Mark Blyth y el auge de los populismos: “Trump favoreció a los trabajadores, algo que los demócratas no quieren admitir”
Director del Centro William R. Rhodes de Economía y Finanzas Internacionales de la Universidad de Brown, es uno de los analistas más lúcidos de la política estadounidense. Con una mirada poco convencional, trata de entender las razones de la popularidad del presidente saliente en un sector de la población que a sus rivales les cuesta decodificar
La polarización que caracteriza a esta era, en la que todos parecen huir del centro para amontonarse en extremos que se oponen y que se excluyen mutuamente, sin reconocerse legitimidad recíproca, se ve en Estados Unidos mejor que en cualquier otro lugar. Donald Trump se nutrió del enojo de una parte importante de la sociedad para ganar en 2016 y sorprender a las encuestas con una elección mejor de la esperada en 2020. Pero perdió porque el rechazo hacia lo que representa llevó a las urnas a millones de votantes que se habían abstenido cuatro años atrás.
Para Mark Blyth, la causa del malestar acumulado que estalló en la forma de lo que denomina el “trumpismo global” hay que buscarla en la economía. El argumento está desarrollado en Angrynomics, el libro que publicó meses atrás junto a Eric Lonergan, en el que explora las razones por las que muchos ciudadanos de los países más ricos del mundo se sienten dejados de lado en la economía del siglo XXI y se ven cada vez más seducidos por un discurso que apela a la rabia.
Blyth nació y creció en Dundee, Escocia. Tras graduarse de politólogo en la Universidad de Strathclyde, se mudó a Estados Unidos, donde obtuvo un doctorado en ciencia política en la Universidad de Columbia. Luego de radicarse definitivamente en el país, se especializó en el ámbito de la economía política. Desde 2009 es profesor de la Universidad de Brown, donde dirige el Centro William R. Rhodes de Economía y Finanzas Internacionales.
Lo que subyace al fenómeno Trump y al conflicto político en Estados Unidos, el enfrentamiento entre las dos economías y culturas que conviven en el país, y las perspectivas del gobierno de Joe Biden ante los enormes desafíos que tiene por delante son algunos de los temas que aborda Blyth en esta entrevista con Infobae.
—Poco antes de las elecciones, usted anticipó que Donald Trump recibiría más votos de los que proyectaban las encuestas y eso es lo que sucedió en casi todos los estados del país. ¿Cómo explica el hecho de que, al igual que en 2016, los encuestadores hayan vuelto a subestimar a sus votantes?
—Lo primero es que cuando se hace una muestra para una encuesta es necesario saber cuál es el universo de votantes. Si la participación electoral aumenta, la muestra deja de ser representativa, por definición. La política del populismo, de Trump, de Jair Bolsonaro, es una política de movilización. Si ellos logran movilizar a la gente, la muestra siempre va a estar mal. Lo segundo es que los medios en Estados Unidos y en otros países están compuestos por personas como yo y como tú. Todos fuimos a la universidad, todos hablamos entre nosotros, nos casamos entre nosotros y salimos entre nosotros. Pero no andamos con la gente que encuestamos. No tenemos ninguna conexión con ellos. Por eso, no sabemos leer a esa gente. El Partido Demócrata pensó que las elecciones eran un referéndum sobre Trump, que es un hombre malo, vulgar y racista; y sobre el covid, que es un desastre nacional. El problema es que el público no las vio de esa manera. Si se miran las encuestas de boca de urna se ve que la principal preocupación era la economía. El covid era la tercera. La gente necesita comer. En Estados Unidos hay un estado de bienestar muy delgado, muy parcial. Para millones de estadounidenses, que están inmensamente endeudados, si no generan ingresos, sus vidas colapsan catastróficamente. Para ellos, lo más importante era la economía.
En Estados Unidos hay un estado de bienestar muy delgado. Para millones de estadounidenses, que están inmensamente endeudados, si no generan ingresos, sus vidas colapsan catastróficamente
—¿Por qué muchas de las personas que más preocupadas estaban por la economía terminaron apoyando a Trump?
