Haaland arrasa a un Sevilla que dicen que nunca se rinde...
El noruego se presentó en España marcando dos goles y dando una asistencia que ponen casi imposible la eliminatoria para los de Lopetegui.
Se las prometía muy felices el Sevilla, puesto que su mal inicio de partido tuvo premio en lugar de castigo. El Borussia Dortmund asfixió con su presión la salida de balón de los de Lopetegui, a los que no les duraba nada la posesión. Sin embargo, una recuperación de Fernando acabó en los pies de Suso, que engañó preparando el disparo con su zurda, quebró a Sancho, chutó con la derecha y acabó cantando gol gracias al desvío definitivo de Hummels.
Cada equipo acumulaba un tiro a puerta y un gol. La efectividad no iba a variar, para desgracia de un Sevilla que no sabía como parar a Haaland. En esta segunda ocasión, el ariete cogió el balón en el centro del campo, se fue sin que nadie pudiera o supiera detenerlo, hizo la pared con Sancho y batió a Bono. Las caritas de los jugadores del Sevilla eran un poema, Lopetegui se desgañitaba y la película pintaba muy negra.
La sensación era de que la eliminatoria le había venido tremendamente grande al conjunto nervionense. Desordenado, sin saber cómo ir a la presión y con fallos inauditos a la hora de combinar. Había que hacer algo y la decisión de Lopetegui fue la de meter cemento en el centro del campo dando entrada a Gudelj por un tremendamente desacertado Rakitic. Fernando retrasó su posición para cambiar a un dibujo de tres centrales y centrar la posición del Papu Gómez. La mejor muestra del escaso éxito de dicha apuesta es que diez minutos después se realizaba un triple cambio que daba entrada en el césped a De Jong, Munir y Óliver en lugar de En Nesyri, Suso y Papu Gómez.
Pasó a entonarse algo más el Sevilla, en parte por el brío que metió Óliver, pero principalmente porque los alemanes renunciaron a la posesión para intentar sentenciar, más si cabe, a la contra. Y pudo hacerlo, pero la ocasión más clara la iba a tener Óscar, último cambio de Lopetegui, con una falta que se estrelló en el palo a falta de un cuarto de hora.
El balón parado del ex del Leganés fue el principal argumento sevillista en los minutos finales y de sus botas iba a nacer el gol que mantiene mínimamente viva la llama de la ilusión. Un centro con música llegó hasta De Jong, que definió a un toque. Tembló el Borussia pero en Nervión faltaba el aliento de una grada que otras noches hubiera llevado en volandas a los suyos hasta la remontada. No fue así. Haaland fue demasiado para el Sevilla.