La FIFA se alía con la UEFA y amenaza a quienes formen la Superliga

El ente mundial anuncia que excluirá de sus torneos a clubes y jugadores que participen en el proyecto que lidera Florentino Pérez

Ladislao J. Moñino

Madrid, El País

El proyecto de Superliga, al margen de la UEFA, que pretenden instaurar algunos de los grandes clubes europeos recibió este jueves una intimidante advertencia por parte de la FIFA. En un comunicado, el organismo que rige el fútbol mundial aseguró que la citada competición no sería reconocida. El escrito contenía un mensaje admonitorio destinado a golpear en la línea de flotación del proyecto que lideran Florentino Pérez, como presidente del Real Madrid, y los accionistas estadounidenses del Manchester United y el Liverpool. “A todo club o jugador implicado en una competición así, como consecuencia, no se le permitiría participar en ninguna competición organizada por la FIFA ni por su confederación correspondiente. Según los estatutos de la FIFA y las confederaciones, todas las competiciones deben ser organizadas o reconocidas por el organismo competente a su nivel correspondiente”, rezaba el documento suscrito por las seis confederaciones que conforman la FIFA.


La reacción a la amenaza de algunos de los clubes más implicados en el proyecto de la Superliga ha sido la de cuestionar la legalidad y la viabilidad de la admonición recibida por parte del organismo que preside el suizo Gianni Infantino. Esgrimen el ejemplo del conflicto similar que se generó con la creación de la Euroliga de baloncesto, que salió adelante con la oposición de la FIBA y bajo amenazas del mismo calado. Los clubes consultados aseguran que el proyecto sigue en marcha, que será presentado en un periodo de tiempo no muy largo y que este es el motivo que ha llevado a la FIFA a lanzar esa carga de profundidad. The Times ha desvelado que entre los clubes proclives a la Superliga hay seis ingleses entre los 15 dispuestos a romper con el sistema y que los participantes recibirían 350 millones de euros por disputar la nueva competición.

La guerra está servida, porque tanto la FIFA como las seis confederaciones que la constituyen consideran que sus torneos son de ámbito privado y se accede a ellos mediante una invitación una vez que han logrado clasificarse. Alegan que no habría una expulsión como tal que limitara la actividad de los clubes o jugadores que participen en la Superliga. Simplemente, no se les invitaría a disputar sus torneos. Como mínimo, el conflicto desencadenaría un debate y una batalla jurídica para dilucidar en los tribunales y esto jugaría en contra de la seguridad de los inversores que estudian apostar por el rompedor proyecto. Fuentes conocedoras del entramado de la Superliga aseguran que “el conflicto jurídico puede alargarse años” y que “no es fácil apostar por un plan que tiene en contra a todas las organizaciones del fútbol mundial y a la gran mayoría de los clubes que no formarían parte de la selecta competición”.

La idea tampoco es del agrado de muchos aficionados que ven que una competición cerrada atenta contra una de las esencias que han contribuido a la grandeza y a la mística del fútbol: que el pequeño le gane al grande. “Los principios universales del mérito deportivo, la solidaridad, los ascensos y descensos, y la subsidiariedad son la base de la pirámide futbolística que garantiza el éxito global del fútbol”, incidía el comunicado de la FIFA.

El Bayern se desmarca

“La Superliga causaría graves daños a las ligas. Por eso tengo mis reservas. Si tuviera que decidir hoy por el Bayern me pronunciaría en contra. En sur de Europa hay un gran interés porque hay grandes clubes con pérdidas millonarias”, manifestó recientemente al diario Tz de Múnich Karl-Heinz Rummenigge, presidente del Bayern, uno de los clubes que parece desmarcarse del proyecto, aunque el dirigente bávaro admite que “esos clubes piensan donde puede haber crecimiento y una Superliga lo traería y despertaría interés”.

Hasta ahora, la FIFA se había mantenido de perfil en la guerra que mantenía la UEFA con los clubes rebeldes. Las malas relaciones entre Infantino y el presidente del fútbol europeo, el esloveno Alexander Ceferin, habían provocado que hasta este jueves la FIFA no hubiera pasado de un mero mensaje en el que se limitaba a decir que el fútbol tenía unas estructuras que debían respetarse. La advertencia lanzada ahora es un órdago con toda la artillería más pesada de la que dispone la FIFA para apoyar a la UEFA: la no participación de clubes y jugadores en sus competiciones.

Las relaciones entre Infantino y Ceferin se han suavizado en las últimas semanas ante lo que consideran que debe ser un frente común para detener un proyecto que puede desestabilizar la industria en un momento de tanta incertidumbre económica generada por la covid-19. Si el agujero económico provocado por el coronavirus fue el argumento empleado por los impulsores de la Superliga para darle un empujón definitivo, también lo ha sido ahora para amasar esta inesperada alianza entre ambas entidades, con sus presidentes a la cabeza.

La nueva y beligerante postura de la FIFA contra la Superliga responde al consenso generalizado entre sus federaciones de que el proyecto no contempla las cuantiosas cantidades de dinero procedente de la Champions que la UEFA destina al desarrollo del fútbol. “Es difícil pensar que la organización privada que regente la Superliga haga llegar dinero a rincones de Europa o del mundo para el desarrollo del fútbol”, admiten fuentes próximas a UEFA. Los directivos que promueven la Superliga ya le discutieron a Ceferin que el dinero para el desarrollo del fútbol debe salir de los beneficios de la Eurocopa y no de los de la Liga de Campeones.

El otro factor por el que la FIFA se opone a la Superliga es su negativa a ocupar el papel de la UEFA como organizadora de una competición europea de clubes. Esto supondría una redefinición del sistema que ahora mismo no está dispuesta a asumir para favorecer a algunos de los clubes más ricos del mundo.

Una nueva Champions para nueve años

La UEFA, consciente de que la amenaza de la Superliga le obliga a una reestructuración de la Champions que genere más ingresos a los clubes, tiene en mente un proyecto de remodelación que entraría en vigor a partir de 2024. La intención es que el formato tenga vigencia para nueve años para intentar frenar nuevas intentonas de los clubes y dirigentes que apuestan por una Superliga cerrada y al margen de la UEFA. El nuevo formato ampliaría los participantes de 32 a 36 divididos en seis grupos de seis para garantizar cuatro partidos más en la primera fase. Para el diseño de los grupos se optaría por el denominado sistema suizo, utilizado en el ajedrez, por el cual los cabezas de serie se enfrentarían a un número similar de rivales de diferente potencial. Los 16 equipos con mejor puntuación pasarían a las rondas de eliminatorias a partir de octavos. En este punto la UEFA medita si seguir con el modelo tradicional de eliminatorias a ida y vuelta o crear una fase final con una única sede.

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