El Barça culmina su 'annus horribilis'

Los de Koeman sumaron otro pinchazo y Dembélé, que volvió a jugar, rescató un punto después de que Kike García adelantara al Eibar, tras un error grosero en defensa.

Santi Giménez
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En estas fechas abundan los resúmenes del año y el Barcelona concentró en sus 90 minutos ante el Eibar lo que ha sido este 'annus horribilis' para los blaugrana empatando (1-1) ante el Eibar en un partido deprimente que vuelve a borrar cualquier atisbo de recuperación que se intuyera tras el último partido en Valladolid. Todo lo malo del Barça de este año, que es mucho, se puso sobre el tapete en el Camp Nou en un fin de año deprimente para los culés.

Ya de entrada, la puesta en escena del Barça vino a demostrar que de un tiempo a esta parte, la felicidad de los seguidores blaugrana es directamente proporcional al tiempo que pasa entre partido y partido de su equipo. Especialmente, después de una actuación esperanzadora como la que se vio antes de Navidad en Valladolid. En casos así, lo mejor no es jugar enseguida, lo preferible es paladear uno de los pocos momentos de satisfacción que ofrece un equipo que sigue ofreciendo una inconsistencia alarmante. Tras una buena actuación, lo único que desea el seguidor del Barça es que el siguiente partido, que será infaliblemente el de la decepción, llegue cuanto más tarde mejor.

Así que después de unos días de tranquilidad provocada por el hecho de que el Barça no pudo estropear nada porque no jugó, llegó el mazazo de la realidad. El Barça se dio de bruces contra todos sus fantasmas. Messi en la grada, Coutinho y Busquets en el banquillo, Griezmann en el campo y Braithwaite tirando un penalti que podía dar confianza al equipo.

La pena máxima llegó tras revisión del VAR y la verdad es que la discusión se la podían haber ahorrado porque Braithwaite la chutó como el jugador que los entrenadores reservan en la tercera tanda de una final. Ese que no debe tirar el penalti bajo ningún concepto, pero que lo lanza porque no hay otro. Pero es que en el Barça, el concepto brilla por su ausencia. El primer tirador estaba en la grada recién llegado de vacaciones, el segundo tuvo miedo y luego se impuso la nada.

El fallo del penalti convirtió el partido en una tortura para el Barcelona, que no supo como sacarse de encima la presión del Eibar, que de haber tenido más veneno arriba, léase Bryan Gil, podía haberse ido al descanso ganando.

Al Barça se le apareció de la nada, o de una de las pocas intervenciones de Pedri, la oportunidad para acabar con la pesadilla. El canario habilitó a Junior, que centró para que Braithwaite marcara el gol del desquite…que fue justamente anulado por fuera de juego. Regresaba la depresión. Y ante los bajonazos, decisiones valientes: Koeman dio entrada a Dembélé y el partido podía romper en cualquier sentido: o desastre absoluto o recital. O puerta grande o enfermería. Y resultó ser enfermería con una cornada mortal de necesidad. Tras unos fuegos artificiales de Dembélé, Araujo se equivocó ante Kike García, que le robó la cartera y batió a Ter Stegen.

En busca del milagro, Koeman retiró a Pjanic y a un Griezmann grotesco para dar entrada a Coutinho y Trincāo para que al minuto, Dembélé igualara el encuentro a pase de Junior. El Barça dependía de Dembélé exclusivamente. Con eso se lo digo todo y no les digo nada.

El partido acabó de la peor manera: desordenado, con Coutinho retirándose con una lesión y con Trincāo fallando el balón que le podía redimir. Un perfecto resumen del 2020.


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