Un Barça golpeado
Koeman no consiguió quitarle la cara de perdedor en Sevilla. El equipo no sabe aún si está en construcción o en el desguace. Messi, el peor promedio en goles y asistencias desde 2008.
Psicosis. El Barça sumó en Sevilla otra noche maldita en la que, de manera inevitable, vinieron recuerdos cercanos como Roma, Liverpool, Lisboa o la final de Copa ante el Valencia. La tanda de penaltis ante la Real parecía anunciar un cambio de iento, pero la final contra el Athletic, con otro error decisivo a balón parado, fue un baño de realidad crudo para los azulgrana. A nivel anímico, el vestuario del Barça está muy tocado.
Carencias. El Barça no fue capaz de defender un 1-0 ni un 2-1 en los minutos finales de cada parte. Dest y Mingueza hicieron aguas en la derecha; Lenglet está en un valle profundísimo y Alba quita en defensa con su falta de físico y contundencia, lo que da en ataque con su talento para asistir. Tampoco hay profundidad de plantilla. El equipo, además, tiembla en falta. Así llegó el gol de Villalibre.
El carisma de Koeman. Más allá de la táctica, una de las grandes esperanzas con Koeman era que devolviese ese plus ganador a un equipo que lleva casi dos temporadas acostumbrándose a perder. Sin embargo, el holandés no consiguió en Sevilla inyectar ese veneno en sus jugadores. Peor aún, planteó un partido con más miedo a perder que ilusión por ganar. Y terminó pasando lo peor. Koeman lamentó la falta de altura de su defensa, y de experiencia en el equipo. Pero su mensaje futbolístico tampoco fue ambicioso.
Messi. Se ha ganado durante quince años el derecho a decidir si debe jugar en consenso con Koeman, pero su final fue mediocre. Aún sigue siendo decisivo a ratos y, de hecho, es el máximo goleador de LaLiga, pero le cuesta marcar la diferencia con tanta asiduidad. Su promedio de goles (0,64) y de goles más asistencias (0,88) es el peor desde la temporada 2007-08. No estaba el cien por cien físicamente y, por pura frustración futbolística, reaccionó mal ante Villalibre. Mientras esté en el Barça, es el termómetro principal del equipo. La primera expulsión en 753 partidos con el Barça fue la mejor foto de que la noche en Sevilla no había ido bien. Su renovación, mientras, sigue en el aire. Y va con retraso, porque no habrá presidente con quien negociar hasta el próximo mes de marzo. El PSG ya está llamando a su puerta.
Sin banquillo. Con Sergi Roberto, Coutinho, Piqué y Ansu lesionados, no hay recambios de garantías en el banquillo. Contra la Real, Koeman sólo introdujo a Trincao en el tiempo reglamentario. Ante el Athletic, y exceptuando el cambio de Mingueza por Dest, los relevos de Pjanic y Riqui eran para perder tiempo. Koeman no confía en el fondo de armario y el rendimiento de los citados recambios no ha sido feliz en la Supercopa.
Sin refuerzos. Koeman y el equipo terminan por ser vícitimas del desgobierno del club. El presidente de la Gestora, Carles Tusquets, no ha dado luz verde a los fichajes en el mercado de invierno pese a que ninguna de las peticiones de Koeman desde su llegada ha sido escuchada. Depay y Wijnaldum son casos relativamente comprensibles, pero Eric Garcia se considera un fichaje de proyecto. Laporta, Font y Freixa han preferido frenarlo y apuntarse el tanto cuando alguno sea elegido. Algo puede empezar torcido en la relación de Koeman con el nuevo presidente.
Futuro. El escenario es peliagudo para lo que queda de temporada en el Barça. Lejísimos como está en laLiga, en el horizonte de la Champions están el PSG y plantillas mucho más poderosas. La Copa a partido único es un tiro al aire y la amenaza de un segundo año en blanco es una seria opción estos días.
Ilusión. Araújo, Pedri, la mejor versión de De Jong y la recuperación de Griezmann han sido las mejores noticias de la Supercopa. Koeman confía en que eso sí tenga continuidad.