La metamorfosis de Cristiano Ronaldo: cómo llegó a ser uno de los máximos goleadores de la historia
Surgió como un diamante en bruto en Lisboa, inició su despegue en Manchester, completó su evolución en Madrid y, tras una profunda transformación, sigue vigente en la élite con 35 años
Aunque no siempre fue un líder constante y superlativo. Mucho antes de transformarse en una máquina de convertir goles, Cristiano era un atacante rápido pero poco determinante. Un jugador veloz, ágil y ambicioso, pero improductivo y muy poco versátil. Era difícil vaticinar que terminaría explorando otros territorios del césped para finalmente pasar sus últimos años entre los máximos artilleros de la historia. Sus 759 goles, que lo colocan en la misma mesa de Pelé, Josef Bican o Romario, son producto de una larga metamorfosis.
Cuando Ronaldo hizo su aparición en el fútbol mundial era un diamante en bruto. Un adolescente que irrumpió en el Sporting Lisboa con 16 años bajo las órdenes de un entrenador rumano llamado László Bölöni. Se trataba claramente de un chico con un enorme potencial, que jugaba de extremo tradicional y desplegaba su talento en las bandas. Solía desempeñarse por la derecha en un esquema 4-4-2 o 4-3-3 y lo hacía bajo los lineamientos clásicos de un atacante externo: desequilibrar mano a mano, llegar a la línea de fondo y centrar. Tenía mucha velocidad y era muy habilidoso. Sus regates de lujo ponían de pie a cualquiera que lo viera en acción. Incluso en ocasiones abusaba de su destreza, era un jugador que derrochaba amagues. Garantizaba el espectáculo al eludir rivales con engaños excesivos y extravagantes pero su aporte era minúsculo.
“Jugaba por la derecha, por la izquierda iba Quaresma y el delantero fijo era Mario Jardel. Tenía una rapidez tremenda y hacía muchas ‘bicicletas’. Era un chico muy esforzado, retraído y muy respetuoso. Estaba enfocado únicamente en el fútbol y siempre quiso ser el mejor. En ciertas ocasiones tenía que pasarlo a buscar para ir a entrenar y siempre me pedía que pasara una hora antes para ir al gimnasio. Se preocupaba mucho por su cuerpo”, contó a Infobae el ex futbolista chileno Pablo Contreras, quien fuera su compañero en el Sporting.
Tenía un vínculo muy cercano porque compartían agente. Era habitual que algunos lunes comieran juntos en la casa de Jorge Mendes, el representante que acompañó a Ronaldo toda su carrera. “Por sus características, principalmente su pegada, su juego aéreo y su envergadura, para mí podía jugar de delantero. Incluso cuando me contó que había varios equipos que lo estaban buscando yo le aconsejé que fuera a España y probara en esa posición, pero creo que no se equivocó al irse al Manchester United”, rememoró Contreras.
Pese a que solamente anotó cinco goles en sus 31 partidos con el cuadro portugués, su embelesado estilo de juego sedujo a Sir Alex Ferguson. Su etapa en Inglaterra significó el inicio de la transición hacia su versión actual. Nació ‘CR7’ al heredar el mítico dorsal que habían vestido leyendas del club como George Best o Eric Cantona, y que David Beckham había dejado vacante al irse al Real Madrid de Los Galácticos. En sus primeras temporadas en Old Trafford, Ferguson todavía lo colocaba de volante externo en su 4-4-2 y él sostenía esa tendencia al desborde. Aún le gustaba hacer trucos con la pelota, exagerar en sus pases y exponer su talento artístico a la hora de enfrentar cara a cara a sus adversarios de turno. “Cuando llegó era como un pony de exhibición. Quería mostrarle a la gente lo bueno que era eludiendo rivales”, dijo alguna vez Rio Ferdinand a BT Sport. Y al poner tanto énfasis en sus destellos de magia, su romance con el gol ni siquiera era un coqueteo: en sus primeros 95 partidos con el Manchester United en la Premier League, Cristiano solamente anotó 18 goles, su promedio era de 0,19 anotaciones por encuentro. Y para colmo, algunos referentes del equipo, como Ruud Van Nistelrooy o Ryan Giggs, empezaron a molestarse con su individualismo.
“Tenía muy buenas condiciones. Era rápido, fuerte y sobre todo muy habilidoso. Se lo veía más ansioso que ahora pero era normal para la edad”, recordó a Infobae el uruguayo Diego Forlán, quien compartió una temporada entera con Cristiano antes de marcharse al Villarreal y en esa primera campaña lo ayudó mucho con el idioma, ya que cuando llegó a Reino Unido no hablaba inglés.
Pero hubo un punto de inflexión, un quiebre en sus rendimientos. Después de su debut mundialista en Alemania 2006 y tras la venta de Van Nistelrooy al Real Madrid, Ronaldo llevó su juego a otro nivel: se convirtió en el dueño de Los Diablos Rojos. Empezó a notarse su rodaje en el fútbol inglés, estaba mucho más desarrollado física y mentalmente. Había forjado un carácter fuerte ante tanta crítica externa y, naturalmente, por la convivencia en un vestuario estelar. Paulatinamente se despojó de los toques intrascendentes e incorporó recursos más productivos a su repertorio. En simultáneo, Alex Ferguson empezó a liberarlo cada vez más: las bandas ya no eran su única zona de influencia, solo le servían de punto de partida. Años después, reconoció que el DT escocés jugó un papel vital para su carrera.