—No es una novedad que Trump es un hombre blanco, enojado y racista. Todos lo sabemos desde hace cuatro años. Sin embargo, el enigma es que les dijo a los hispanos que eran violadores y asesinos en 2017, pero sacó más votos entre ellos. Insulta a los afroamericanos por el movimiento Blacks Lives Matter, pero obtiene más votos entre ellos. Hace comentarios denigrantes, y posiblemente haya hecho más que eso, en sus relaciones con mujeres, pero aumenta los votos entre mujeres de clase trabajadora. ¿Por qué pasa esto? Porque los favoreció económicamente, algo que los demócratas no quieren admitir. En 2017 se eligió al nuevo presidente de la Reserva Federal (Jerome Powell), y de pronto a Trump empezó a molestarle este tipo. Tuiteaba que no debía subir las tasas de interés, sino mantenerlas bajas. Lo que Trump o alguien alrededor suyo sabía implícitamente era que él había hecho grandes recortes impositivos y 90% de los beneficios habían ido para la clase de los millonarios y los multimillonarios, así que necesitaba hacer algo para los de abajo. Entonces, jugó al juego de la gallina con la Reserva Federal. Le dijo: “No te atrevas a subir las tasas de interés, porque no solo vamos a agrandar el déficit fiscal por la baja de impuestos, creando un boom en el mercado de capitales, sino que vamos a gastar una tonelada de dinero y vamos a dejar que eso filtre hasta abajo de todo”. Por primera vez en casi 20 años, durante tres años seguidos subió el salario real del 20% y del 40% de los estadounidenses de menores ingresos. Es por eso que cuando se les pregunta a esas personas si están mejor ahora que antes de Trump dicen que sí. A los demócratas eso les entra por un oído y les sale por el otro, porque no pueden creer que sea verdad. Así que hay dos cegueras. Una es estadística, y la otra es política.
—También es cierto que al votante blanco de clase trabajadora, que es una parte fundamental de su base electoral, Trump lo convenció prometiéndole “que Estados Unidos volvería a ser grande” y que traería de vuelta al país las fábricas que se fueron en las últimas décadas. ¿Pudo cumplir aunque sea con parte de esas promesas?
—No cumplió ninguna de sus otras promesas. Por supuesto, entonces la política se vuelve importante, la interpretación. Sus seguidores no creen que él haya fallado, sino que los demócratas no lo dejaron hacer nada. Así que no fracasó, sino que fue boicoteado. Ahora, yo creo que sí fracasó, porque no se pueden crear trabajos fabriles en una economía global en la que todos los países están perdiendo empleo industrial, incluso China. Sencillamente no se puede, es imposible. Tampoco pudo construir el muro. Para empezar, era un proyecto de porquería. Pero hay muchas razones, como los humedales en Texas, restricciones medioambientales, leyes que se interponen. Entonces, fracasó épicamente. Pero hizo un recorte impositivo a los ricos que, en los márgenes, benefició al 40% de menores ingresos. Y por eso, muchos de sus seguidores creen que hizo bien las cosas. Eso es todo.
—En una entrevista reciente, hablando del encanto que genera Trump entre sus seguidores, usted dijo que era como los “trucos mentales de los jedis” en Star Wars. ¿Cuáles son las claves de esa ilusión que logró vender a tantas personas?
—Bueno, él vendió algo que los demócratas no han podido, que es esperanza. Hay un eslogan con el que está asociado, Make America Great Again (Que Estados Unidos vuelva a ser grande). Para alguien que vivía en cualquier estado fuera de las dos costas o de las grandes metrópolis, como Chicago, e incluso allí es cuestionable, las cosas no son grandiosas desde hace unos 20 años. Para millones de estadounidenses, la idea de que nos estaba yendo bárbaro y de que todo era increíble era una mentira gorda y grande. Cuando se ven los salarios medios, pueden haber subido un poco. Pero si estás entre el 40% de menores ingresos, básicamente ganas alrededor de USD 40.000 al año. Eso es lo que cuesta un año en la universidad. ¿Cómo vas a creer que vives en un gran país si necesitas la totalidad de tus ingresos durante cuatro años para enviar a tus hijos a la universidad? Así que él tiene un eslogan: Make America Great Again. Y a mucha gente le pareció una buena idea. ¿Qué tenían los demócratas? Te voy a hacer una pregunta. ¿Cuál era el eslogan de Hillary Clinton en 2016?
