El dilema republicano: trumpismo, regreso a sus raíces conservadoras o división
Sus dirigentes apoyaron estos cuatro años al presidente, en algunos casos, a regañadientes. La salida de la Casa Blanca de Donald Trump los enfentará a un desafío inédito
En marzo de 2016 el senador republicano por Utah, Mitt Romney, que había perdido las elecciones presidenciales frente a Barack Obama cuatro años antes, dijo sobre Trump, aspirante a la nominación por el GOP: “Si los republicanos elegimos a Trump, las perspectivas de un futuro seguro y próspero van a reducirse sustancialmente”. Mitt Romney, con quien coincidía el fallecido McCain, reiteraba una y otra vez: “Hoy hay una competencia entre el trumpismo y el republicanismo. El trumpismo se ha asociado con el racismo, la misoginia, el prejuicio, la xenofobia, la vulgaridad y más recientemente la amenaza de violencia. Me repugna cada una de ellas”. En mayo de 2016, el senador republicano por Carolina del Sur, Lindsey Graham, fue más allá. “Si nominamos a Trump, nos destruiremos… y lo tendremos merecido”. Unos días después, Trump lograba suficientes delegados para abrochar la nominación y Graham se entregó de cuerpo y alma. Comenzó a jugar golf con el magnate y a tener cada vez más influencia en la Casa Blanca. Romney se mantuvo firme. Fue el único senador republicano en votar a favor del primer impeachment contra Trump.
Romney lo volvió a denunciar en su último intento por quedarse en la Casa Blanca a pesar de haber perdido las elecciones. “Lo que pasó aquí fue una insurrección, alentada por el presidente de Estados Unidos. Todos aquellos que elijan continuar apoyando este juego peligroso y rechazar los resultados de unas elecciones democráticas y legítimas serán considerados como cómplices de un ataque sin precedentes contra la democracia. Serán recordados por este papel en un episodio vergonzoso de la Historia Americana. Será su legado”, lanzó el senador. El asalto al Capitolio, alentado por Trump, hizo reflexionar a otros republicanos. Incluso, algunos representantes y senadores del partido ya habían expresado sus dudas antes del asalto al Congreso. El audio en el que Trump presionaba al secretario de Estado de Georgia, el republicano Brad Raffesnperger, para que “encontrara” 11.780 votos que supuestamente necesitaba para ganar el estado sureño, marcó una raya roja. Muy tarde se dieron cuenta que Trump es un peligro, pero siempre más vale tarde que nunca.
Incluso fue demasiado para el propio vicepresidente, Mike Pence, que terminó suscribiendo los resultados del Colegio Electoral en la sesión conjunta del Congreso, cuando los milicianos trumpistas irrumpieron en el histórico edificio. “La violencia nunca gana. Gana la democracia. Esta sigue siendo la casa del pueblo”, dijo después del asalto. También aseguró que estará en la toma de posesión de Joe Biden el 20 de enero a pesar de que Trump no lo haga. Y hasta el inoxidable líder de los republicanos en el Senado, Mitch McConnell, quien apoyó y defendió a Trump durante los cuatro años del mandato, terminó por reconocer que, si se ponían trabas a la asunción de Biden, “nuestra democracia entrará en una espiral mortal”.
Otros republicanos como el senador por Texas, Ted Cruz, se mantienen al lado de Trump. Están pensando en 2024. Trump se va, pero el trumpismo queda y ellos podrían capitalizar esos votos. Son 75 millones los que sufragaron por el magnate neoyorquino. Y de acuerdo a una encuesta de YouGov, un 45% de los votantes republicanos apoyan el asalto al Capitolio. Varios historiadores creen que esta situación llevará a una inevitable división del partido y lo comparan con lo que sucedió hace 170 años. Las diferencias entre antiesclavistas y proesclavistas hicieron que el Partido Whig se rompiera en pedazos. Perdieron abrumadoramente las elecciones de 1852 frente a los demócratas que llegaron con Frank Pierce a la Casa Blanca. “El partido está muerto, muerto”, proclamó en ese momento uno de sus máximos dirigentes. Y fue así, dos años más tarde surgió de entre sus cenizas el Partido Republicano liderado por Abraham Lincoln, ex líder Whig, que ganó la presidencia en 1860. Trump, que repitió durante los últimos cuatro años que era el mejor presidente de Estados Unidos “salvo, quizás, por Lincoln”, ahora termina siendo el divisionista.
