Haaland, otra vez Haaland
El noruego, menos participativo que en la ida, aniquiló al Sevilla con dos goles. Le anularon otro. Se enzarzó con Bono y Jordán por la celebración de su tanto de penalti.
El resultado del Pizjuán enseñó un partido diferente. El Sevilla apretó y apretó en campo de ataque metiendo constantes envíos al área desde el costado. Haaland no se olvidó de la importancia de la clasificación y trabajó como uno más. Sacó varias pelotas de cabeza y no en jugadas de estrategia. En los primeros compases, se vio a un punta muy trabajador. Pese a su esfuerzo se centró en ser la primera referencia en las transiciones, en las que estaba demasiado solo. La lesión de su marcador en el 27' supuso un cambio drástico. Diego Carlos se echó al suelo y finalmente pudo continuar, pero ya no le apretó como antes.
Un error de Koundé provocó el primer tanto local. Reus condujo, la cedió atrás, Diego Carlos no llegó a la marca y Haaland remachó a placer con la izquierda. Todo un jarro de agua fría para un más que digno contendiente. La segunda mitad aún dejaba opciones a los de Nervión. Necesitaban tres goles, si bien habían generado lo suficiente como para dar un susto. Pronto, Haaland rompería definitivamente la ilusión nacional.
Polémico y voraz
Nada más arrancar el segundo tiempo, Haaland recibió en banda izquierda, condujo hacia el centro y cedió para Hazard. Este, algo impreciso, no le devolvió una buena pelota. Aun así el noruego se la llevó a tromplcones y marcó un golazo ante Bono. Por el camino cargó ilegalmente a Fernando, algo que el colegiado no apreció en primera instancia, antes del gran barullo del VAR. Se llamó al árbitro a la pantalla, que dictaminó que, efectivamente, había falta del atacante sobre el medio del Sevilla.
Sin embargo, había un 2x1. En la pantalla se vio un agarrón previo de Koundé a Haaland en el interior del área y eso fue lo que finalmente señaló el colegiado. El encargado, cómo no, fue el '9'. Lo falló, por una soberbia parada de Bono. Recogió el rechace y se volvió a cruzar con el portero, que celebró excesivamente su intervención ante el rival. Tocó repetirlo por adelantar los dos pies el guardameta. Esta vez el pretendido por el Real Madrid sí lo transformó.
En ese momento, le pudo la furia por el previo gesto de Bono y festejó el tanto en la cara del meta sevillista. Los de Lopetegui, enfadados por lo vivido, fueron a por Haaland para recriminárselo. El colegiado lo saldó con amarilla para el goleador y para Joan Jordán. Tocaba bajar las revoluciones tras minutos de alta intensidad.
Entonces cambiaron las variables. Al Sevilla ya no le quedaba otro remedio: volcarse en busca del milagro. Eso abrió espacios para el devorador atacante. Recibió, corrió y amedrentó. Un peligro constante que no facilitaba la ofensiva sevillista para la remontada. Le dio tiempo aún para sacarle una amarilla a Diego Carlos y desquiciar a sus adversarios. También para regalar el gol a Dahoud, si un soberbio Bono no lo hubiese impedido. Y para defender, cuando más apretaban los pupilos de Lopetegui. Una actuación total, pese a estar menos participativo que en la ida.
Datos para marcar una época
Haaland acumula ya diez goles en la actual edición de la Champions y, por supuesto, es el máximo goleador de la competición. Es más, suma veinte tantos en 14 partidos en la competición continental, un promedio de más de una diana por noche. Es el más joven en alcanzar tal cifra a sus 20 años. Sus salvajes estadísticas no se quedan tan solo en Europa. Desde que llegó al Dortmund, lleva 47 goles en 78 tiros a portería. Su efectividad es total y cuando Bono lo detuvo, el pie y el VAR le echaron un cable. Ha nacido una estrella y solo el tiempo le pondrá límites. Entre tanto, los grandes vigilan de cerca sus pasos. Una bestia anda suelta...