“Aprendí mucho de él. Por ejemplo, una de las cosas que todavía recuerdo que me decía era sobre la toma de decisiones. ‘Tú eres bueno, pero no sabes tomar decisiones. Pasa la maldita pelota’, me decía siempre. ‘Cristiano, pasa la maldita pelota’. Es un gran tipo, un gran entrenador y una gran persona”, reveló Ronaldo a The Times Magazine. Terminó desatándose definitivamente en la temporada 2007/08, ya siendo líder del equipo y comandante del tridente ofensivo que integraba junto a Carlos Tévez y Wayne Rooney (o Dimitar Berbatov). Su intercambio de posiciones constante con ellos para encontrar espacios libres y los reiterados ataques al área, hicieron florecer la faceta más ofensiva de un Cristiano de 23 años que finalmente vivió su despegue definitivo: en esa campaña marcó 42 goles en 49 partidos, ganó la UEFA Champions League y su primer Balón de Oro.
Lo esperaba un papel principal en la gran reconstrucción del Real Madrid. Florentino Pérez regresó a la presidencia de la Casa Blanca con una ola de contrataciones estelares –Kaká, Karim Benzema, Xabi Alonso, Ezequiel Garay y Raul Albiol, entre otros– para Manuel Pellegrini, el flamante técnico. Aunque ninguna como Ronaldo, quien en ese mercado de transferencias de cara a la temporada 2009/10 se transformó en ese entonces en el futbolista más caro de la historia gracias a un traspaso valuado en 94 millones de euros. Unos 80.000 fanáticos lo recibieron en el Santiago Bernabéu, lugar en el que año a año mostró un crecimiento exponencial. En el Real Madrid empezó a jugar un fútbol más esquemático y sus primeros entrenadores, Pellegrini y José Mourinho, lo colocaron sobre la izquierda con la premisa de buscar el balón al espacio, atacar el área si la jugada venía desde la derecha o recortar hacia adentro con el balón para aprovechar su mejor perfil y su pegada fulminante. En fase defensiva, Ronaldo no acostumbraba a replegarse con el resto del equipo, solo si estaban bajo un agobio extremo –como sucedía en los duelos ante el Barça de Pep Guardiola– pero siempre quedándose como foco para los contraataques. Y fue bajo el ala de Mourinho cuando explotó al máximo los metros por delante y su electrizante cambio de ritmo. Se vio muy beneficiado de juego de transiciones veloces que empezó a practicar el equipo, porque todavía era uno de los jugadores más rápidos del mundo, aunque ya no un simple velocista. A esas alturas tenía una inteligencia superior, una lectura de juego admirable. Era capaz de involucrarse en la construcción del juego y a la vez explotarse al máximo como un soberbio finalizador.
“Te podías dar cuenta que podía llegar a ser uno de los mejores jugadores del mundo, pero entre los más goleadores de la historia era difícil, ya que se destacaba más por su habilidad y velocidad al encarar y no tanto por los goles. Con los años fue mejorando mucho en su capacidad goleadora”, destacó Forlán, quien se topó con un CR7 diferente al que había conocido en Inglaterra cuando volvieron a cruzarse en los clásicos que el Real Madrid y el Atlético disputaron en la temporada 2009/10.
Fue un ciclo en el que Cristiano se colocó definitivamente entre uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos, ganando otros dos Balones de Oro y peleándole el trono a Lionel Messi. Sus primeras cinco temporadas en la Casa Blanca fueron descomunales: hizo 252 goles en 246 partidos en todas las competiciones, ganando una Copa del Rey y una Liga con Mourinho, y posteriormente otra copa y la Champions League con Carlo Ancelotti. Ya en la segunda campaña del DT italiano y luego con Zinedine Zidene, Ronaldo empezó a usar su experiencia de manera proactiva para adaptar su juego y dosificar sus esfuerzos, con el propósito de prolongar su carrera. Hasta enero de 2015, lo suyo era exprimir su talento con su avasallante superioridad física. Arrasar con todo a su paso era su única manera de entender el deporte. Pero sus umbrales de rendimiento ya no estaban por las nubes y debió hallar la manera de minimizar ese margen de vulnerabilidad.
