Bolivia: del golpe-ficción al auto-golpe
Es la ficción de un relato tan convenientemente cubano. En las hojas del calendario castrista pasan los días y los meses pero el año es siempre 1962. Pues de eso se trata, un script anacrónico redactado en La Habana, supremos expertos en victimizarse mientras victimizan. Más cerca de la realidad, la historia se cuenta de manera muy simple. La secuencia de hechos habla por sí misma.
Primero, y por enésima vez: no hubo tal golpe. Hubo una candidatura inconstitucional de Evo Morales en octubre de 2019, quien habiendo perdido el referéndum volvió a presentarse. Una vez allí instrumentó un manejo doloso de la información electoral con servidores ocultos, falsificación de actas y votos de difuntos, entre otras trampas. Todo fue documentado por las misiones de observación de la OEA y la Unión Europea; no sabíamos que la UE también era un ministerio de colonias.
La evidencia de fraude precipitó la crisis política. Ni golpe ni presión alguna, sino una movilización popular que incluyó a organizaciones campesinas, al movimiento indígena y a la históricamente combativa Central Obrera Boliviana. El sindicato de trabajadores mineros, nada menos, hizo pública su carta al entonces presidente: “la renuncia es inevitable, compañero Presidente”.
Morales perdió su base natural. Renunció el 10 de noviembre para sostener la fábula de la victimización y encubrir el fraude, abandonando Bolivia al día siguiente. La sucesión posterior fue juzgada constitucional por la OEA, la ONU y la UE. Con apoyo internacional la ley de convocatoria a elecciones fue votada unánimemente—incluyendo a la bancada del MAS—y promulgada el 24 de noviembre. El principio de no-contradicción en estado puro: no puede ocurrir un golpe y una sucesión constitucional al mismo tiempo.
Segundo, elecciones de octubre pasado. La fórmula Arce-Choquehuanca del MAS capitalizó la fragmentación del anti-masismo. Se formó una amplia coalición multisectorial, desde el campesinado y las clases medias urbanas hasta la nueva burguesía de El Alto. Sin Morales en la ecuación, dicha base social regresó al MAS. Arce ganó en primera vuelta con mas del 50% y 20 puntos de distancia del segundo, Carlos Mesa.
La OEA y la UE volvieron a observar la elección. Así como en 2019 habían demostrado las irregularidades, ahora certificaron la legitimidad del resultado. Arce se distanció de Morales: “Si quiere ayudarnos, será muy bienvenido, pero no significa que estará en el Gobierno. Será mi gobierno”. Promisorio pero no duraría.
Tercero, Evo Morales en Cuba. “Cuando yo fui a Cuba no fue por temas de salud, fui a una reunión de planificación con Cuba y Venezuela, una reunión de alto nivel a ver cómo retomábamos la democracia”. Son palabras de Evo Morales en una entrevista con la Agencia EFE del pasado 13 de febrero.
Difícil imaginar a Castro y Maduro planificando la recuperación de la democracia, en Bolivia o donde sea. Tómese la confesión de parte como amenaza y un anuncio del auto-golpe. Relévese la prueba, ya no es el gobierno de Arce y Choquehuanca: el alfil del castro-chavismo en Bolivia es Evo Morales.
Cuarto, elecciones subnacionales. Tuvieron lugar el domingo 7. El oficialismo fue derrotado en las principales ciudades del país con excepción de Sucre. Particular simbolismo tuvo la victoria de Eva Copa en El Alto. Expresidente del Senado y luego expulsada del MAS en represalia por haber certificado la legitimidad de la sucesión de 2019, se presentó con otro partido y obtuvo el 67% de los votos en la segunda ciudad del país.
El futuro del MAS no es promisorio, sugiere que los resultados de octubre pasado son anómalos. Sin el boom de precios del pasado, no volverá a ser hegemónico. Perdió el voto de los jóvenes, dejó de ser opción en las ciudades—Bolivia se urbaniza rápidamente—y, si lo de Copa indica algo, ha perdido inserción en el voto indígena. De hecho, hace tiempo que el MAS enfrenta una militante oposición en El Alto.
Quinto, auto-golpe. Desde Fujimori el término “auto-golpe” es parte de nuestro vocabulario. El entonces presidente había llegado al poder por el voto y allí disolvió el Congreso, suspendió la constitución y avasalló al Poder Judicial. Un poder del Estado desmantela otros, quebrando así el orden democrático basado en tres poderes independientes. O sea, un golpe en beneficio propio, la suma del poder público en manos del Ejecutivo.
Cinco días después de la desilusión electoral, el gobierno lanza una verdadera caza de brujas. Lo hace poniendo al Poder Judicial a su servicio con órdenes de aprehensión por difusos cargos de terrorismo y/o golpismo, violando el debido proceso y los derechos de los acusados. La expresidente Jeanine Añez ya está bajo custodia, lo mismo que varios de sus ministros y antiguos jefes militares.
El propio gobierno ha circulado una lista de 55 nombres de opositores que serán acusados y luego arrestados o, como se teme, serán detenidos y luego quizás imputados. O simplemente intimidados y aterrorizados. La alteración del orden constitucional ya está en marcha. Otras instituciones autónomas del Estado están en la mira, el Poder Legislativo tanto como el Tribunal Supremo Electoral (TSE) y el Consejo Nacional Electoral (CNE).
Los sueños de perpetuación son de otra época. Para tal objetivo al MAS solo le queda la revancha, la violencia y el acatamiento disciplinado a Cuba y Venezuela. Evo Morales debe informar si también ha consultado con ellos después de este magro resultado electoral. Pues eso parece, los cubanos saben cómo resolver las incertidumbres de la “democracia burguesa”: con partido único y represión. Como en Venezuela y Nicaragua, y como insinúa el gobierno de Argentina, hacia allá va Bolivia.