Dembélé, un jugador de 'cristal' de Vernon
El delantero, que suma su novena lesión muscular en tres años, no sale del pozo. Ni tan siquiera una mejoría en el trabajo físico y una alimentación más cuidada han revertido las lesiones. En el club viven esta situación entre el desconcierto y el estupor.
Y es que Dembélé, nacido en Vernon hace 23 años, suma con esta nueva lesión un total de nueve percances musculares desde que fichó por el Barcelona en el verano del 2017, con el agravante de que la mayoría se ha centrado en los isquiotibiales y más concretamente en el bíceps femoral. Esta triste historia empezó el 16 de septiembre del 2017, cuando Ousmane apenas llevaba dos meses en el club. Un intento frustrado de que el balón no se marchara fuera del campo, le instó a dar un taconazo con la pierna izquierda, con un resultado gravoso a todas luces: rotura del tendón del bíceps femoral de la pierna izquierda. Dembélé tuvo que ser operado en Finlandia, volviendo a jugar cuatro meses después.
A partir de aquí, el relato se convierte casi en un cuento de terror, donde un jugador intenta salir del pozo de lesiones, pero cae de forma irremediable una y otra vez. Tampoco ayudaba su desordenada vida, su falta de profesionalidad y sus malos hábitos alimentarios. El club intentó poner remedio, consiguiéndolo en parte, ya que una de las primeras decisiones del delantero francés fue echar al cocinero que le puso el club. Sin embargo, poco a poco, Dembélé fue entrando en razón, dejando atrás una serie de actitudes nefastas para su carrera.
El caso más grave en este sentido lo vivió la temporada pasada. Después de lesionarse el 27 de noviembre del 2019 durante la disputa de un partido de Champions ante su ex equipo, el Borussia de Dortmund, en el Camp Nou, diagnosticándole una rotura del del bíceps femoral de la pierna derecha. Cuando estaba a punto de reaparecer y durante un entrenamiento, el jugador volvió a recaer, pero esta forma con una lesión mayor, al romperse el tendón proximal del bíceps femoral y necesitar pasar de nuevo por el quirófano, necesitando siete meses para volver a los terrenos de juego, ante la desesperación de un Quique Setién, que había llegado a asegurar que se le caían las lágrimas cada vez que veía al francés en el entrenamiento.
Con la llegada de Ronald Koeman y la supervisión especial del preparador físico Albert Roca parecía que el delantero francés había encontrado la piedra filosofal. Sumaba minutos y partidos, tenía continuidad, su juego empezaba a despuntar y se le veía feliz en el campo -hasta llegó a ponerse el brazalete de capitán durante unos minutos en el partido de Champions ante el Ferencvaros-, pero todo se ha diluido como un simple espejismo, con el duro bofetón de una nueva lesión, que vuelve a alimentar todas las dudas sobre el jugador.
Ahora Dembélé vuelve a visitar las instalaciones que mejor conoce de la Ciutat Esportiva: la enfermería y las camillas de las sesiones de fisioterapia. Una situación que deja en vilo su renovación y que podría plantear más de una incógnita sobre su futuro de cara al nuevo presidente que salga de las elecciones del 24 de enero.