Más respeto por el espacio personal y menos corridas para ir al trabajo: ¿la normalidad que teníamos es a la que queremos volver?
A nueve meses de una cotidianeidad que dista mucho de la que se conocía hasta antes del arribo del COVID-19 al planeta, no son pocos los que, en algunos aspectos de su vida, prefieren esta realidad con distancia social. Qué opinan los especialistas
Sin llegar a casos de fobia social u otra patología similar, más de uno levantará su mano para votar afirmativamente si de elegir que más allá del fin de la pandemia, algunos de los aspectos que conforman la realidad tal como se vive hoy permanezcan en el tiempo se trata.
“Hay diferencias en cuanto a la forma en que la gente piensa la nueva normalidad, así como hay diferencias en lo que la cuarentena fue para las personas: mientras que para algunos fue angustiante y problemática a otros les vino bien y supieron amoldarse sin mayores problemas”. Para el médico psiquiatra y psicoanalista Pedro Horvat (MN 70936), “muchas personas que tienen ciertas dificultades con el trato con el mundo, los asustan los desafíos y en general prefieren la introversión al contacto con el otro, esta especia de ‘vida en pausa’ les vino bien y por ende sienten hasta cierta resistencia a lo que todos llaman normalidad”.
Y tras aclarar que “estamos hablando de cuestiones emocionales, no habitacionales o económicas que claramente para muchos fueron determinantes en su vida los últimos meses”, el especialista insistió: “A los que estaban bien en el nido, les cuesta salir, ya que de este modo se evitan un montón de situaciones que les genera el mundo externo y el contacto con el otro”.
“Hay muchas cosas que van a quedar así porque son útiles, aunque también van a quedar miedos que van a tardar en irse -comenzó a analizar la médica psicoanalista Claudia Borensztejn (MN 51671)-. Y después, habrá gente que tiene tendencia a la soledad, al aislamiento y se vio favorecida con esta situación”.
Para ella, “en general se agradece el nuevo respeto por el espacio personal”. “Vivíamos de una manera que no nos dábamos cuenta, naturalizábamos hacer cola para todo, estar apretados en el transporte, esperar una hora en una sala de espera”, resaltó la ex presidente de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), para quien “en ese sentido, creo que esas cuestiones se están ‘normalizando’”.
Y tras señalar “esa distancia social que tanto extrañaba de los orientales llegó para quedarse”, la especialista consideró que “había cosas innecesarias que se hacían de manera automática, se descubrió que ir al trabajo todos los días no es necesario, va a haber que racionalizar el tiempo en la oficina, es anormal la cantidad de personas que por día se movilizaban para ir a sus lugares de trabajo”.
María Gabriela Goldstein es licenciada y doctora en Psicología (MN 25680) y ante la consulta de Infobae deslizó que “en la clínica, dejando de lado las situaciones en las que el aislamiento hizo imposible la supervivencia, muchas personalidades pudieron capitalizar ese momento de aislamiento” y consideró que “quizá esta nueva normalidad ayuda a regular o a poder establecer ciertos códigos de convivencia que son interesantes y que pueden ayudar a reconfigurar un modo de ubicarse en el mundo distinto”.
Para la flamante presidente de la APA y miembro miembro didacta de la institución local y de la Asociación Psicoanalítica Internacional, “es probable que la nueva realidad sea una combinatoria entre el modo de vínculo virtual y presencial, que dará lugar a un nuevo modo de lazo social”.
Respecto a los vínculos y la importancia -o no- que para cada persona tiene el contacto con familiares y amigos, la especialista señaló que “lo que predomina es la dimensión personal y singularidad de cada posición subjetiva y el modo de vincularse con el otro que tiene cada persona, que puede verse afectado en este contexto, movilizando las coordenadas personales para amar, en diversos sentidos”.
Hay gente que padece la imposibilidad de abrazarse y saludarse. Y otra que celebra no tener que hacerlo. “En ciertas subjetividades la renuncia pulsional que nos impone esta situación es clara y hay un momento en el que se necesita ese cuerpo a cuerpo”, continuó Goldstein.
