Consentimiento: qué sí y qué no a la hora del sexo
Para evitar situaciones desafortunadas al momento de los encuentros sexuales, lo mejor es pactar con el otro ciertas pautas para pasar un rato placentero y disfrutarlo al máximo
En cuestiones sexuales, el consentimiento significa aceptar activamente y estar de acuerdo con participar de una actividad sexual con otro u otros. Entendiendo por actividad sexual cualquier cosa que involucre mi cuerpo y mi genitalidad. Por ejemplo, sacarle una foto a una persona mientras duerme, es un acto de vulneración sobre la persona.
El consentimiento sexual siempre se comunica claramente, no debe haber dudas ni misterio. No se fuerza y no se insiste. Es algo que debemos naturalizar durante los encuentros sexuales, en un ir y venir chequeando y preguntando, dando y pidiendo feedback. Lo podemos hacer de manera verbal así como también de manera no verbal. Pero si es importante saber que el silencio no es consentimiento.
El consentimiento se pide expresamente. “¿Vamos a la habitación?”, “¿Te puedo sacar la ropa?”, “¿Te puedo dar un beso?”, “Mostrame cómo te gusta”, “Mostrame dónde querés que te toque”, “¿Querés?”, “¿Sigo?”. Así como también está el lenguaje corporal, que nunca miente. Observar a tu pareja sexual, si se queda quieta, si se inclina hacia atrás, se pone las manos delante del cuerpo, te corre la cara, todas esas son señales de que no quiere. Preguntate, ¿se ve bien?, ¿se ve cómoda o cómodo?
Debemos erradicar esas frases populares que circulan del tipo “las mujeres cuando dicen no, es si”, o también la idea de que no tenemos sexo por no ser lo suficientemente insistidores. Estas creencias sostienen prácticas violentas y abusivas. Además, es importante entender que si la persona se queda quieta puede ser debido a una respuesta adaptativa de miedo. El miedo genera parálisis, por eso el silencio y la quietud física bajo ningún punto de vista deben ser interpretados como consentimiento.
El consentimiento es afirmativo, consciente y voluntario. Es decir, que si la persona está durmiendo, alcoholizada o bajo los efectos de una sustancia, no hay consentimiento posible.
El consentimiento debe ser
Dado libremente: es una decisión que voy a tomar sin estar bajo presión, manipulación o coerción. Por ejemplo, una situación, lamentablemente, bastante común es acceder a tener relaciones para evitar que mi pareja se enoje.
No le debemos sexo a nuestras parejas, sino que es una acto que se realiza a voluntad. Se hace solo porque lo querés hacer, no porque creés que el otro quiere o pensás que es lo que se espera que hagas.
Reversible: puedo cambiar de opinión en el momento que quiera. No importa si tuve relaciones sexuales con esa persona o si dije que sí pero después cambié de opinión. Podés decir “pará” en cualquier momento, y tu pareja sexual debe respetar eso.
Informado: solo podés consentir algo si sabés la historia completa. Y acá quiero hacer un llamado de atención de un tema que aún queda por trabajar. Tiene que haber información y consentimiento sobre el método anticonceptivo utilizado y el método de prevención de enfermedades de transmisión sexual. Si yo me quito el preservativo durante el encuentro sexual sin comunicarle ni preguntarle a mi pareja sexual si está de acuerdo o no, esto es un acto de abuso sexual.
Específico: vamos a dar el nuestro y pedir consentimiento para cada tipo de práctica. Tanto para iniciar como para continuar o, por ejemplo, pasar de un tipo de penetración a otra. El consentimiento nunca está implícito: no importa cuál haya sido el comportamiento en el pasado, ni la ropa que usamos, a dónde vamos, ni con quién salimos, etc.
Empecemos a hacernos cargo de que si yo hice algo sin consentimiento, tengo el cien por ciento de la responsabilidad. Siempre. Nada que la otra persona haga justifica una conducta abusiva, de eso se trata la responsabilidad. Y nadie tiene derecho por sobre la otra persona, de eso se trata la libertad.