contra de la capacidad de relacionamiento para comprar”, dice Herz.

Los países de América Latina y el Caribe, sin excepción, deben resolver cuanto antes el cuello de botella en la cadena de suministros. Cuentan para ello con poco o nulo poder de fuego ante las economías más grandes. Tipping dice desde la Cruz Roja Argentina que la situación es muy grave, pero también una oportunidad. “Todos los presidentes tienen una responsabilidad inédita, que es pensar una estrategia global contra la pandemia, sin que los países miren hacia adentro y se comparen con el de al lado”.

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