Sergio Pérez logró su primera victoria en la Fórmula 1, la tercera para su país después de las dos conquistadas por Pedro Rodríguez hace ya medio siglo.
Hoy es fiesta grande para el deporte de México. El piloto de Racing Point protagonizó
una gran remontada
desde la última posición, a la que se vio relegado en la primera vuelta
por su implicación en un accidente que dejó fuera de escena a Leclerc y
Verstappen. A pesar de su gesta, y del buen tono mostrado durante la
temporada,
Checo no dispone de un coche para el próximo Mundial.
La llegada de Sebastian Vettel al proyecto de Aston Martin le ha dejado
sin sitio en su equipo. El resto de plazas también se fueron cerrando
desde hace meses: Sainz a Ferrari, Ricciardo a McLaren, Alonso a
Renault… Y ahora mismo sólo le queda una oportunidad,
el asiento de Red Bull que ocupa Albon,
aunque la tendencia austriaca de apostar por el futuro reduce las
posibilidades. La situación de Pérez es una de esas paradojas que con
demasiada frecuencia nos muestra la F1. Otra de ellas la protagonizó
este domingo
George Russell, al volante de un Mercedes.
Ganó Pérez, pero bien pudo hacerlo Russell,
si no hubiera sido por un clamoroso error en boxes y por otra avería
posterior. Aun así, el británico demostró que con un buen coche puede
aspirar a lo máximo. Existe la creencia de que cualquier piloto puede
ganar con Mercedes. Y seguramente sea así. Pero una cosa es
imponerse en un gran premio concreto, como hace Valtteri Bottas de vez
en cuando, y otra es tener la calidad para conquistar el Mundial, que es
lo que hace Lewis Hamilton. Recientemente, Fernando Alonso
señaló a Russell como el piloto del futuro. Y Alonso sabe algo de esto.
Así lo demostró en Sakhir, donde estuvo por encima de su compañero
ocasional de escudería, a quien adelantó incluso en pista. Cualquiera
puede ganar con un Mercedes, sí, pero no todos pueden brillar. Bottas es
el ejemplo.