—No recuerdo.
—Exacto. ¿Cuál es el de Joe Biden?
—Una batalla por el alma de la nación.
—Bien hecho. Diría que sólo el 10% de las personas habría respondido bien. Pero a nadie le interesa realmente una batalla por el alma de la nación. A la gente le interesa el sueldo.
—Bueno, Trump logró fortalecer su base electoral, incluso mejorar su performance entre grupos que le eran esquivos, como los latinos. Pero perdió. ¿Cómo lo explica?
—No hay dudas de que los republicanos son un partido declinante, de dinero de Wall Street y hombres blancos. Eso es lo que son, seamos totalmente honestos (se ríe). Pero también son el partido de lo que yo llamo la “coalición del carbono”. Si se mira el mapa electoral de 2020, los estados rojos (republicanos) comienzan con Alaska, siguen con las Dakotas, continúan hacia abajo con Oklahoma y Texas, y después siguen con Louisiana y West Virginia. En cada uno de esos estados, un gran factor de sus economías, sino el dominante, es la extracción, el refinamiento, el procesamiento y el transporte de petróleo y sus derivados. Es el país del carbono. ¿Dónde ganan los demócratas? En las grandes ciudades de las costas, donde hay una economía post-carbono. No necesitan carbón, no lo quieren. No necesitan acero, pueden importarlo. Lo que quieren es electricidad y prefieren que sea de fuentes renovables. Entonces, hay una economía post-carbono, con una enorme riqueza en las ciudades, y después hay una declinante economía industrial en el corazón del país, que depende del carbono, que es lo que la otra parte quiere sacar del negocio. Esa es la verdadera tensión que subyace en la política estadounidense. Esa es la crisis existencial que está detrás de Trump.
—Se parece a la tensión que llevó a la Guerra Civil en el siglo XIX, cuando había un grupo de estados en el sur cuya economía dependía de la esclavitud, frente a una serie de estados que empezaban a industrializarse y que no necesitaban ni querían la esclavitud.
—Sí, la comparación es incluso más precisa de lo que crees. Piénsalo. Algunas mediciones de historiadores muestran que dos tercios de la riqueza nacional de Estados Unidos antes de la Guerra Civil estaban atados a esclavos como activos. Lo que hizo la Guerra Civil, básicamente, fue decir “el valor de tus activos va a pasar a ser cero”. ¿Qué le dice la transición verde a los activos del carbono? Exactamente lo mismo. ¿Pienso que esto va a terminar en una guerra civil? No, pero tenemos que empezar a ser sinceros sobre cuál es el conflicto. Tiene expresiones culturales, relacionadas con la raza y con el género, totalmente cierto. Pero ¿qué es lo que realmente lo impulsa? Creo que es esto. A medida en que nos acercamos a la inevitabilidad de algún tipo de transición verde, aunque solo sea por supervivencia, estos conflictos se van a volver increíblemente agudos. La única solución es que las costas sobornen al corazón del país, masivamente. Pero no vemos que esto sea parte de la conversación. Todos niegan lo que realmente está pasando.
A medida en que nos acercamos a algún tipo de transición verde, estos conflictos se van a volver agudos. La única solución es que las costas sobornen al corazón del país
—No va a ocurrir porque Joe Biden ganó las primarias demócratas, pero ¿cuáles serían las consecuencias políticas de una transición radical hacia una economía verde, como quiere el ala izquierda del partido, que promueve el Green New Deal? ¿No llevaría a un conflicto muy fuerte?
