COVID-19: ¿por qué aún no es posible conocer la gravedad de las cepas?
Algunas de las claves para entender lo que se puede esperar para saber más de las nuevas variantes del virus
A finales de 2020, la Red de Vigilancia Genómica de Sudáfrica identificó la variante 501Y.V2, que puede propagarse mejor entre las personas en comparación con otras, y además podría ser capaz de evadir parcialmente los anticuerpos generados por una infección anterior o la vacuna. Hoy está presente en más de 40 países.
En enero de 2021 se identificó por primera vez la variante P.1 en viajeros provenientes de Brasil que llegaron a Japón. Esta tiene mutaciones que, al igual que lo que ocurre con la identificada en Sudáfrica, podrían afectar a la capacidad de los anticuerpos generados, ya sea por la infección natural o por la vacunación, de reconocer y neutralizar el virus. Estos datos son preocupantes y hacen sospechar que estas variantes pueden tener un efecto importante en la forma en la que infecta el virus, ya sea aumentando su transmisión, infectividad o esquivando al sistema inmune. Sin embargo, ¿por qué solo se habla de sospechas y no se dice claramente si estas variantes son peligrosas o no? ¿Por qué tardan tanto en decir algo que parece tan evidente?
La respuesta es que no se dice porque realmente no se sabe con certeza. “Es cierto que la ciencia no va siempre tan rápido como nos gustaría –dice José M. Jiménez Guardeño, investigador en el Departamento de Enfermedades Infecciosas del King’s College London en un informe que analiza este tema–, pero es importante tener en cuenta que el hecho de que algo pueda parecer evidente no significa que sea cierto. Antes de afirmar algo, hay que comprobarlo”.
Hasta ahora lo único que existe son datos epidemiológicos donde se compara el crecimiento en el número de casos infectados con cada variante dentro de una misma población. De ahí vienen los titulares que dicen que “la variante de Reino Unido podría ser hasta 70% más contagiosa”. “Sin embargo –continúa el especialista–, aunque con estos datos podemos sospechar muy claramente que algunas de estas variantes podrían transmitirse mejor, no se puede concluir nada porque son sólo estimaciones. Estos porcentajes podrían deberse a otras razones. Por ejemplo, a eventos de superpropagación o a que esas variantes simplemente crecen un poquito mejor que las anteriores y por eso se han impuesto de forma tan clara”.
Un ejemplo de evento de superpropagación podría ser un individuo infectado con una nueva variante que va a una fiesta o un concierto donde no usa medidas de prevención, o simplemente tiene una gran vida social y hace caso omiso de las recomendaciones. Por otro lado, un ejemplo de mutación que otorga cierta ventaja al virus pero no necesariamente hace que se transmita mejor se puede ejemplificar con la mutación D614G. Apareció en Europa en febrero de 2020 y acabó imponiéndose en el resto del mundo en unos meses. Hasta ahora, hay ciertas evidencias en laboratorio de que los virus con esta mutación podrían transmitirse mejor, pero no está del todo claro.
¿Cómo se explica entonces que haya tantos casos? Puede ocurrir que un virus crezca mejor que otros en células, y por eso se impone su secuencia. Sin embargo, esto no siempre significa que tenga que aumentar su transmisión. Por lo tanto, aunque todo indique que estas variantes puedan ser más transmisibles que las anteriores, para poder concluir realmente algo hay que hacer experimentos controlados en el laboratorio. Esto requiere de tiempo y solventar ciertos problemas que van apareciendo.
Volver a los tubos de ensayo
Lo primero es ver cómo crecen las nuevas variantes en cultivos celulares en comparación con las anteriores. Sin embargo, esto presenta un gran problema porque el virus, además de mutar cuando infecta a las personas, también lo hace en el laboratorio. A ellos llegan en un tubito. Para poder estudiarlos, primero hay que hacer crecer el virus en células hasta tener cantidad suficiente para hacer experimentos. El problema es que cuando se multiplican suelen adquirir mutaciones en ciertas regiones de su genoma. Por lo general, la parte del virus que muta más al replicarse en laboratorio es la proteína S (la llave que utiliza el virus para entrar en la célula) que también es la zona donde la mayoría de las nuevas variantes ha incorporado las mutaciones más interesantes.
Por lo tanto, no es tan fácil. Primero hay que cultivarlo en cantidades suficientes y asegurarse, en cada paso, de que mantiene las mutaciones originales y que, además, no ha incorporado otras nuevas. Lo siguiente es hacer experimentos para estudiar su transmisión en comparación con otras variantes. Para ello se usan modelos animales, como por ejemplo hurones. En estos experimentos se infectan los animales y se colocan en celdas con otros sin infectar para ver si hay transmisión directa o no. Además, se colocan animales en otras celdas para evaluar la transmisión indirecta.
Además, hay que tener en cuenta que el efecto de las distintas mutaciones puede ir mucho más allá de aumentar la transmisibilidad del virus o su letalidad. Por ejemplo, una prepublicación reciente y muy preliminar (pendiente de revisión por pares) sugiere que la infección por la variante identificada en Reino Unido podría durar más tiempo en comparación con las variantes anteriores y, así, eludir las cuarentenas. Según esta hipótesis, que requerirá de más estudios que la corroboren o descarten, una solución podría ser alargar estos períodos.
“Es importante remarcar que –concluye el especialista–, aunque no haya evidencias concluyentes de que estas nuevas variantes sean más transmisibles o letales que las anteriores, está claro que algo hacen. Representan un problema real que hay que afrontar. Por lo tanto, en casos como estos, donde la sospecha de una mayor transmisión es bastante alta, es importante tomar decisiones aunque sea de manera preventiva y reforzar las medidas para evitar males mayores”.