Campanada de fin de año
El Madrid paga otro exceso de confianza. Modric le puso en ventaja, pero un penalti tonto de Carvajal le costó dos puntos. Marcelo fue titular y volvió a pinchar. Regresó Hazard.
El del Elche es un proyecto a la carrera, en cierto modo inesperado, pero con un horizonte claro: de esta saldrá defendiendo bien. Así se evita la duda de hacia dónde tirar y acabar desorientado. Le presionó al Madrid cinco minutos y se recogió luego en ese 4-1-4-1 hermético que a trancas y barrancas le ha servido hasta ahora. Esperó, basculó, molestó y mantuvo la atención a los detalles. Es el destino de los recién ascendidos: un día de fiesta y nueve meses de resistencia agónica.
Marcelo, enésimo intento
Zidane escribió la alineación con la mano izquierda. Los de siempre más Marcelo, que no había jugado un minuto en la racha triunfal. Hace tiempo que no se sabe si con él se gana o se regala una banda. En un cuarto de hora sucedió lo uno y lo otro. Reventó el larguero con un voleón de derecha llegando como un interior y bajó al trote en una contra de la que pudo sacar provecho Rigoni. Por su lado ahora salen muchas más gallinas de las que entran. Casemiro tuvo que corregir mucho por ese flanco.
El partido, pese a la buena voluntad del Elche, empezó siendo del Madrid, incluso con este modo de conducción tranquila. Más con el gol de Modric, que cabeceó un rechace del palo en cañonazo del Asensio de los buenos tiempos. El croata, Kroos y Casemiro siguen siendo un compuesto químico duradero. Cuando echan a andar, el Madrid es inabordable. Especialmente Modric, que ha ido sustituyendo la pérdida de fibra por ciencia. Nadie en el equipo traduce mejor los partidos. Para y acelera, rompe líneas y recupera, tiene física y química. Su mérito es haber sido Balón de Oro sin los pluses de solista y goleador.
El sesteo
El Elche tuvo poca respuesta al contratiempo. Su mejor futbolista, Fidel, se encontró con la zona más protegida del Madrid, la de Carvajal y Lucas Vázquez, dos tragamillas. Y esa mansedumbre contagió al Madrid, que encontró la excusa para tomarse media noche libre después de una paliza que le ha puesto en la carrera liguera y europea. Un error.
Antes del descanso, Figueroa Vázquez pitó un penalti folclórico por un rechace en el muslo de Víctor Rodríguez. El VAR corrigió su exceso de vista. Esta vez fue útil una segunda opinión. Y a vuelta del descanso, penalti en el otro lado, por un agarrón de tantos de Carvajal a Barragán en un saque de falta. Se pitan la inmensa minoría, pero no cabe queja del infractor que juega con fuego. Sí por agravio comparativo, porque un abrazo a Casemiro muy similar se lo fumó luego el árbitro asturiano.
Asedio inútil
Así empató el Elche y para el Madrid se pasó de partido cómodo a partido trampa. Al equipo de Zidane le costó volver a conectarse, con menos tiempo y más exigencia por el triunfo atlético de dos horas antes. Y también hubo de destaparse. A punto estuvo de hacérselo pagar Lucas Boyé en una gran media vuelta. Tocó el palo.
Con el agua al cuello volvió Hazard, fichado para resolver situaciones extremas como esta. El Madrid balonmanizaba al borde del área, pero sin filtrar ningún pase interior de provecho ni sacar centros rematables. Quedó la sensación de que Zidane había agitado el árbol demasiado tarde.
El final fue el de tantas veces. Una acometida desordenada, con Ramos a área cambiada (a punto estuvo de cazar un rebote), con Vinicius en la derecha, con Benzema saliendo de la zona cero y Carvajal entrando en ella. El francés tuvo la victoria en su coronilla, pero no acertó en el desvío. Y el Madrid se fue de 2020 con un mal rollo que parecía haber olvidado.