—A menos que sea una propuesta persuasiva. Si se le pudiera decir a West Virginia, convincentemente, “mira, el carbón se terminó y esto es lo que vamos a hacer: vamos a darle USD 100.000 a cada persona que trabaja en esas industrias, y vamos a darle educación gratuita a sus hijos, en la universidad que quieran”. Algo que sea realmente significativo, que haga una diferencia. En vez de decir “ey, quizás podamos entrenarlos para que sean codificadores informáticos”. ¿Pero dónde está exactamente la industria del software donde podrían conseguir esos trabajos cuando dejen de ser mineros y se conviertan en codificadores? Mientras se hable de financiar la transición sobre la espalda de las clases trabajadoras de las industrias ricas en carbono, nunca va a ocurrir. Es necesario pensar soluciones que los incluyan en la coalición. El imaginario demócrata los excluye.
—Hablando de esos votantes y del futuro del Partido Republicano cuando Trump deje la Casa Blanca. ¿Cree que un candidato del establishment republicano podría representarlos o Trump tiene allí una base que le permitirá seguir como líder del partido y volver a ser candidato en 2024?
—Podría regresar, pero tal vez no quiera. Lo que hizo Trump fue tomar al Partido Republicano. No es que lo haya hecho a su imagen y semejanza, sino que los republicanos estaban preparados para su imagen. En las primarias para las elecciones de 2016, antes de que Trump se volviera notorio por decirle little (pequeño) Marco a Marco Rubio y sleepy (soñoliento) Jeb a Jeb Bush, o el apodo que fuera, decía cosas que resonaban en la base republicana. Primero, “Irak fue un desastre, ¿para qué diablos hicimos eso?”. Todos hacían fila para decir “no puedes decir eso”, pero realmente lo fue, lo único que hicimos fue crear heridas terribles en nuestra propia gente, ¿para qué lo hicimos? Entonces, la base republicana decía “‘¡mierda, al fin alguien lo dijo, es asombroso!”. Hay una razón por la que caló la idea de que Estados Unidos vuelva a ser grande y es que esas cosas hicieron que Estados Unidos dejara de ser grandioso para muchas personas que se consideran republicanas. Así que recogió una coalición que ya estaba allí lista para ser tomada. ¿Puede el partido arrebatársela? No. Él es quien tiene el control de facto. Si quisiera competir en 2024 probablemente podría. Cambió el partido de manera tal que si los republicanos quieren seguir siendo votados, tienen que comunicarse con eso en lo que él convirtió al partido. Es por eso que los que se fueron y votaron en su contra, los never-trumpers, están muertos. Nunca podrán volver.
Hay una competencia por enojar lo más posible a tu propia base para ganar. Pero eso impide consensuar, porque es cada vez más difícil decir algo que el otro lado pueda escuchar
—Biden insiste en que no va a gobernar solo para quienes lo votaron y en que va a unir al país. ¿Realmente cree que alguien como él puede llegar a los seguidores de Trump?
—Se puede hacer un contrafáctico. Biden podría hacer un buen trabajo en eso si viviéramos en un mundo en el que no hubiera mucho dinero influyendo en la política detrás de escena, manipulando las agendas, y si no tuviéramos redes sociales, que hicieron que la política se vuelva tribal, haciendo imposible hablar con alguien que no pertenece a tu comunidad de pensamiento. Pero lamentablemente vivimos en un mundo que está increíblemente dividido. El otro lado ya no es visto como un grupo legítimo que tiene preferencias distintas a las mías, sino como el enemigo, como un rival implacable al que hay que detener porque va a destruir mi estilo de vida. Esta es una hipérbole, una exageración, pero realmente afecta a la política. Es muy difícil ir hacia el centro cuando nadie vive allí. Así que lo que termina habiendo es una competencia por enojar lo más posible a tu propia base para ganar. Pero es eso lo que impide consensuar, porque es cada vez más difícil decir algo que el otro lado pueda escuchar. Biden heredó una tarea muy difícil. Deseo que le vaya bien, porque el país lo necesita. Pero es muy difícil por la polarización generada por el dinero y las redes sociales, y también por este profundo conflicto existencial que hay en el país entre la economía del carbono y la economía post-carbono.