En ese sentido planteó la paradoja que se plantea en las fiestas clandestinas a las que concurren cientas de personas y de las que en varias oportunidades se hizo referencia en las noticias y de las que opinó que “responden a la necesidad imperiosa de reacción compulsiva a poder salir de la restricción y la renuncia pulsional”. “A menos que una persona pueda combinar una de las cosas más difíciles, que es el deseo, con el principio de realidad y pueda encontrar creativamente modos de vincularse satisfactorios y que impliquen la necesidad de un cuidado”, enfatizó.
El mundo cambió, pero ¿para peor en todo sentido?
Según Borensztejn, “la mayor parte de los empleados no quiere volver a su trabajo en forma presencial”. “Así como hay familias que necesitan que los chicos vayan al colegio para recuperar cierta rutina que ordena el día a día, mucha gente se acostumbró a no tener que correr todo el día, recorrer distancias que agregan tiempo a las horas de trabajo, estar en lugares con mucha gente -analizó-. Y así como vemos que se producen desbordes, hay gente que no quiere ver a nadie”.
En opinión de Horvat, “la pandemia es algo así como el fin de la inocencia en el sentido de que el mundo entero descubrió que está en peligro, y que si bien se puede hallar una vacuna, la cuestión de la globalización y la forma en que se vive puso de relieve que esto puede volver a ocurrir y no existen soluciones rápidas”.
“Hasta las sociedades que vivían de la forma más confortable y próspera fueron seriamente afectadas; la pandemia golpeó de un modo u otro las economías, pero el peligro de la vida es igual para todos”, destacó, al tiempo que agregó que “esto genera conductas preventivas de cara al futuro”. “Hemos descubierto que el otro es alguien que porta el peligro, el temor a la cercanía, a estar en un espacio cerrado con otro es nuevo -sostuvo-. Cuando los muertos empezaron a tener nombre y apellido esto se hizo más fuerte, y fue el comienzo de esta sensación de vulnerabilidad con la que vamos a enfrentar la supuesta nueva normalidad”.
Aun en un hipotético escenario de la mayoría de la población vacunada e inmunizada, “la respuesta va a depender no sólo de la personalidad de base sino de la experiencia”, según él. “Hay muchas familias que tuvieron un impacto traumático y para ellos la secuela del trauma no van a tener marcha atrás y seguramente generarán nuevas conductas y hábitos -analizó-. Tal vez haya alguien que no viaje más en subte; como estamos en el proceso -ojalá- de salida todavía no vemos bien el efecto que tuvo este año en todos nosotros”.
Y tras citar un conocido aforismo que acuñó el empresario Warren Buffett, que dice que “cuando baja la marea se nota quién nadaba desnudo”, el experto manifestó que “la cuarentena y el aislamiento pondrá al descubierto lo que ya había en cada persona; descubrirá las fragilidades de las personas y de los vínculos”. “Se ven muchas situaciones de personas que sufrieron mucho más de lo que sufrimos todos, que se auto impusieron un encierro y rituales de limpieza que complicaron mucho más su vida que la pandemia misma”, consideró.
En lo que a su disciplina se refiere, los especialistas coincidieron que en el ámbito del psicoanálisis “la virtualidad resultó muy efectiva”. “Creo que se va a instalar la terapia a distancia y eso es importante porque va a democratizar mucho la salud mental”, opinó Borensztejn.
Goldstein destacó que la APA este año inauguró un espacio para la contención virtual gratuita, que fue y sigue siendo utilizado por miles de personas en todo el país, y consideró que “una persona angustiada que tiene miedo a veces con sólo ser escuchada ya produce un alivio muy importante”. “Pese a lo que algunos creen, el psicoanálisis está más vivo que nunca; hace más de 100 años Freud hablaba de la necesidad de que el psicoanálisis se abra a la sociedad y se acerque a quien no pueda acceder a una terapia paga”, destacó.
Y para finalizar, observó que “el vínculo con el otro siempre es complejo y no debiera usarse esta situación de pandemia como excusa para no encontrarse con el otro, y con la vida misma en última instancia”.
“Que toda esta situación no nos deje sin impulso libidinal; el desafío es poder encontrar el punto clave de cada uno para no renunciar a la posición de tener proyectos y expectativas y al mismo tiempo no caer en situaciones compulsivas”, apuntó, al tiempo que concluyó: “El desafío es sostener una mirada esperanzada más allá de las dificultades; el vínculo humano es complejo y magnífico, que no sirva este contexto de excusa para no lanzarnos a la vida de una manera prudente”.