A esto se le sumaron algunos cambios en el modelo de juego que terminaron de convertir a convencer a CR7 de que el área era el hábitat natural para la recta final de su trayectoria deportiva. Ya sin jugadores como Mesut Özil o Kaká en el equipo, y con la llegada de Gareth Bale, el 4-3-3 se transformó en el esquema predilecto en el Real Madrid. Eso lo benefició en varios aspectos. Posicionalmente estaba más adelantado y había automatismos colectivos que explotaban su calidad individual: con el juego volcado a la derecha, Bale daba la amplitud y Benzema flotaba cerca de los interiores, lo que dejaba a Ronaldo siempre en la frontal. Era el delantero que más atacaba el área y, aunque marcaba menos goles que en cursos anteriores, también era porque jugaba menos. Tras una tendinitis rotuliana que le impidió durante un tiempo desempeñarse en plenitud, Zizou lo convenció de que con más de 30 años de edad no podía jugar cada minuto de cada partido, que los descansos también eran fundamentales para sacar el máximo de su potencial. Aprendió que sus temporadas eran de febrero a mayo. Y cuando dejó de contar con Bale, el DT francés también prefirió liberar definitivamente a Cristiano de la banda y quitarle sus funciones creativas –Benzema jugó un papel crucial y tomó mayores responsabilidades–, solo retrocedía ocasionalmente para participar de la circulación y ser estrictamente atacante en su 4-4-2. Su metamorfosis era un hecho: no había rastros de ese extremo natural, ya un goleador letal.
“Ahora soy diferente, soy más un jugador de área, no tanto de banda. Ahí puedo marcar más goles, así que cambié un poco mi posición. Ha sido una transformación natural y ciertamente me mantiene feliz”, confesó Cristiano a MARCA en plena evolución en Madrid. Sus últimas cuatro temporadas en España empezaron con 61 goles en 54 partidos en la campaña 2014/15. Ese curso hizo 48 goles en liga –61 en total–, de los cuales 38 tantos se originaron en juego abierto (la mayor cantidad de su carrera). Y en las campañas siguientes acumuló 137 anotaciones en 138 encuentros. Son números bestiales pero reflejan esa merma en la cantidad de minutos para dosificar esfuerzos y, lógicamente, menos tiempo para convertir.
Se marchó a Italia como una leyenda madridista, con dos Ligas y cuatro Champions entre sus conquistas colectivas más destacadas, además de cuatro Balones de Oro y siendo el primer jugador de la historia en ganar cuatro veces la Bota de Oro. También con el crédito de haber conseguido un torneo internacional con la selección absoluta de Portugal: la Eurocopa 2016. Y ya lógicamente con fama de protagonista en las grandes citas. Porque siendo joven tardó 30 partidos en convertir su primer gol en la UEFA Champions League, pero con el tiempo se transformó esta prestigiosa competición en su mejor escenario. Fue el primer jugador en llegar a los 50 goles en fases eliminatorias. Ahora tiene 67 tantos en 81 presentaciones, muchos más que Lionel Messi (46) y Thomas Muller (23). Es el único jugador que ha marcado en tres finales de la Champions League.
Llegó a la Juventus con el desafío de ser nuevamente campeón de Europa, pero principalmente se mudó a Italia para alimentar esa fiera competitiva que hay en su interior. A diferencia de sus últimos días con Zidane, donde era el punto referencial de los ataques, en la Juve de Massimiliano Allegri se vio a un Cristiano mucho más liberado. Si jugaba con Paulo Dybala, ambos flotaban por todo el frente de ataque, pero cuando su compañero era Mario Mandžukić le tocaba jugar detrás de él para involucrarse con los mediocampistas. Más allá de quien fuera su pareja de ataque y cuál era el sistema, hubo dos grandes cambios. Primero, CR7 volvió a jugar en un equipo de bloque bajo y a tener más metros por delante. Y segundo, tuvo que sumar más movilidad para ser parte de las triangulaciones en distintos sectores del campo, en su caso con Blaise Matuidi y Alex Sandro del centro a la izquierda.
No obstante, su instinto goleador estaba tan desarrollado que empezó lentamente a mostrarse como la mejor opción en el área, lo que desplazó a jugadores como Mandžukić o Gonzalo Higuaín de los planes de Allegri y posteriormente de Maurizio Sarri. No dejó de lado el despliegue para asociarse con el resto pero empezó a tener un rol más agresivo en los ataques. Si le tocaba jugar de espaldas y descargar, después era el primero en pisar el área. Dejó de ser solo un goleador letal para convertirse en un centrodelantero servicial, sobre todo con la llegada de Andrea Pirlo. La Juventus ahora ejecuta ataques posicionales y elige la zona medular para progresar, con Cristiano ejerciendo un rol muy activo entre líneas. Su versión actual es la de un atacante que se posiciona cerca de los centrales para fijarlos pero también participa mucho del juego interno y busca zonas de remate próximas al área o ataca los espacios para aprovechar su letalidad.
Con 35 años, tras varias transformaciones, se sostiene a tope en la élite. Cuida meticulosamente sus descansos, la alimentación y hace énfasis especial en los entrenamientos para combatir el paso del tiempo. Su físico se apaga pero su talento y determinación pueden más, lo empujan a seguir reinventándose de manera constante. Porque Cristiano Ronaldo es un jugador extraordinario. Logró seducir al Manchester United siendo solo un adolescente de la liga portuguesa y transformó por completo la historia de un club gigante como el Real Madrid en solamente nueve años. Y como si fuera poco, brilla en la Juventus y es el actual goleador de la Serie A. Es ese futbolista que trasciende cualquier contexto o circunstancia. El que cambió los amagues innecesarios por los goles importantes, para convirtirse en uno de los máximos goleadores de la historia del fútbol.