Ridículo de los Celtics: bochorno ante el peor equipo del Este

Cuarta derrota en cinco partidos para unos Celtics que caen también en Washington y certifican su mal momento. Tatum juega uno de los peores partidos de su carrera.

Alberto Clemente
As
Los Celtics no paran. En este caso, de perder. El equipo que dirige Brad Stevens ha sumado una nueva derrota en Washington, la cuarta en los últimos cinco partidos y la séptima en los últimos 11, que son los que ha disputado Jayson Tatum desde que acabó una baja que se prolongó durante cinco encuentros. La identidad brillapor su ausencia, los esfuerzos defensivos del pasado han desaparecido y el hambre de victorias, de momento, parece que también. Nadie da con la tecla, ni Danny Ainge en los despachos (que se merece un artículo aparte), ni Stevens en los banquillos. Tampoco los jugadores, desmadejados por las constantes bajas procedentes del coronavirus y sin una regularidad que no encuentran pero necesitan como el comer. Kemba Walker enlaza una mala actuación en el tiro tras otra y, cuando la tiene buena, como hoy, no le acompaña nadie. Jaylen Brown es la luz en una oscuridad que tapa cualquier intento de brillo y Jayson Tatum, que se las prometía felices y ya es, por derecho propio, una de las mayores estrellas de la NBA, ha entrado en la misma dinámica que sus compañeros y no consigue dar con la tecla. Ha sido, además, la parte negativa ante los Wizards, el peor equipo del Este hasta que ha conseguido una victoria tan inopinada como merecida, más por demérito rival que por virtudes propias. Ahora, por cierto, se colocan por delante de los Pistons en la clasificación, un dudoso honor. Los peores de la NBA siguen siendo, claro, los Timberwolves. No podía ser de otra manera.

Los problemas en Boston son de todo tipo. Al margen de que el equipo ni gane, el más obvio de todos y que les lleva a tener un récord de 13-13 que no es más preocupante porque nadie gana en el Este (y casi en la NBA), hay mucho por pulir y poco de donde sacar. La lesión de Marcus Smart ha dejado en evidencia los problemas defensivos de un equipo al que se le ha olvidado cómo actuar en ese lado de la pista sin su ancla fundamental, ese hombre que es todo corazón y que en playoffs, tiene la capacidad de mantener a flote siempre una actitud personal que convierte en grupal. Luego está Kemba Walker, que sigue sin encontrar su sitio en un sistema que no está hecho para él: acostumbrado a jugar de una manera muy concreta en los Hornets, no tiene tanto tiempo el balón en Boston, ya que tiene que compartirlo con Tatum y Brown. Walker nunca ha sido un gran defensor, pero su mayor virtud estaba en crearse sus propios tiros, encontrar él sólo los espacios, penetrar hasta finalizar con una bandeja impresionante y liderar con la pelota en las manos, no obligado a un catch and shoot en el que no se siente del todo cómodo ni a moverse entre líneas sin un esférico que Stevens siempre ha preferido compartir. Es más, algunos de esos problemas se vieron también con Kyrie Irving, por mucho que la actitud de ambos jugadores sea (afortunadamente para los Celtics, claro), radicalmente opuesta.

Y además de eso, Tatum no está en su mejor momento (buenas estadísticas, pero irregular en el tiro) y hace actuaciones asombrosas que mezcla con noches horripilantes en el lanzamiento, Brown no puede con todo él solo, Carsen Edwards prometía mucho y no ha terminado de florecer (tiempo al tiempo), Jeff Teague es una sombra, y la ausencia de un pívot dominante, uno que valga para la NBA y que no sea Daniel Theis (que sería, por ejemplo, un gran suplente en un aspirante) sigue siendo un síntoma del problema estructural al que se enfrenta la franquicia. Uno que parecía una virtud (por compromiso con los jugadores, aprovechamiento del draft...), pero se está haciendo bola demasiado: Danny Ainge no se mueve. Todos son intocables para un directivo que no termina de florecer y que se niega a traspasar a todo lo que ha conseguido, con mucho esfuerzo, en el draft. Pausado y taimado en las oficinas, no parece ser muy proclive a hacer movimientos arriesgados, y no quiere repetir lo que ya hizo con Kyrie, un tiro que le salió rana, jugándosela por otra estrella que no sabe si le va a funcionar. Y ahí, a dos victorias de las Finales, es donde tradicionalmente se mueven los equipos que pueden llegar y los que verdaderamente llegan. Una línea muy fina que se ha vuelto a poner de manifiesto con los rumores que indicaban que James Harden pudo haber llegado pero que Ainge dijo que no a todo y tachó de intocables a toda la plana mayor de su plantilla.

Ante los Wizards, Boston repitió una derrota que ya fue sonrojante en el partido anterior, ante los Pistons, y que ahora ha duplicado el ridículo. Los locales ganaron el partido como si llevaran toda la vida haciéndolo, y eso que es sólo su séptima victoria de la temporada: 29-22 en el primer cuarto, 55-43 al descanso (sí, los Celtics anotaron sólo 22 y 21 puntos en sus dos primeros cuartos), 89-67 al final del tercer periodo y relajamiento al final, sin nada que perder (ni que ganar, en su caso), para un resultado final de 104-91. Boston no pasó de los 25 puntos en ninguno de los cuatro cuartos, tiró con un 35,6% en tiros de campo, anotó solo 9 triples de 35 intentos y perdió un total de 17 balones, una losa demasiado grande para ganar un partido incluso ante uno de los peores equipos de la NBA. Y el partido, claro, ya estaba sentenciado cuando se entró en el último periodo, lo que provocó que Tatum solo jugara 23 minutos, pero todos y cada uno peor que el anterior: 6 puntos (su menor anotación de la temporada), 8 rebotes y 4 asistencias, con 1 robo pero dos pérdidas. Eso sí, completamente estéril, horrendo en el tiro (3 de 14, con 0 de 2 en triples y fallando el único tiro libre que intentó) y con un -20 en pista.

Fue la tónica general. Kemba jugó bien (25 puntos con 9 de 18 en tiros y 4 de 7 en triples), pero perdió 5 balones. Jaylen sumó otros 25 tantos, pero perdió los mismos balones que su compañero. Y, al margen de esos dos jugadores (50 puntos entre ambos), ninguno superó los 6 puntos que Tatum convirtió en un techo insalvable. Y en los Wizards, la retahíla habitual de Bradley Beal (35 puntos, con 7 rebotes y 5 asistencias), Westbrook mal en el tiro (6 de 19, el otro día se convirtió en el jugador con peor porcentaje de la historia en llegar a los 1.000 triples) pero tonteando con el triple-doble (13+9+11 al final), muy poco de Bertans (8+8, gran contrato y pocos brotes verdes) y algo de Wagner (11), Hachimura (15), Avdija (8+10) o Robin Lopez (otros 10). Una victoria que en los Wizards no sirve para nada más allá de ahondar en la herida de un equipo a la deriva y que busca desesperadamente encontrarse a sí mismo para afrontar lo que queda de una temporada que ya está avanzada y a la que siempre han llegado bien al final. Mientras tanto, un día para olvidar, otro más esta temporada para un equipo que estuvo a dos victorias de las Finales, que tiene a un entrenador fantástico, a un secundario de lujo, buenos defensores, una plantilla todavía joven y con mimbres, un directivo respetado. Pero, pero, pero...

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