Medio Madrid es suficiente

Benzema y Mendy pusieron acento francés a la victoria de un Madrid que no acusó las bajas. Zidane puso a Marvin y Arribas por delante de Isco. Marcelo revive y el Getafe fracasa.

Luis Nieto
As
Primer apunte: la mitad del Madrid es mucho mejor que todo el Getafe. Segundo: Marcelo, con tres centrales, aún está en buen uso. Tercero: no hay peligro de cantericidio por darle cancha a los jóvenes. Esas conclusiones quedaron en un partido en el que el equipo de Zidane se dio por aludido con el empate del Celta en el Wanda y tejió con paciencia e inteligencia su victoria. Este largometraje tuvo menos suspense de lo habitual por su trabajo y por el derrumbe del Getafe, hace tiempo dentista y hoy sin dientes.

Hubo un tiempo no tan lejano en que Isco fue alguien en la Selección. Y en el Madrid llegó sentar a Bale, esa cepa británica que mutó a inofensiva demasiado pronto, cuando Zidane aún se atrevía a hablar de innegociables. Ahora es farolillo rojo. Con nueve ausentes y Odegaard en Londres, Zidane le puso por delante a Marvin, como le había puesto por delante a Arribas ante el Mönchengladbach o el Levante. Su suplencia de este martes le cuelga el cartel de caso perdido. Y es que para evitarle tuvo que dar un paso más en su reciente papel de arreglista: Mendy de central izquierdo en una línea de tres con Nacho y Varane; Marcelo, de carrilero; Modric, de pivote, Asensio, de mediapunta... Una sacudida en toda regla.

Un Getafe clásico... y fallido

El Getafe, en cambio, regresó a su vieja fórmula, ese 4-4-2 que tanto molestaba al de enfrente. Su partido es que el rival no tenga partido. Y ahí sobraban Kubo y Aleñá. Así que el Getafe se volvió clásico sin conseguirlo. No le va hacerse el simpático; presiona, incordia, aburre y en sus buenos días mata con dos buenos puntas. Esta vez ni eso. Ese plan ha pinchado ante los grandes porque para escapar de él se necesitan futbolistas de un pie muy fino y entre los equipos alfa abundan. Y tampoco ha colado esta temporada ante otros de menor tamaño porque falla el segundo acto: meter goles.

La conclusión es que ni Madrid ni Getafe están a la altura de sus mejores días. El equipo de Zidane huye de los espacios, se repite en el juego al pie, no le da marcha a los partidos. Queda la sensación de que está demasiado visto, de que a este ritmo su recorrido será corto. Así que pone casi todo el foco en el balón parado. Ahí encontró sus dos primeras oportunidades: una pelota perdida en el área de esas que siempre buscan a Casemiro y un cabezazo de Benzema en un córner. El brasileño desaprovechó su magnetismo en la zona con un disparo a la décima fila de asientos y el francés topó con el larguero, del que se ha hecho íntimo enemigo.

Y mientras, el Getafe, de salida, incumplió sus dos grandes mandamientos: robar muy arriba y hacer de la segunda jugada su primera jugada. Pero sumando las imperfecciones de uno y otro estuvo muy por encima el Madrid. Marcelo, con gente a su espalda, vive más tranquilo y se suelta. Y Modric no está investigado en el proceso: sigue jugando como cuando levantó el Balón de Oro. También él tuvo el gol, en un remate sin oposición desde el borde del área que rechazó, en postura estrafalaria, David Soria con una rodilla.

A otros no les fue tan bien en la primera parte. Vinicius es tigre enjaulado, Benzema resulta demasiado esporádico y Asensio baja a menudo el volumen en muchas fases del partido.

El Getafe no pasó de bachear el encuentro en campo propio sin la agresividad de otros tiempos, se sintió extraño ante el cambio de dibujo del Madrid y no tuvo ninguna presencia ante Courtois en los primeros 45 minutos. Fue un equipo resistente en el peor sentido del término: ultradefensivo y sin respuesta.

Lluvia y goles

El descanso cambió el clima (llovió con ganas) pero no el paisaje. El Madrid siguió encogiendo al Getafe y perdiendo ocasiones. La primera de Benzema, cuyo remate sin oposición sacó con mano rápida David Soria. Así, al equipo de Zidane no le convenía al resultado ni al de Bordalás la dinámica. El Getafe cargó munición con Kubo, Aleña y Mata, sus dos fichajes de invierno y su nueve de gala. El Madrid cambió canterano por canterano, Arribas por Marvin, que no son lo mismo. Isco lo contempló con el cuerpo y la moral congelados en la grada. Más fantasía, menos velocidad y un papel nuevo para Vinicius: carrilero derecho. Una decisión de riesgo máximo con un buen principio. El primer centro del brasileño desde su nueva finca lo mandó a la red Benzema con la cabeza, la mejor arma ahora mismo de un compositor concienciado como rematador. El chollo que se prometía Cucurella acababa siendo la llave maestra del Madrid.

Aún quedaban por ver más fenómenos paranormales. Arribas, que lo primero que hizo en su debut europeo fue tirarle un caño a un defensa del Gladbach, abrió a Marcelo en la izquierda y su centro al primer palo lo remató como un ariete... ¡Mendy! Extrañan ya pocas cosas en un equipo tan golpeado por las lesiones que ha tenido cinco laterales en poco más de cuatro meses. Sólo entonces, con el partido archivado, entró Isco. Sus días parecen contados. Tiene sólo 28 años y su magia blanca se ha vuelto negra.

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