“La retórica populista de Trump ha funcionado porque ha convencido a la mitad de los republicanos. En dos sentidos. Por un lado, con el antagonismo de `siempre hay un enemigo al que culpar de todos los males, y ellos son las víctimas´, por otro lado con el patriotismo `los enemigos de Trump no sólo van contra él, sino que en realidad están atacando el corazón mismo de Estados Unidos´. Se trata de mensajes emocionales, que apelan a la injusticia y al ir contra las élites políticas, que es tremendamente complicado eliminar a través de la racionalidad”, explicó Xavier Peytibi, consultor político español al sitio El Independiente. “Sea como sea, un partido republicano dividido no ganará. Y hay dos opciones: o bien el partido endurece algunas posiciones para acercarse al votante trumpiano, o bien permanece en la moderación a la espera de que los trumpistas vayan desmovilizándose. Aunque eso último dependerá de Trump y de si pone algún heredero político a su movimiento”, agrega Peytibi.
El heredero que asomó en los últimos meses está dentro de la familia, su hijo Donald Jr. o Eric. Fue quien dio encendidos discursos, plenos de retórica y huecos de ideas, durante la campaña y las posteriores protestas por el supuesto fraude denunciado por Trump. Y todo estará basado en los medios de comunicación adictos que siempre fueron la plataforma trumpiana. Ya contactó a algunos periodistas militantes para armar una cadena de televisión que compita con su tan amada –hasta que reconocieron el resultado de las elecciones- Fox News. Antes, es probable que intente armar algún tipo de red en Internet para mantenerse comunicado con sus seguidores ya que no lo puede hacer por Twitter, otro medio amado hasta que le cerraron la cuenta por incitar a la violencia y mentir, o Facebook. Ya tiene al senador republicano Marco Rubio –otro hispano como Ted Cruz- que le está dando argumentos políticos. “Si ahora volvemos al partido tradicional del libre comercio sin trabas, creo que vamos a perder la base de votantes que nos trajo Trump tan rápido como la conseguimos. No podemos volver a eso”, dijo en una entrevista con el sitio Axios.
Otros historiadores y analistas están convencidos de que el Partido Republicano tiene suficiente historia y resiliencia como para mantenerse firme con su línea conservadora tradicional. “Nada va a cambiar para los republicanos una vez que Trump deje el poder”, aseguró a la agencia EFE Allan Lichtman, profesor de Historia en la American University. “No es que Trump haya revolucionado el GOP, sino que reforzó sus peores elementos, como el desdén por los hechos o la negación del cambio climático”, añadió.
Y Rachel Blum, profesora de la Universidad de Oklahoma asegura que “el movimiento ultraconservador del Tea Party, que comenzó a infiltrar el partido hace más de una década, ya había articulado algunos de los elementos reaccionarios que acabarían constituyendo la base del trumpismo. El cambio en el Partido Republicano hacia una política basada en combatir lo que perciben como una amenaza a su estatus por parte de los inmigrantes y la globalización no empezó con Trump, y no terminará con Trump”.
Y en cuanto a la candidatura de Trump para 2024 –en Washington se especula que la podría lanzar el miércoles próximo en el mismo momento en que Biden esté jurando- está muy en duda. En principio, para ese entonces tendrá 78 años y grandes problemas financieros. Acumula más de 400 millones de dólares en deudas con bancos y le reclaman otro tanto por impuestos impagos. La Fiscalía de Nueva York está investigando si Trump cometió delitos de fraude bancario y de seguros. También tiene varios otros juicios planteados por sus mentiras acerca del proceso electoral, su relación con Rusia y acusaciones falsas contra la prensa. Esto, sin contar con el impeachment que ya fue aprobado en la Cámara de Representantes y que lo puede inhabilitar para cualquier cargo electo.
El dilema ya está planteado para los republicanos. En estos cuatro años la gran mayoría de sus integrantes planearon por encima del trumpismo sin mayores problemas. El asalto al Capitolio cambió todo. Ahora tendrán que decidirse si siguen detrás del hombre que les trae los votos o regresan a la línea tradicional conservadora, aunque les cueste varios años regresar a la Casa Blanca.